sábado

ALBERTO METHOL FERRÉ - LOS ESTADOS CONTINENTALES Y EL MERCOSUR

VIGESIMOSÉPTIMA ENTREGA

CAPÍTULO 4


El nacimiento del Estado Continental Moderno. Estados Unidos y la URSS. (1)

Llegamos aquí a nuestro punto neurálgico: el Estado Continental. O sea, entramos en los antecedentes necesarios para que se comprendan plenamente los orígenes del planteo de Felipe Herrera; antecedentes poco recordados y poco usados por los analistas políticos contemporáneos. Más aun, diría que es sorprendente la ignorancia de las Ciencias Políticas hoy respecto de la importancia de la conceptualización de los Estados-Continentales y su génesis moderna, como necesario y actual más allá de los Estados-Nación Industriales. Veamos el asunto.

Los Estados-Nación Industriales “normales” del siglo pasado, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia y Japón, fueron silenciosamente rebasados, como “de costado”, de modo inexorable por el gigantesco Estado-Continental Industrial: los Estados Unidos de Norteamérica. Esta nueva situación fue gestándose desde comienzos del siglo xix, desde la compra de Luisiana en 1803 hasta la ocupación de California sobre el Océano Pacifico, realizada contra México en 1848. Se acuñaba una situación excepcional, en relación a los parámetros entonces normales de las potencias industriales. Estas pasaban de ser paradigmáticas, a ser potencias medianas. De esto no tomaron plenamente conciencia hasta la Segunda Guerra Mundial; lo que muestra cuán poderosas son las inercias y prejuicios históricos.

En su conjunto, el proceso norteamericano de fantástico crecimiento, sin parangón en la historia, fue en una marcha interna, en cierto sentido aislada de la política mundial. Fue sólo intracontinental, sin interferir en el mundo. Durante el siglo xix Estados Unidos fue principalmente gran exportador agrícola y cárnico. Sus industrias se desarrollaron desde el principio, impulsadas por Alexander Hamilton y Henry Clay, con duras vicisitudes por conflicto de intereses con los agroexportadores, en especial los esclavistas algodoneros. El algodón era la mayor exportación norteamericana, que iba hacia Inglaterra. Esto desembocó en la Guerra de Secesión (1860-64) con la victoria de los industriales proteccionistas del norte. De ahí en adelante, es la eclosión extraordinaria de la Revolución Industrial norteamericana del último tercio del siglo xix. De modo paralelo con Alemania. Solo que Alemania emergía en Europa, sensible centro del poder y la política mundiales, en tanto que el coloso norteamericano se deslizaba en las márgenes de América. Maduraba tranquilo sin agitaciones.

Es el momento en que Estados Unidos acentúa sus protecciones industriales. Una anécdota significativa:

Cuando en 1879 el ex presidente (Ulysses Grant) fue a Manchester y se trató de convertirlo al librecambio, respondió con humor: “Inglaterra se sirvió durante 200 años del sistema protector; lo llevó a ultranza y se encontró bien ubicada... es el sistema al que debe su potencia industrial. Luego de esos doscientos años, Inglaterra juzgó conveniente adoptar el librecambio porque ya nada más podía sacar de la protección [...] En 200 años, cuando América haya sacado del sistema protector todo lo que ella pueda sacar, entonces ella marchará resueltamente hacia el librecambio”.[1]

Estados Unidos no tuvo que esperar tanto tiempo. Se estaba preparando la mayor potencia mundial del siglo xx y quizá del siglo xxi. Hizo su irrupción en 1898, en la guerra con España, por Cuba, Puerto Rico y Filipinas, tomó Panamá para el canal interoceánico en 1903 y puso fin a la guerra ruso-japonesa. Teodoro Roosevelt envió a la flota de guerra norteamericana a una gira de presencia mundial. Así se abría nuestro siglo xx. Aparecía el primer Estado-Continental Industrial de la historia. Una tal diferencia cuantitativa con los otros poderes industriales, que se volvía diferencia de cualidad, salto. Es el más avanzado el que se vuelve normal para los otros. Nacía un nuevo paradigma, un nuevo Estado Industrial “normal”, un nuevo umbral y esto aplicando los mismos criterios que hemos evocado anteriormente de List, Gellner y Comblin. Pero a partir de la irrupción de Estados Unidos, las dimensiones se volvieron mucho más amplias para los que no quisieran ser segundones. Fijaba un nuevo hito en la historia universal. Vale la pena detenernos un poco aquí.

