jueves

MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS - CLARISSA PINKOLA ESTÉS



OCTAGESIMOTERCERA ENTREGA

CAPÍTULO 9

La vuelta a casa: El regreso a sí misma

La pérdida de la piel (2)

Tradicionalmente solemos compensar la pérdida de un hábitat más sereno tomándonos unas vacaciones que deberían ser un placer, sólo que muchas veces no lo son. Podemos compensar nuestras discordancias de los días laborables procurando eliminar las cosas que nos tensan los músculos trapecios y deltoides y los convierten en unos dolorosos nudos.

Todo eso está muy bien, pero, para la psique del alma Y del yo, las vacaciones no equivalen a un refugio. El tiempo libre o el descanso no son lo mismo que regresar a casa. La tranquilidad no es lo mismo que la soledad. Para empezar, podemos reprimir esta pérdida de alma manteniéndonos muy cerca de la piel. Observo en el ejercicio de mi profesión que en las mujeres de talento el robo de la piel del alma puede producirse por medio de relaciones con personas que tampoco están en las pieles que les corresponden y de otras relaciones decididamente peligrosas. Hace falta mucha fuerza de voluntad para superar estas relaciones, pero se puede hacer, sobre todo si, como en el cuento, la mujer despierta a la voz que la llama a casa y le pide que regrese al yo esencial donde su sabiduría inmediata está entera y es accesible. A partir de ahí una mujer puede decidir con más perspicacia lo que tiene que hacer y lo que quiere hacer.

El grave robo de la piel del alma también se puede producir de una manera más sutil por medio del robo de los recursos y el tiempo de una mujer. El mundo se siente solo y necesita el consuelo de las caderas y los pechos de las mujeres. Y lo pide con mil manos y millones de voces, nos hace señas, tira de nosotras y suplica nuestra atención. A veces parece que dondequiera que miremos hay alguien o algo del mundo que necesita, quiere y desea. Algunas personas, cuestiones y cosas del mundo son atrayentes y encantadoras; otras pueden ser exigentes y desagradables; y otras están tan conmovedoramente desvalidas que, en contra de nuestra voluntad, nuestra empatía se desborda y la leche nos baja por el vientre.

Pero, a no ser que se trate de una cuestión de vida o muerte, tómatelo con calma, busca tiempo para "ponerte el corsé de acero" (6). Deja de detenerte a cada paso para ayudar a los demás. Dedícate a la tarea de regresar a casa. Sabemos que la piel se puede perder por culpa de un amor devastador y equivocado, pero también se puede perder con un amor profundo y acertado. El robo de la piel de nuestras almas no se debe exactamente a la adecuación o inadecuación de una persona o cosa sino al coste que estas cosas tienen para nosotras.

Es lo que nos cuesta en tiempo, energía, observación, atención, vigilancia, estímulo, instrucción, enseñanza, adiestramiento. Estos movimientos de la psique son como reintegros en efectivo de la caja de ahorros de la psique. Pero no se trata de estos cuantiosos reintegros en efectivo en sí mismos, pues éstos son una parte importante del toma y daca de la vida. La causa de la pérdida de la piel y del debilitamiento de nuestros más agudos instintos es el hecho de tener la cuenta al descubierto. La falta de nuevos depósitos de energía, conocimientos, reconocimiento, ideas y emoción es la causa de que una mujer se sienta morir psíquicamente.

En el cuento, cuando la joven mujer foca pierde la piel, está entregada a una hermosa tarea, la tarea de la búsqueda de la libertad. Baila sin cesar y no presta atención a lo que ocurre a su alrededor. Cuando estamos en la naturaleza salvaje que nos corresponde, todas sentimos la alegría de la vida. Es una de las señales de que estamos cerca de la Mujer Salvaje. Todas entramos en el mundo en condiciones de bailar. Y siempre empezamos con la piel intacta.

Pero, por lo menos hasta que adquirimos una mayor conciencia, todas pasamos por esta fase de individuación. Todas nos acercamos a nado a la roca, bailamos y no prestamos atención. Es entonces cuando aparece el aspecto más engañoso de la psique y, de pronto, en algún lugar del camino, buscamos lo que nos corresponde o el lugar al que correspondernos nosotras y ya no lo podemos encontrar.

