martes

SUPLEMENTO DEL TALLER LITERARIO DE LIVERPOOL F.C. (13)

con el apoyo de S.U.A.T.


FEDERICO RODRIGO


FRÍO QUEMA


A Hugo Giovanetti Viola
Nunca abandones la lucha


No hay error en tu padre al elegir a tu madre. Es milagro del que sabe antes de saber. Él te respiró amor en su esencia intacta. Ella te confundió a mendigarlo.

Creces. Eliges verdes veladas -noches- bálsamo canta cuna al dolor. Dolor de no saber que hay vacíos que morirán vacíos.

Tu padre se incorpora a la incorporeidad que siempre fue y tu madre es el susurro de siempre en voz de otras mujeres.

Hoy sos demasiado vida, ya nunca morirás. Pero si sí, lo harías con la tranquilidad del que sabe a qué vino. Todo ese arte en tu contra: conquista.


IVONNE DÍAZ


PLAZA DE LOS TREINTA Y TRES ORIENTALES


Einstein y Vaz Ferreira.
pibes fumando porro,
doñas y muchachas
en los bancos de la plaza

 Esa terrible otredad
me ayuda a desconocerme
me hace sentir sin conexión
una autista disimulada

expresando en un papel
lo que no digo cara a cara
lamentando lo no hecho
lo no dicho lo no arriesgado

sabiendo que el mensaje
en la hoja queda atrapado
y por más que te lo lea,
no lo estarás escuchando,

como el héroe en su pedestal,
como el niño desencantado
yo estaré sin conexión,
vos no estarás escuchando.


ARIEL AZOR

LAS CAJAS

Las cajas, de cartón, abiertas, ocupan casi todos los espacios que deberían estar vacíos en su dormitorio, debajo de la cama, a un costado de ella, cajas con su ropa cuidadosamente doblada, con sus cremas, sus perfumes, sus esmaltes para uñas y otras vacías esperando la tele o al equipo de audio que puestos sobre otras más firmes cantaban su libertad. Su nueva casa es más pequeña que la anterior y mucho más que las otras de antes, pero el alquiler es accesible y no le exigen garantía, su economía ha tocado fondo y sabe muy bien que apenas él se entere adonde está, tendrá que subir nuevamente las cajas a un flete y buscar rápidamente algún lugar donde quedarse, lo más lejos posible.

En el otro dormitorio, más pequeño, su hijo Joaquín, aunque quisiera tener sus revistas, sus cds, sus juguetes, a la vista, está también obligado a tenerlo guardado en cajas. Joaquín, de 12 años, sale de la casa solamente para tomar el colectivo que lo lleva hasta su nueva escuela. Es tímido, retraído, no tiene amigos en el colegio, ni en el barrio, siempre está solo, sabe que si hace amistad con alguien lo perderá, tendrá que irse sin despedirse, lo extrañara, deberá dar explicaciones de por qué vive una vida de encierro, explicar los no puedo ante cualquier invitación, ya aprendió que lo mejor es estar solo, metido en sí mismo.

Las ventanas y la puerta de entrada de la casa están siempre bien cerradas, el olor a encierro y a cigarro está metido en todas las cosas y en todas las cajas.

Hoy domingo, la incansable madre prepara el desayuno, el preferido de Joaquín, siempre trata de darle lo mejor, mucho han sufrido ya. Después irá hasta la feria de ahí a la vuelta y comprará todo para cocinarle canelones como le gustan a él, siempre que hace canelones cocinan juntos, se ríen, se divierten y se olvidan.

Joaquín, con los ojos pegados, despeinado, se levanta y se arrima hasta la madre en la cocina llevado por el olor, saltando sobre las cajas del piso, la saluda con un beso y un buenos días al que ella responde con un abrazo y se sienta impaciente a esperar el desayuno. “HOY TE HICE TU PREFERIDO” le dice ella mientras pone frente a él el plato con pan, huevos revueltos, panchos y una taza de chocolate caliente. Joaquín responde ese gesto con un “gracias mamita” e inclinando la cabeza para absorber los olores comió y tomó sin parar. Ella lo mira feliz mientras lava la vajilla, y otras veces se le borra la sonrisa pensando que daría lo que fuera, su vida entera, por que él tuviera una vida normal, como todos los demás niños.

-¿Qué hay detrás de esa puerta mami? -preguntó Joaquín, sacándola de sus pensamientos, con la boca llena, señalando la rústica puerta enfrente suyo.

-Ah, esa puerta, el sótano, ¿te acuerdas que nos dijeron que la casa tiene sótano? Bueno, es ese.

Joaquín recordó sus últimos sueños, sus últimas pesadillas.

-¿Y por qué no la abrimos y vemos qué hay, mami?

-¿Y qué va a haber ahí, más que arañas y todo tipo de bichos? Dejá, mejor ni entrar. Escúchame, yo voy hasta la feria, ¿vas conmigo?