Tomemos una guía autorizada. Se trata de Hans Weigert en su obra Geopolítica. Generales y Geógrafos .[2]Weigert es un geopolítico de origen alemán anti-nazi, que se exiló por el ascenso de Hitler, y se hizo ciudadano norteamericano. Al entrar Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, Weigert escribió esta excelente obra, para enterar al público norteamericano qué era la geopolítica alemana, en especial la Escuela de Karl Haushofer. Esta obra de Weigert tuvo mucho eco en el Río de La Plata, donde todo aficionado a la geopolítica ha pasado por ella. En la Argentina tuvo varias ediciones. Weigert sabe que la visión de los grandes espacios norteamericanos fueron decisivos para la formación de la geopolítica alemana, que hará énfasis en los Estados-Continentales como un “más allá” del Estado-Nación clásico. Dice Weigert: “La visión americana del mundo se adueñó de las opiniones de Ratzel y List, e influyó en aquél en sus explicaciones de la política como un factor de espacio y distancia, tamaño, situación y fronteras” (p. 111).

Weigert no trata de las perspectivas del economista Friedrich List. Pero es interesante recordarlas brevemente. List fue uno de los apóstoles del Zollverein (unión aduanera) que preparó la unidad de Alemania. Perseguido por sus opiniones, va a Estados Unidos en 1825, y allí asume el programa del Report on Manufactures de Alexander Hamilton y se vincula íntimamente con los industrialistas Mathew Carey y Henry Clay. Vuelve a Alemania en 1832, y escribe[3]que Estados Unidos “dentro de pocos años habrá alcanzado el rango de primera potencia naval y comercial” (p. 93). Y concluye en 1840:

Las mismas causas que han llevado a Gran Bretaña a su elevado estado actual llevarán, probablemente en el transcurso del siglo próximo, a la compacta América a un grado de riqueza, de poder y desenvolvimiento industrial que sobrepasará al que hoy se halla en Inglaterra, en la misma proporción en que ésta aventaja actualmente a la pequeña Holanda. Por el curso normal de las cosas, Norteamérica en ese plazo aumentará su población en cientos de millones y desbordará su población, sus instituciones, su cultura y su espíritu sobre la América Central y del Sur, como ya en nuestros días lo ha hecho sobre las provincias mexicanas fronterizas; el nexo de la Confederación abarcará todos estos inmensos países; una población de varios cientos de millones explotará un continente que aventaja infinitamente al europeo en extensión y riquezas naturales; la potencia marítima del mundo occidental aventajará a la de Gran Bretaña tanto como sus costas y sus ríos sobrepasan a los de Inglaterra en extensión y caudal. Así, en un futuro próximo, tal como la necesidad natural impone a los franceses y alemanes la formación de una alianza continental frente a la supremacía británica, impondrá también a los ingleses la fundación de una coalición europea frente a la supremacía norteamericana. Entonces Gran Bretaña tendrá que buscar y encontrará en la hegemonía de las potencias europeas unidas protección, seguridad y prestigio contra el predominio de América y una compensación por la supremacía perdida (p. 337).

Notas

[1]Georges Lefranc, Histoire du Commerce, París, PUF, 1948, p. 111.
[2]Hans Weigert, Geopolítica. Generales y Geógrafos. México, FCE, 1943. Los números entre paréntesis en las citas siguientes corresponden a esta edición.
[3]En su Sistema Nacional de Economía Política, ob. cit. Los números entre paréntesis en las citas siguientes corresponden a esta edición.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+