NONAGESIMOPRIMERA ENTREGA
CAPÍTULO 9
La vuelta a casa: El regreso a sí misma
La prolongación excesiva de la estancia (6)
La liberación, la inmersión (4)
La salida a la superficie
El prodigio y el dolor del regreso al lugar del hogar salvaje estriba en que podemos visitarlo, pero no podemos quedarnos en él. Por muy maravilloso que sea el hogar más profundo que imaginar se pueda, no podemos permanecer para siempre bajo el agua sino que tenemos que salir de nuevo a la superficie. Como Ooruk, que es cuidadosamente depositado en la pedregosa orilla, regresamos a nuestras vidas del mundo exterior rebosantes de nuevo vigor. Aun así, el momento en que nos depositan en la orilla y volvemos a quedarnos solas resulta un poco triste. En los antiguos ritos místicos, los iniciados que regresaban al mundo exterior también experimentaban una sensación agridulce. Se alegraban y se sentían vigorizados, pero al principio experimentaban cierta nostalgia.
El remedio para esta tristeza nos lo da la mujer foca cuando le dice a su hijo: "Yo siempre estoy contigo. Toca lo que yo he tocado, los palillos de encender el fuego, mi ulu, mi cuchillo, mis piedras labradas en figuras de nutrias y focas, y yo infundiré en tus pulmones un aliento para que puedas cantar tus canciones." (17) Sus palabras encierran una clase especial de promesa salvaje. Dan a entender que no debemos dedicar demasiado tiempo al inmediato anhelo de regresar. Tenemos que procurar, por el contrario, comprender estas herramientas e interactuar con ellas para percibir su presencia como si fuéramos la piel de un tambor golpeada por una mano salvaje.
Los inuit dicen que estas herramientas pertenecen a "una mujer de verdad". Son lo que necesita una mujer para "labrarse su propia vida". Su cuchillo corta, viste, libera, dibuja, hace que los materiales encajen. Su conocimiento de los palillos para encender el fuego le permite encender el fuego en las más adversas condiciones. Sus piedras labradas expresan su sabiduría mística, su repertorio curativo y su unión personal con el mundo del espíritu.
Utilizando la terminología psicológica, estas metáforas tipifican las fuerzas comunes a la naturaleza salvaje. En la psicología junguiana clásica, algunos podrían denominar este tándem el eje del ego-yo. En el argot de los cuentos de hadas el cuchillo es, entre otras cosas, una herramienta visionaria destinada a cortar la oscuridad y ver las cosas ocultas. Las herramientas para encender el fuego representan la capacidad de crear el propio alimento, de transformar la propia vida en una vida nueva, de repeler el negativismo inútil. Se pueden considerar la representación de un impulso innato que refuerza los materiales básicos de la psique. Tradicionalmente, los fetiches y talismanes ayudan a la heroína y al héroe de los cuentos de hadas a recordar la cercanía de las fuerzas del mundo espiritual.
Para una mujer moderna, el ulu, es decir, el cuchillo, simboliza la perspicacia, la disposición y la capacidad de alejarse de lo superfluo, de imponerse unos objetivos claros y de labrarse unos nuevos principios. La capacidad de encender el fuego representa su capacidad de levantarse después de un fracaso, de crear pasión en su propio nombre y de quemar algo hasta dejarlo reducido a cenizas en caso necesario. Las piedras labradas encarnan el recuerdo de su propia conciencia salvaje y su unión con la vida instintiva natural.
Como el hijo de la mujer foca, aprendemos que el hecho de acercarnos a las creaciones de la madre del alma es llenarnos de ella. Aunque la madre haya regresado junto a su pueblo, podemos percibir toda su fuerza mediante las capacidades femeninas de la perspicacia, la pasión y la unión con la naturaleza salvaje.
Su promesa es la de que si establecemos contacto con las herramientas de su fuerza psíquica, percibiremos su neuma; su aliento entrará en nuestro aliento y nos sentiremos llenas de un aire sagrado que nos permitirá cantar. Los inuit dicen que cuando se mezclan el aliento de un dios y el aliento de un ser humano, la persona crea una poesía profunda y sagrada (18).