Joaquín. sin dejar de mirar la puerta, respondió que quería ver un nuevo programa en la tele y se fue para su cuarto. Esperó hasta escuchar el grito de la madre, “¡YA VENGO!”, el golpe de la puerta al cerrarse, las llaves trancando la cerradura de arriba y luego la de abajo. Salió hasta la cocina y se paró frente a la supuesta puerta al sótano. Sacó de su bolsillo una vieja llave que había encontrado en su cuarto, la probó y la puerta se abrió, la empujó, prendió la linterna, alumbró y vio otra puerta, también cerrada, con un cartel blanco con chorreadas letras rojas  que decía “SI PASAS ESTA PUERTA TENDRÁS QUE ENFRENTAR TUS MÁS GRANDES MIEDOS”. Se quedó paralizado, quieto, pensando, sacó fuerzas de su interior y caminó hacia ella, tomó el pestillo con fuerza a pesar de sus temblorosas y sudadas manos y suavemente empujó la puerta y comenzó a bajar unas escaleras alumbrándolas lentamente con su linterna. Se le apareció una pieza vacía, desnuda, oscura, y del otro lado otra puerta igual que la anterior, la abrió con la misma llave y otra escalera lo desafió a seguir el viaje. Una pieza llevaba a otra y está a otra más, todas vacías, con el mismo olor a encierro que su cuarto, que su casa, con telas de arañas que colgaban de todos lados como le había advertido su madre, pero no se detuvo, quería enfrentarlo, como en sus sueños, derribarlo, sacarlo de su desgraciada vida y sobre todo de la de su querida madre.

Todas las puertas a su espalda se cerraron y el golpe pareció una explosión en su cabeza, se asustó, “él ya está acá” se dijo y sacó su espada, la que su madre le había regalado el día de su cumpleaños, apuntó con ella y su linterna en todas direcciones, “me atacará por la espalda” pensó, pero no fue así. Una puerta se abrió, lentamente, chirriando, una sombra se acerca por ella, primero su cabeza y luego su cuerpo, los pasos son cada vez más fuertes y el olor a ese perfume que Joaquín reconoce enseguida se le acercan, “es él” se dice aspirando fatigado por la nariz, controlando su miedo. El gigante ocupa todo el espacio vacío de la puerta abierta, sus dientes tras la sonrisa brillan alumbrados por la luz de la linterna, mira al niño allí parado, “SABES QUE NO PUEDES CONMIGO” le dice con una voz que parece un trueno, “NUNCA HAS PODIDO, NI TÚ NI TU MADRE, SIEMPRE LOS HE ENCONTRADO”. Joaquín respira hondo, la espada en su mano tiembla, pero no se deja dominar por el miedo, lo expulsa de sí y con voz de niño pero firme le contesta “HE BAJADO PARA MATARTE Y NOS DEJES EN PAZ”. La risa del gigante inundó la pieza, y seguro la ciudad entera la escuchó, sonó mucho más fuerte que los truenos pasados y con la misma fuerza el gigante continuó diciéndole “SOY TU PADRE, NUNCA APRENDES, DEBEN OBEDECERME, RESPETARME” y comenzó a caminar tercamente hacia el niño que lo esperaba con la espada en su mano, el piso temblaba con cada paso y luego retrocedió al escuchar abrirse las puertas y a la asustada madre gritar “JOAQUÍN, JOAQUÍN”. Su madre apareció por la puerta detrás del niño y dio un grito de horror, quedo  paralizada, tomándose la cara, al ver a su hijo parado allí en posición de pelea y al monstruo de su ex marido parado enfrente a él, riendo. El monstruo avanzó, repitiendo "USTEDES ME PERTENECEN" y sin dejar de reír. El niño sintió que su cuerpo se agrandaba, que sus músculos crecían y que el grito de auxilio de su madre parecían penetrar su cerebro, sus entrañas, sintió su espada atravesar la carne a la altura del pecho del gigante, lo vio tirado, morirse, llorando, pidiendo perdón, pero su imaginación dejó de volar cuando sintió la pesada mano sobre su cara y se vio caer a los pies de su madre. El gigante reía sin parar. “¡NUNCA MÁS NOS TOCARÁS!" le gritó el niño y vio cómo su madre cambiaba la expresión de miedo por furia, mientras acariciaba la cara de Joaquín. “¡HOY TE VENCEREMOS O MORIREMOS, PERO ASÍ  NO SEGUIREMOS!” le gritó la madre que con la espada del niño extendida hacia adelante y se abalanzó sobre él. Joaquín se reincorporó rápidamente y siguió a su madre pegando un grito de rabia que se confundió con los otros gritos. La madre y el niño clavaron la espada, de plástico, con luces que se encendían cada vez que penetraba el pecho del moribundo, tantas veces como pudieron. Los dos se abrazaron, llorando, arrodillados sobre el cuerpo del que ya empezaba a desaparecer.

Así, abrazados, subieron las escaleras, cerrando todas las puertas con llave, se sentaron en la cocina asumiendo lo que habían hecho. La madre comenzó a reír, como una loca, abrió la puerta del frente, gritando "SOMOS LIBRES, LIBRES" y un rato después "¿QUIEN QUIERE AYUDARME A HACER CANELONES HOY?”. El niño y ella se abrazaron, “¡NUNCA MÁS NOS MUDAREMOS, NI SALDREMOS CORRIENDO, NI DEJARÁS DE SALIR...!” decían, gritaban, sacando las cosas de las cajas tirándoselas uno a otro sin parar de reír.


JOSÉ LUIS MACHADO


4 HAIKUS

Con esta boca
Abriré las ventanas
De tus entrañas


Quiero la lluvia
De tu humedad en cielo
Sobre mi tumba


Jamás llegaron
Las gotas que perdí
Entre tus lluvias

Nunca mis brazos
Abarcarán el cielo
De tu anarquía.

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