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primera edición 2007: Caracol al Galope / elMontevideano Laboratorio de Artes
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Isabelino Pena subió corriendo la escalinata de los Macabeos y al entrar al caserón con techos de medusa vio la alforja de Sara. ¿Habrá vuelto a enterrarse otra vez en la sheol, carajo?
-Cosita -gritó el viejo, juntando aire como si tuviera branquias y chorreara de horror en una red. -¿Dónde te metiste, mija?
-Arriba -demora muchísimo en contestar un gemido desde la torreta y acepto que la cosa viene cada vez peor.
El segundo gemido que se escuchó fue el de la cabra y el detective palpó la ropa sucia que se retorcía en las baldosas y preguntó cianóticamente:
-Querés que suba.
-No.
-¿Qué te pasa?
Pero ahora me contestan la cabra y el gallo y me erizo con ganas de pegarle un patadón a la alforja:
-¿Por qué no hablás, hermana? ¿Qué te pasa?
-Subí.
Isabelino Pena se acható el jopo con odio y trepó hasta el dormitorio donde agonizó la bestia de Tarso.
-Madre de Dios -la encuentro sangrando desnuda como el crucificado del día más triste de la humanidad, -¿Quién te mató sin que les hagas nada?
SARA 18: Y cuando Judas terminó de vomitar Esteban los arengó a seguir el martirologio renovador y anunciador de mejores gobiernos digitados y orquestados estratégicamente por su frialdad psicótica y al llegar a la puerta de Efraim el maestro perdió pie y los legionarios miraron al pueblo que entubaba el escarnio con mucho más fruición que misericordia y no hubo necesidad de levar a nadie porque Simón de Cirene salió corriendo a colaborar con el cumplimiento del destino del Cristo y se transformó en un símbolo inmortal y Judas seguía retorciéndose igual que una novia embarazada que babea nada más que arcadas de pavor y entonces viste a Rufo: y el muchacho de trencitas color miel se acercó a consolarte sin la piedad protocolar de las damas que le habían ofrecido vino mirrado al cordero y lo escucharon escupir sangre rechazándolo mientras ladraba Mujeres de Jerusalén no lloren por mí sino por ustedes mismas y por sus hijos pero no te dejaste abrazar y hasta lo arañaste chillando Ahora lo único que falta es que muera rezando Eloi Eloi lema sabactani y ni te diste cuenta que Almá seguía el viacrucis montada en Nazareno y agarrada de una mujer-muchacha de pómulos botticellianos y suaves ojos breves y una corona pozzoli de cerquillo desgreñado que abarrocaba con insondable belleza el mantón azabache: y hubo que perseguir corriendo al Iscariote que precisó zafarse varias veces de Esteban para invadir el Templo y desparramar los siclos en el mosaico ajedrezado y terminó recogiéndolos entre una chorrera de humillación porque casi lo echan a latigazos y al otro día el Valiente lo hizo recapacitar y compraron el campo.
Isabelino Pena estornudó sobre la fungosidad de la cama donde Sara de Corozain fue obligada a oralizar a la Bestia con doce años recién cumplidos y sin haber terminado de sufrir la niddah y se hincó templariamente:
-Pensé que estabas en Betania.
Y desde la prodigiosa cordillera chueca y de pezones frutales y gruta azul cobalto que parece rezumar la sangre de todos los pueblos emerge un soplo roto:
-Me escondí en el sepulcro del Maestro pero Dios no me ayudó a resucitar.
-Y ese sudor qué es.
-Demonio. Por eso huele a víbora. Una vez me curó Judas y otra Almá con un Padrenuestro, per ahora se acabó. No me quiero curar, compañero.
Isabelino miró el techo y levantó los bracitos como antes de dormir. Gracias por haberme aplacado la sed del vino y la del vaso, Señor.
-A ver, perfecta mía. Lo único que te pido es que tengas fe en mi lengua.
-Yo no sé lo qué es la fe.
-Y yo no voy a explicártelo. Lo único que te digo es que el amor es lo que mueve al sol y a las estrellas y que la vida nueva es eterna. Quieta, paloma mía. ¿Ya ni siquiera me conoces, Hija? Si soy tu cuerpo, que ha sufrido tanto.
El viejo le lamió los coágulos escamosos y hediondos a la muchacha hasta que el sol se puso color brasa y al final le besó el pelo sonriendo:
-Más limpia que un jazmín. Ahora te subo un poco de cordero y a otra cosa, mariposa.
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