Y esta sagrada poesía y estos cantos son lo que nosotras buscamos. Queremos pronunciar palabras poderosas y entonar cantos poderosos que se puedan oír en tierra y bajo el agua. Lo que nosotras buscamos es el canto salvaje, la posibilidad de utilizar el lenguaje salvaje que nos estamos aprendiendo de memoria bajo la superficie del mar. Cuando una mujer dice su verdad, cuando enciende su intención y su sentimiento y permanece en estrecho contacto con la naturaleza salvaje, canta y vive en el río del aliento salvaje del alma. El hecho de vivir de esta manera ya es un ciclo de por sí, un ciclo que debe prolongarse.
Por eso mismo Ooruk no intenta zambullirse de nuevo en el agua ni suplica ir con su madre cuando ésta se aleja a nado en el mar y se pierde de vista. Por eso se queda en tierra. Pero cuenta con la promesa. Cuando regresamos al ensordecedor ruido del mundo, sobre todo si hemos permanecido en cierto modo aisladas durante nuestro viaje a casa, las personas, las máquinas e incluso las conversaciones de los que nos rodean nos sonarán un poco raras. Esta fase del regreso se denomina "reentrada" y es algo natural. La sensación de encontrarnos en un mundo desconocido se disipa al cabo de unas horas o unos días. Después podremos pasarnos un buen período de tiempo en nuestra vida del mundo exterior, impulsadas por la energía que hemos recibido durante nuestra visita al hogar, y podremos practicar la unión provisional con el alma por medio de la soledad.
En el cuento, el hijo de la mujer foca empieza a utilizar su naturaleza medial. Se convierte en un tambor, un cantor, un narrador de cuentos. En la interpretación del cuento de hadas, el personaje que toca el tambor se convierte en el centro de cualquier cosa que la nueva vida o el nuevo sentimiento necesite para levantarse y reverberar. El tambor puede ahuyentar cosas y evocarlas. El cantor transmite mensajes entre la gran alma y el yo del mundo exterior. Por su naturaleza y su tono de voz puede desarmar, destruir, construir y crear. Dicen que el narrador de cuentos se ha acercado sigilosamente a los dioses y los ha oído hablar en sueños (19).
Por consiguiente, a través de todos estos actos creativos, el niño vive lo que la mujer foca le ha infundido con su aliento. El niño vive lo que ha aprendido bajo el agua, la vida de relación con el alma salvaje. Entonces nos sentimos rebosantes de redobles de tambor, de cantos, de cosas escuchadas y de nuestras propias palabras; de nuevos poemas, nuevas maneras de ver y nuevas maneras de actuar y de pensar. En lugar de procurar que "la magia se prolongue", nos limitamos simplemente a vivir. En lugar de oponer resistencia o atemorizarnos ante la tarea que hemos elegido, penetramos suavemente en ella; vivas, llenas de nuevos conocimientos y ansiosas de ver lo que ocurrirá a continuación. A fin de cuentas, la persona que ha regresado a casa ha sobrevivido a la experiencia de ser llevada al mar por los espíritus de la gran foca.
Notas
(17) En el cuento, el olor de la piel de foca hace que el niño experimente todo el impacto del profundo amor espiritual de su madre. Una parte de la forma del alma de su madre lo traspasa y le confiere conciencia sin hacerle daño. Todavía entre algunas familias inuit actuales, cuando muere un ser querido, las pieles, los gorros, las polainas y otros efectos personales del difunto son utilizados por los que todavía están vivos. La familia y los amigos lo consideran una transmisión de alma a alma, necesaria para la vida.
Creen que la ropa, las pieles y las herramientas del difunto conservan un poderoso vestigio de su alma.
(18) Mary Uukulat es mi fuente y me dio a conocer la antigua idea de que el aliento
está hecho de poesía.
(19) Ibíd.
No hay comentarios:
Publicar un comentario