VIGESIMOSEXTA ENTREGA
6. EL DESCUBRIMIENTO DE LA SOMBRA EN LA VIDA COTIDIANA (2)
William A. Miller
Analizar nuestras propias proyecciones
Una segunda forma de aproximarnos a la sombra personal consiste en examinar nuestras proyecciones. La proyección es un mecanismo inconsciente que acontece cuando se activa un rasgo o una característica de nuestra personalidad que permanece desvinculada de nuestra conciencia. Como resultado de la proyección inconsciente percibimos este rasgo en la conducta de los demás y reaccionamos en consecuencia. Así vemos en ellos algo que forma parte de nosotros mismos pero que no reconocemos como propio.
Las proyecciones pueden ser tanto negativas como positivas. La mayor parte del tiempo, sin embargo, lo que vemos en los demás son aquellos atributos que nos desagradan de nosotros mismos. Por consiguiente, para descubrir los elementos de la sombra debemos examinar qué rasgos, características y actitudes nos molestan de los demás y en qué medida nos afectan.
La manera más sencilla de llevar adelante este trabajo consiste en hacer una lista de las cualidades que nos desagradan de los demás como, por ejemplo, la vanidad, el mal humor, el egoísmo, la mala educación, la avaricia, etcétera. Una vez hecha la lista -que probablemente será muy larga- debemos seleccionar aquellas características que más odiemos, aborrezcamos o despreciemos. Por más difícil que nos resulte de creer -y aun más de asumir- este inventario final nos mostrará una imagen fidedigna de nuestra propia sombra personal.
Sí, por ejemplo, he anotado que la arrogancia me resulta insoportable y si además critico de manera inflexible este rasgo en los demás convendrá que analice mi propia conducta para ver en qué medida yo también soy arrogante.
Obviamente no todas nuestras críticas son proyecciones de rasgos propios indeseables pero cuando nuestra crítica es desproporcionada o excesiva podemos estar seguros de que algo inconsciente ha sido estimulado y reactivado. Como ya hemos dicho anteriormente, para que la proyección tenga lugar la persona sobre la que proyectamos debe presentar ciertos “garfios”. Si Jim es arrogante, por ejemplo, es bastante “razonable” que me sienta ofendido por su conducta pero cuando mi condena de Jim exceda a su falta no cabe la menor duda de que está en juego mi propia sombra personal.
Las situaciones conflictivas desatan emociones muy intensas proporcionándonos, por tanto, un terreno excepcional para la proyección de la sombra. En ellas podemos aprender muchas cosas sobre nuestra sombra ya que lo que censuramos en nuestros “enemigos” no es más que una proyección oscura de nuestra propia oscuridad.
Pero no sólo proyectamos cualidades negativas sobre los demás sino que también hacemos lo mismo con las positivas. En los demás también advertimos rasgos positivos propios que, por alguna razón, rechazamos y nos pasan, por tanto, desapercibidos.
No es extraño, por ejemplo, percibir cualidades positivas en los demás sin que exista la menor evidencia empírica que las sostenga. Eso suele suceder, por ejemplo, en el amor romántico y en aquellas ocasiones en las que valoramos positivamente a los demás. Los amantes, cautivos de su deseo por la persona amada, suelen proyectar sus atributos positivos sobre ella. En cierto modo, el rasgo proyectado debe estar ahí, de otra forma la proyección no tendría lugar, pero lo cierto es que la intensidad de la presencia real de ese rasgo en la persona amada suele diferir notablemente del grado en que lo percibe el amante. Susan, por ejemplo, proyecta la dimensión amable y generosa de su sombra sobre Sam y le alaba por su amabilidad, particularmente por su amabilidad hacia ella. Los amigos quizás traten de hacerle ver que, aunque Sam no sea egoísta ni avaricioso, sus demostraciones de amabilidad y generosidad son transitorias pero Susan, sin embargo, no quiere escucharles.
Una vez que hemos quedado “enganchados” de una cualidad positiva de otra persona podemos proyectar sobre ella todo tipo de cualidades positivas. Esto es algo que ocurre con cierta frecuencia en las entrevistas personales y se conoce con el nombre de “efecto halo”. En tal caso la proyección de las cualidades positivas del entrevistador sobre el entrevistado le proporcionarán una considerable evidencia de que se halla ante una persona casi perfecta.
Estos ejemplos ilustran situaciones problemáticas pero demuestran claramente el poder de las proyecciones positivas. Debemos comprender que nuestra sombra contiene tanto cualidades positivas como cualidades negativas. En este sentido, también resulta sumamente interesante enumerar las cualidades que más admiremos en los demás. Así, por ejemplo, cuando nos escuchemos decir: “Yo nunca podré ser así” haríamos bien en analizar esos rasgos porque es muy probable que formen parte de nuestra Sombra Dorada.
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