VIGESIMOQUINTA ENTREGA
CAPÍTULO 3
Los Estados-Nación Industriales (2)
b) Múltiple equívoco de Estados-Nación que no pasan el umbral (1)
Empecemos por la reseña de los Estados-Nación Industriales decimonónicos, es decir, clásicos. En Europa Occidental es donde surgen los primeros dos Estados-Nación Industriales, Gran Bretaña y Francia, que brindan una base relativamente suficiente a las industrias para un desarrollo a escala. Aparecen como los más cohesionados, amplios, bien poblados. Alrededor de 1820 Saint-Simon escribía sobre la sociedad industrial.
Gran Bretaña es la más poderosa e incomparable. Ya efectúa su salto industrial muy íntimamente ligada al mercado mundial que había ido formando el capitalismo comercial. Su industria tenía la amplia plataforma de un gran mercado interno de trabajadores libres, un espacio cultural homogéneo, que le daba el conjunto de recursos modernos que le permitían el despliegue mundial. Es cuando se asienta el mito que industrialización y protestantismo van juntos. G. D. H. Cole señala un hecho de interés:
El más cercano rival de la Gran Bretaña en la minería y en la producción industrial era Bélgica, Estado libre desde la revolución de 1830, en que aseguró su separación de Holanda. Los industriales belgas iban a la cabeza del resto de Europa continental por la aplicación de las nuevas técnicas productoras en las industrias textiles, en la minería del carbón y en la industria metalúrgica, y el capital inglés desempeñó un papel importante en el desarrollo de Bélgica. Pero este país, ya altamente industrializado, era demasiado pequeño para convertirse en un peligroso rival de Gran Bretaña, salvo en un área sumamente reducida de Europa Occidental.[4]
Bélgica había asentado su revolución industrial bajo la protección del bloqueo continental de Napoleón contra Inglaterra.[5]La Gran Bretaña protestante eclipsó a la pequeña Bélgica católica, a todos los efectos, a pesar de su nivel industrial similar. Hobsbawn en su obra Naciones y Nacionalismo desde 1780[6]señala que “el Dictionnaire politiquede Garnier-Pagés en 1843 juzgaba ‘ridículo’ que Bélgica y Portugal fuesen naciones independientes, porque eran evidentemente demasiado pequeñas” (p. 39). Hobsbawn dice que List
[…] formuló claramente una característica del concepto liberal de nación a la que normalmente no se prestaba la debida atención. Tenía que ser del tamaño suficiente para formar una unidad de desarrollo que fuese viable. Esto parecía demasiado obvio para requerir argumentos y raramente se razonaba (p. 39).
Acotemos que Bélgica se independizó como “Estado tapón” sostenido por Inglaterra, y cuyo operador principal fue el conocido Lord Ponsonby. Formaba parte del control inglés de las bocas del Rhin.
¿Qué es para Friedrich List una nación “normal”?
La nación normal posee una lengua y una literatura, un territorio provisto de numerosos recursos, extenso, bien delimitado, una población considerable; la agricultura, la industria manufacturera, el comercio y la navegación están en ella armoniosamente desarrollados; las artes y las ciencias, los medios de instrucción y la cultura en general, se encuentran a la altura de la producción material... Una población numerosa y un territorio vasto y provisto de variados recursos son elementos esenciales de una nacionalidad normal y las condiciones fundamentales, tanto de la cultura moral como del desarrollo material y de la potencia política. Una nación limitada en su población y en su territorio, sobre todo si habla un idioma particular, sólo puede ofrecer una literatura raquítica y establecimientos mediocres para el fomento de las ciencias y las artes. Un Estado pequeño no puede, dentro de su territorio, llevar a la perfección las diferentes ramas del trabajo. Toda protección constituye allí un monopolio privado. Sólo puede mantener penosamente su existencia mediante alianzas con naciones más poderosas, mediante el sacrificio de una parte de las ventajas de la nacionalidad y por medio de esfuerzos extraordinarios.[7]
Había pues un “principio de umbral”, al decir de Hobsbawn, para ser Estado-Nación Industrial. Con este paradigma cumplieron Alemania, Italia y Japón, por lo que fueron naciones “normales”. Y en cierto sentido nadie más. Así comenta el norteamericano James Kurth que nada equiparable ocurrió aparte de estos cinco Estados-Nación ejemplares: “Casi todo el resto del mundo nunca ha producido candidatos serios para el rango de Nación-Estado”.[8]Pocos eran normales, es decir, no alcanzaban la norma del umbral.
Notas
[4]G. D. H. Cole, Introducción a la Historia Económica, México, FCE, 1957, p. 83.
[5]Idem, p. 51.
[6]Eric Hobsbawn, Naciones y nacionalismo desde 1780, Barcelona, Crítica, 1992. Las siguientes citas de Hobsbawm corresponden a esta edición y solo llevan entre paréntesis el número de página.
[7]Friedrich List, Sistema Nacional de Economía Política, Madrid, Aguilar, 1955, pág. 154 (edición original de 1841).
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