martes

LA NUBE DEL NO-SABER - ANÓNIMO INGLÉS DEL SIGLO XIV

TRIGESIMOTERCERA ENTREGA


29 / Que el hombre ha de perseverar pacientemente en la obra de contemplación, soportando 
alegremente sus sufrimientos y sin juzgar a nadie

Quien desee recuperar la pureza del corazón perdida por el pecado y conservar esa integridad personal que está por encima de todo sufrimiento, ha de luchar pacientemente en la actividad contemplativa y mantenerse en el tajo, haya sido pecador habitual o no. Pecadores e inocentes sufrirán en esta tarea, aunque obviamente los pecadores sentirán más el sufrimiento. Sucede, sin embargo, con frecuencia, que muchos que han sido grandes y habituales pecadores llegan antes a la perfección de ella que aquellos que nunca han pecado gravemente. Dios es verdaderamente maravilloso al derramar su gracia en aquellos que elige; el mundo se queda abrumado, aturdido, ante un amor como este.

Y creo que el día del juicio final será realmente glorioso, pues la bondad de Dios brillará claramente en todos sus dones de gracia. Algunos de los que ahora son menospreciados o despreciables (y que quizá son pecadores inveterados) reinarán aquel día gloriosamente con sus santos. Y quizá alguno de los que nunca han pecado gravemente y que ante los demás aparecen como personas piadosas, venerados como buenos por otras personas, se encontrarán en la miseria entre los condenados.

Lo que quiero resaltar es que en esta vida ningún hombre puede juzgar a otro como bueno o malo por la simple evidencia de sus obras. Las obras en sí mismas son otra cuestión. Podemos juzgarlas como buenas o malas, pero no a la persona.



30 / Quién tiene el derecho de juzgar y censurar las faltas de los demás

Pero, podemos preguntar, ¿hay alguien que pueda juzgar la vida de otro hombre?

Sí, naturalmente, el que tiene la autoridad y la responsabilidad del bien espiritual de los demás puede con todo derecho censurar las obras de los hombres. Un hombre puede recibir oficialmente este poder por medio de un decreto y la ordenación de la Iglesia, o es posible que el Espíritu Santo pueda inspirar a un individuo particular bien fundado en el amor al asumir este oficio. Pero cada uno esté muy atento a no arrogarse a sí mismo el deber de censurar las faltas de los demás, porque está expuesto a un gran error. Otra cuestión es si en la contemplación un hombre realmente es inspirado a hablar.

Por eso te advierto que lo pienses dos veces antes de emitir un juicio sobre la vida de los demás hombres. En la intimidad de tu propia conciencia júzgate a ti mismo como te ves delante de Dios pero no te metas en la vida de los demás.

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