jueves

ALBERTO METHOL FERRÉ - LOS ESTADOS CONTINENTALES Y EL MERCOSUR


DECIMOCTAVA ENTREGA

CAPÍTULO 2

¿Inactualidad del Estado-Nación? (2)

¿Cuál es entonces la salida? El criterio del bien común a largo plazo es “la lógica mundial como criterio básico” (p. 109). Y los Estados nacionales son cortoplacistas por las gentes que votan en su territorialidad acotada. “Para los Estados-Nación, y en especial para sus líderes, el interés fundamental sigue siendo la protección: del territorio, de los recursos, de los puestos de trabajo, de la industria, incluso de la ideología” (p. 109). Entonces ¿quiénes pueden ejercer la “lógica mundial como criterio básico”? Omhae responde: los “Estados-Región”:
En la economía globalizada las líneas divisorias corresponden a los Estados-Región definidos no por sus fronteras políticas, sino por el hecho que tienen el tamaño y la escala adecuados para ser verdaderas unidades operativas en la economía mundial actual. Las suyas son las fronteras —y las conexiones— que importan en un mundo sin fronteras (p. 20).
Estas son “las más centradas unidades geográficas —Hong Kong, por ejemplo, y el estrecho adyacente de China del Sur, o la región de Kansai, en torno a Osaka, o a Cataluña” (p. 20). La enumeración podría continuar con otros ejemplos como ser “norte de Italia, Baden-Wurtemberg, Gales, San Diego, Tijuana, Silicon Valley, Bahía de San Francisco, San Pablo, etcétera, etcétera.” (p. 110):
Estos Estados-región pueden o no encontrarse dentro de las fronteras de una nación determinada. En términos prácticos no tiene ninguna importancia. Al igual que Singapur, muchos son, en realidad, Ciudades-Estado que han renunciado voluntaria y explícitamente a algunas de las galas propias de los Estados-Nación, a cambio de poder disfrutar de una capacidad (relativamente) libre de trabas para aprovechar las cuatro “íes” de la economía mundial (p. 111).
La solución propuesta es que los Estados-nación concedan autonomía a sus avanzados Estados-región a fin que pongan “en primer lugar a la lógica mundial y para operar como puntos de entrada de la economía mundial” (p. 192). Una estratégica y pequeña élite de Estados-Región cosmopolitas, minúsculos en relación a la población mundial, que irían derramando el progreso y la prosperidad sobre la multitud secundaria de los Estados-Nación. Estos pasarían al plano receptor y nocturno de la dinámica histórica. El crecimiento de los “focos” globalizadores iría ocupando libremente cada vez más el conjunto de la Tierra.
Esta propuesta final de Ohmae es una mera enunciación utópica de superar al Estado-Nación. Es la utopía de una red globalizada de “Estados-Ciudad posmodernos” como una especie de “red de zonas francas” que irían derramando su progreso sin trabas, sobre los Estados-Nación atrasados y trabados por las democracias electorales.
Demás está decir que los Estados-Región de Ohmae están en las antípodas de los Estados-Región de Felipe Herrera. Son dos visiones radical y perfectamente contradictorias. Usan un mismo nombre con significados opuestos. Lo que en Herrera es ampliación en Ohmae es contracción. Lo de Herrera supone en cierto sentido vastos “círculos históricos-culturales” de un modo cercano a Samuel Huntington, en cambio para Ohmae sólo valen las redes plenamente cosmopolitas y no los grandes círculos culturales, contraponiéndose directamente con Huntington. Ohmae transforma fragmentos de la realidad en una lógica utópica. Hace una “utopía economicista” de consultor de empresas, distante del realismo empresarial. Pero es significativo de un clima propio de los años noventa. Por eso nos hemos detenido aquí un poco demás.

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