lunes

LA RUEDA DE LA VIDA - ELIZABETH KÜBLER-ROSS



QUINCUAGÉSIMOCUARTA ENTREGA

TERCERA PARTE

                                                                                              
"EL BÚFALO".

                                            
30. LA MUERTE NO EXISTE (1)

Una amiga, enterada de que el trabajo se me acumulaba hasta el punto de que mis charlas estaban programadas con un año o dos de antelación, me preguntó una vez cómo organizaba mi vida, cómo tomaba las decisiones. Mi respuesta la sorprendió: "Hago lo que me parece correcto, no lo que se espera de mí."

Eso explicaba por qué continuaba hablando con mi ex marido. "Tú te divorciaste de mí, no yo de ti", le decía. Esa actitud mía fue la que me impulsó a hacer una parada no programada en Santa Barbara cuando me dirigía a Seattle a dar una conferencia. Repentinamente me entraron deseos de hacerle una visita a una vieja amiga.

Decisiones como esa eran de esperar en una mujer que predicaba que hay que vivir cada día como si fuera el último. Mi amiga se mostró encantada cuando la llamé por teléfono. Yo esperaba pasar una tarde agradable ante una taza de té. Pero cuando su hermana fue a recogerme al aeropuerto me dijo que había un cambio en los planes.

-¿Qué cambio?

-No quieren que te diga de qué se trata -me dijo, disculpándose.

El misterio se aclararía muy pronto. Mi amiga vivía con su mando, conocido arquitecto, en una hermosa casa estilo español. Salieron a recibirme a la puerta, me abrazaron y expresaron su alivio porque hubiera llegado. ¿Qué posibilidad había de que no llegara? Antes de que pudiera preguntarles si algo iba mal, me llevaron a la sala de estar y me instalaron en un sillón. El marido se sentó frente a mí, comenzó a mecerse y entró en trance. Yo miré a mi amiga con expresión interrogante.

-Es intermediario -me explicó. Al oír eso me tranquilicé, pensando que la confusión se aclararía sola, así que volví la atención a su marido. Este tenía los ojos cerrados y la expresión muy seria, y cuando el espíritu se apoderó de su cuerpo pareció envejecer unos cien años.

-Logramos traerte aquí -me dijo en tono apremiante, con una voz cascada por la edad, que no era la suya-. Es importante que no dejes las cosas para más adelante. Tu trabajo con la muerte y los moribundos ha acabado. Es hora de que comiences tu segunda misión. Nunca me había costado ningún esfuerzo el escuchar a los pacientes ni a los intermediarios de espíritus, pero a veces me llevaba más tiempo entender lo que decían.

-¿A qué se refiere con eso de mi segunda misión? -pregunté.

-Es hora de que digas al mundo que la muerte no existe -dijo.

Aunque los guías están aquí para ayudarnos a realizar nuestro destino y a cumplir las promesas que hemos hecho a Dios, protesté, necesitaba más explicaciones. Necesitaba saber por qué me habían elegido a mí. Al fin y al cabo en todo el mundo me conocían por "la señora de la muerte y los moribundos". ¿Cómo podía dar un giro y decir al mundo que la muerte no existe?

-¿Por qué yo? -pregunté-. ¿Por qué no elegir a un pastor, un sacerdote o alguna personasimilar?

El espíritu se impacientó. Rápidamente me recordó que yo había elegido mi trabajo en esta vida en la Tierra.

-Simplemente te digo que ha llegado el momento -me repitió. Me enumeró la larga serie de motivos por los que era yo y no otra persona la elegida para esta misión, aclarándolos uno a uno-: Ha de ser una persona perteneciente al campo de la medicina y la ciencia, no al de la teología ni la religión, porque estos no han hecho su trabajo y han tenido sobradas oportunidades durante los dos mil últimos años. Ha de ser una mujer y no un hombre. Además, ha de ser alguien que no tenga miedo, que llegue a muchas personas y que con sus explicaciones les transmita la sensación de que les habla personalmente [...] Esos son los motivos -concluyó-. Es la hora. Tienes muchísimo en que pensar.

De eso no me cabía duda. Después de tomar el té, y totalmente exhaustos física y emocionalmente, mi amiga, su marido y yo nos retirarnos a dormir. Cuando estuve sola en mi cuarto, comprendí que me habían llamado por ese motivo concreto, que nada ocurre por casualidad.

Además, ¿no me había dado las gracias Pedro por aceptar mi destino? Ya en la cama, pensé qué diría Salem sobre esa misión.

No bien había pensado eso cuando sentí que había otra persona en mi cama. Abrí los ojos.

-¡Salem! -exclamé.

Estaba oscuro, pero vi que se había materializado de cintura para arriba.

-La energía es tan densa en esta casa que he conseguido materializarme por un par de minutos -me explicó.

Me maravilló que hubiera aparecido sin la ayuda de B-j y eso me hizo sentirme menos dependiente de este último. Era evidente que B. ya no era el intermediario para esos momentos especiales.

-Felicitaciones por tu segunda misión, Isabel -añadió Salem con su voz profunda, que me era familiar-, mis mejores deseos para ti.

Antes de marcharse, me hizo un masaje en la columna y me indujo un profundo sueño.

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