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TARIK CARSON (1946 – 2014) LA SANTIDAD Y EL MAL


H. G . V.

Tarik Carson Da Silva irrumpió en la literatura uruguaya ganando un concurso organizado por la revista Brecha a fines de los 60 con el relato Por la patria, que constituye -sin dejar de calar en los arquetipos universales del desenfreno sádico y la resaca culposa del manoseador de almas- una de las más escalofriantes y escandalosas denuncias de las manipulaciones electoralistas que seguimos padeciendo en la toldería de Tontovideo.

En 1970 compartimos con él, Hugo Bervejillo y Daniel Bentancourt, la fundación de la revista Universo, un agrupamiento matrero de inspiración onettiana y torresgarciana (que contó también con el asesoramiento de Jorge Medina Vidal, Saúl Ibargoyen, Hugo García Robles y la adhesión final de Alfredo Fressia) capaz de desafiar rabiosamente a la superficialidad sociologista y glamorosa digitada todavía por el establishment marchista y la generación del 45, quien consumó el suicidio de la cultura de acueducto (para hablarlo en Vallejo) que nos había legado la extraordinaria generación el 900.

En aquel tiempo, por ejemplo, Ángel Rama retomó la denominación dariana de los raros para encasillar a los autores no estrictamente realistas, y lo cierto es que la verdadera rareza impulsora les perteneció siempre, a partir a los 70, a quienes no aceptaron las directivas triunfalistas y volátiles de la generación de la cola de paja.

Tarik Carson publicó su primer cuentario asombrosamente maduro, El hombre olvidado, en 1973, y emigró a la Argentina, donde en los últimos cuarenta años vivió de la orfebrería artesanal, practicó un ajedrez de primerísimo nivel y siguió elaborando sus buceos fantásticos (muchas veces embolsados en el subgénero de la ciencia ficción) que terminaron por transformarlo, sin la menor duda, en nuestro Lautréamont narrativo.

Y Lautréamont fue un genio.

En el blog de elMontevideano Laboratorio de Artes hemos tenido el orgullo, por otra parte, de ofrecer una pequeña muestra de su tardía y radiante producción plástica, pero lo que la literatura mundial le debe a este discípulo confeso de Bitter Bierce es una casi insuperable valentía para denunciar a la corrupción mundana que mata a la santidad.

Y eso sólo lo puede hacer un santo.

Últimamente dos de sus cuentarios, El hombre olvidado El corazón reversible, fueron reeditados en un solo volumen por el Grupo Irrupciones, y nuestro incurablemente escéptico hermano fue presentado en la Feria del Libro por un macaco estandarizado que no tuvo una mejor ocurrencia que recurrir al superadísimo encasillamiento inventado por Rama para eludir el elogio de la insuperable alquimia poetizante del horror que Tarik Carson supo ofrecernos con fervor misionero durante una vida tan resignada al triunfo de la tristeza como la de Franz Kafka.

Y los que le conocemos el alma sabemos que él apenas atinaba a sonreír recordándonos a la canosa mansedumbre de Leonard Cohen: hago todo lo que tengo que hacer y me las arreglo / pero sé lo que está bien y lo que está mal / y moriría por saber la verdad / en mi vida secreta.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Bravo Hugo por este valioso rescate de Tarik a quien he dedicado páginas en mis libros sobrel literatura uruguaya
Fernando

Unknown dijo...

Gracias por rescatar a este genio!!! Me encantó el artículo.

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