TRIGESIMOTERCERA ENTREGA
SEGUNDA PARTE: EL ORIGEN DE LA SOMBRA: LA FORMACIÓN DEL YO ENAJENADO EN LA FAMILIA
7. LA CREACIÓN DEL FALSO YO (2)
Harville Hendrix
Otro niño puede reaccionar a una educación parecida de manera opuesta exagerando sus problemas en la esperanza de que alguien termina rescatándole: “Pobre de mí. Estoy herido y necesito que alguien me cuide”. Otro, en cambio, puede terminar convirtiéndose en un acaparador que disputa -sin saciarse nunca- por cualquier pedazo de amor, alimento o bienes materiales que se crucen en su camino. Sea cual fuere la naturaleza del falso Yo, sin embargo, su objetivo es siempre el mismo: amortiguar el dolor producido por la pérdida de su totalidad original, la totalidad que recibió de Dios.
No obstante, cuando el niño es criticado por sus rasgos negativos esta ingeniosa forma de protección termina convirtiéndose en la causa misma de posteriores heridas. Los demás le censuran por ser distante, necesitado, egoísta, gordo o tacaño. Quienes le atacan sólo ven el aspecto neurótico de su personalidad, le consideran alguien inferior, alguien que no es completo, sin darse cuenta siquiera de la herida que están intentando proteger y la naturaleza inteligente de su defensa.
Ahora el niño se encuentra atrapado. Necesita mantener sus rasgos de carácter porque cumplen con una función adaptativa importante pero, al mismo tiempo, no quiere ser rechazado. ¿Qué es lo que puede hacer? La única solución positiva es negar o atacar a sus críticos. Quizás se defienda diciendo: “No soy frío ni distante sino fuerte e independiente” o “no soy débil, necesitado y egoísta sino que, por el contrario, soy muy sensible” o “no soy orgulloso y egoísta sino ahorrativo y prudente”. En otras palabras, “no es de mí de quien estáis hablando. Sólo me veis desde un punto de vista negativo”.
En cierto sentido podemos decir que el niño está en lo cierto porque esos rasgos negativos no forman parte de su naturaleza original sino que han ido fraguándose a partir del dolor hasta terminar formando parte de una identidad asumida, una especie de “alias” que le ayuda a moverse en un mundo complejo y, a menudo, hostil. Eso no significa, sin embargo, que estos rasgos negativos no se hallen presentes ya que hay numerosos testigos que firmarían todo lo contrario. Pero para mantener una imagen positiva de sí mismo y aumentar sus posibilidades de supervivencia se ve obligado a negarlos. Esos rasgos negativos terminan convirtiéndose, pues, en lo que suele llamarse “Yo enajenado”, aquellas partes del falso Yo que resultan demasiado dolorosas como para poder ser reconocidas como propias.
Detengámonos un momento y pongamos orden en todo lo que hemos dicho hasta ahora. La naturaleza original, amorosa y unificada con la que nacimos ha ido fragmentándose hasta terminar convirtiéndose en tres unidades separadas:
1. El “Yo perdido”, aquellas parte de nuestro ser que las demandas de nuestro ser nos han obligado a reprimir.
2. El “falso Yo”, la fachada que erigimos para llenar el vacío creado por esa represión y por la falta de una satisfacción adecuada de nuestras necesidades.
3. El “Yo enajenado”, aquellas partes negativas de nuestro falso Yo que son desaprobadas y que, en consecuencia, negamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario