TRIGESIMOPRIMERA ENTREGA
SEGUNDA PARTE: EL ORIGEN DE LA SOMBRA: LA FORMACIÓN DEL YO ENAJENADO EN LA FAMILIA
INTRODUCCIÓN (2)
En los niños más pequeños la regulación del umbral de atención consciente es débil y ambigua. En los juegos infantiles podemos contemplar la forma en que tiene lugar este proceso de creación de la sombra en los niños y la forma en que es reforzado por los adultos. A menudo nos asombramos de la mezquindad y crueldad de los juegos infantiles y reaccionamos de manera natural e instintiva para evitar que se lastimen. Pero, al mismo tiempo, también deseamos que repriman aquellos sentimientos y conductas que nosotros mismos hemos reprimido para que terminen adaptándose a lo que los adultos consideramos que es el juego. Por otra parte, nosotros proyectamos y atribuimos a los niños la “maldad” que hemos rechazado en nosotros mismos. Si el niño capta nuestro mensaje más pronto o más tarde se desidentificará de estos impulsos para terminar ajustándose a las expectativas de los adultos.
La sombra de los demás acicatea de continuo el proceso moral de construcción del ego y de la sombra del niño. De este modo, en la infancia aprendemos a esconder lo que ocurre bajo el umbral de nuestra conciencia para parecer buenos y ser aceptados por las personas que nos importan. La proyección -la transposición involuntaria de tendencias inaceptables inconscientes a otros objetos o personas- cumple así con la función de proporcionar el necesario feedback positivo al frágil ego del niño. Según la analista junguiana Jolanda Jacobi “a nadie le gusta admitir su propia oscuridad. Quienes creen que su ego representa la totalidad de su psiquismo, quienes prefieren seguir ignorando sus cualidades reprimidas suelen proyectar sobre el mundo que les rodean ‘los fragmentos ignorados de su alma’”.
Obviamente también puede ocurrir todo lo contrario. Un niño, por ejemplo, puede sentir que jamás cumple las expectativas de sus familiares, asumir una conducta inaceptable para los demás y terminar convirtiéndose en el chivo expiatorio de las proyecciones de su sombra. La llamada oveja negra, por ejemplo, constituye lo que en terapia familiar se denomina paciente identificado, el portador de la sombra de toda la familia. En The Scapegoat Complex, la psicoanalista Sylvia Brinton Pereira afirma que el adulto designado como chivo expiatorio suele ser aquel miembro de la familia más sensible a las corrientes emocionales inconscientes. Este adulto fue precisamente el niño que percibió y sobrellevó la sombra de toda la familia.
En Jung and Reich: The Body as Shadow- John Conger relata una anécdota que le contó A. I. Allensby sobre la sombra familiar:
En cierta ocasión Jung me dijo que conoció a un cuáquero tan educado que creía no haber cometido un error en toda su vida. “¿Y sabe qué les ocurrió a sus hijos?” -preguntó Jung. “Su hijo se convirtió en un ladrón y su hija termino siendo prostituta. Es como si los hijos se vieran compelidos a vivir los aspectos oscuros de la naturaleza humana, las inexcusables imperfecciones de la naturaleza humana que su padre se había negado a asumir”.
Además de las relaciones paternofiliales existen también otros acontecimientos que hacen todavía más complejo el proceso de creación de la sombra. En la medida en que el ego va afirmándose en la conciencia del niño va configurándose también una máscara -la persona- el semblante que exhibimos ante el mundo, el rostro que refleja lo que creemos ser y que los demás creen que somos. La persona satisface así las demandas de nuestro entorno y de nuestra cultura adaptando nuestro ego ideal a las expectativas y valores del mundo en que vivimos mientras que la sombra se convierte en una especie de cubo de la basura que se encarga del trabajo sucio. De este modo, el proceso de formación del ego y de la persona constituye la respuesta natural a la aprobación o descalificación, a la aceptación o censura a que nos somete el entorno en que nos movemos -nuestra familia, nuestros amigos, nuestros maestros, etcétera.
El hogar familiar es el escenario natural en el que tiene se tiene lugar este proceso, un proceso en el que la sombra de los distintos miembros de la familia influye poderosamente en la configuración del nuevo Yo enajenado, sobre todo en el caso de que el grupo familiar no reconozca sus propios elementos oscuros o cuando todos los elementos de la familia estén de acuerdo en ocultar la sombra de un miembro especialmente poderoso, débil o querido de la familia.
Los ensayos que hemos seleccionado para esta segunda parte proporcionan un contexto apropiado para comprender diversos aspectos del proceso de creación de la sombra durante los primeros años de vida. En el artículo que abre esta sección, extraído de Getting The Love You Want, el terapeuta de pareja y escritor de varios libros sobre el tema Harville Hendrix explica la forma en que la represión origina el enajenamiento de ciertas partes del Yo y fragmenta nuestra sensación de identidad.
Cuando la dinámica familiar es francamente negativa, abusiva o disfuncional, el núcleo más problemático de nuestro sombrío legado terminan generando la culpabilidad y la vergüenza. El Capítulo 8, extraído del libro del analista junguiano de Los Ángeles Robert M. Stein Incest and Human Love, examina el tema del rechazo y de la traición parental y sus persistentes efectos perturbadores en el psiquismo infantil.
Kim Chernin nos recuerda, en “El Lado Oculto de la Relación Madre-Hija”, que los padres son los primeros preceptores del niño y que sus lecciones no siempre son agradables. Según Chernin -especialista en el tratamiento de los desórdenes alimenticios de las mujeres- la envidia, la rabia y la culpabilidad crean una situación paradójica en la mujer madura que si no se resuelve puede tener consecuencias autodestructivas trágicas para su hija.
1 comentario:
Buen análisis, a través del arte podemos conocer la salud mental o llevar una buena terapia familiar, el truco es saber utilizar los recursos y que la familia se sienta cómoda con ellos.
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