Entonces se esfuma y se oculta misteriosamente el sentido del alma. Y nosotras vagamos sin rumbo y medio aturdidas. No es bueno tomar decisiones cuando estamos aturdidas, pero las tomamos. Sabemos que las decisiones equivocadas se producen de distintas maneras. Una mujer se casa prematuramente. Otra se queda prematuramente embarazada. Otra se va con una pareja inadecuada. Otra entrega su corazón a cambio de
"tener cosas". Otra se deja seducir por toda una serie de ilusiones, otra por promesas, otra por "demasiada bondad" y escasez de alma, otra por exceso de ligereza y falta de robustez. Y en los casos en que la mujer va medio despellejada, ello no se debe necesariamente a que sus decisiones sean erróneas sino más bien a que ha permanecido demasiado tiempo lejos de su hogar espiritual, se ha secado y no le sirve de nada a nadie y tanto menos a sí misma. Hay cientos de maneras de perder la piel del alma.


Si ahondarnos en el símbolo del pellejo animal, descubrimos que en todos los animales, incluidos los seres humanos, la erección capilar -los pelos de punta- se produce como respuesta a lo que se ve y a lo que se siente. Los pelos erizados del pellejo envían un "estremecimiento" a través de la criatura y despiertan recelo, cautela y otras manifestaciones defensivas. Entre los inuit se dice que tanto el pelaje como las plumas tienen la capacidad de ver lo que ocurre en la distancia y que ésta es la razón de que el angakok, el chamán, lleve encima muchas pieles y muchas plumas, para tener cientos de ojos Y poder desentrañar mejor los misterios. La piel de foca es un símbolo del alma que no sólo proporciona calor sino que, además, nos ofrece a través de su visión un temprano sistema de alarma.

En las culturas cazadoras, el pellejo equivale al alimento por tratarse del producto más importante para la supervivencia. Se utiliza para hacer botas, forrar parkas, impermeabilizar las prendas y evitar que el hielo entre en contacto con la cara y las muñecas. El pellejo mantiene secos y a salvo a los niños pequeños, protege y calienta los vulnerables vientres, espaldas, pies, manos y cabeza de los seres humanos. Perder el pellejo es perder la protección, el calor, el precoz sistema de alarma, la vista instintiva. Psicológicamente, estar sin pellejo induce a una mujer a hacer lo que cree que debe hacer y no ya lo que sinceramente desea. La induce a seguir cualquier cosa o a cualquier persona que le parezca la más fuerte, tanto si le conviene como si no, Entonces salta mucho y mira poco. Se muestra graciosa en lugar de incisiva, rechaza y aplaza las cosas entre risas. Se abstiene de dar el siguiente paso, de hacer el necesario descenso y de permanecer allí abajo el tiempo suficiente como para que ocurra algo.


Vemos por tanto que en un mundo que valora a las mujeres acosadas que se entregan a incesantes actividades, el robo de la piel del alma es muy fácil, hasta el punto de que el primer robo suele producirse entre las edades de siete y dieciocho años. Para entonces casi todas las jóvenes ya han empezado a bailar en la roca del mar. Para entonces casi todas ellas habrán buscado la piel del alma pero no la habrán encontrado donde la dejaron. Y aunque en un principio tal cosa esté aparentemente destinada a favorecer el desarrollo de una estructura medial de la psique -es decir, la capacidad de aprender a vivir en el mundo espiritual y también en la realidad exterior-, demasiado a menudo semejante finalidad no se cumple y tampoco se cumple el resto de la experiencia de la iniciación, por lo que la mujer vaga por la vida sin piel.

Aunque hayamos intentado impedir el robo cosiendo prácticamente nuestra persona a la piel de nuestra alma, muy pocas mujeres alcanzan la mayoría de edad con algo más que unos pocos mechones del pellejo original intactos. Apartamos a un lado nuestros pellejos mientras danzamos. Aprendemos a conocer el mundo pero perdemos la piel. Descubrimos que sin la piel empezamos a marchitarnos lentamente. Puesto que casi todas las mujeres han sido educadas de tal forma que puedan soportar estoicamente estas cosas tal como hicieron sus madres, nadie se percata de que se está produciendo una muerte hasta que un día...

Cuando somos jóvenes y nuestra vida espiritual choca con los deseos y las exigencias de la cultura y del mundo, nos sentimos realmente encalladas muy lejos de nuestro hogar. Pero de mayores nos seguimos apartando cada vez más de nuestro hogar como consecuencia de nuestras decisiones acerca del quién, qué, dónde y durante cuánto tiempo. Si jamás nos han enseñado a regresar al hogar espiritual, repetimos hasta el infinito el "robo y la errante búsqueda de la pauta perdida". Sin embargo, aunque nuestras decisiones erróneas hayan sido la causa de nuestro extravío -en un lugar demasiado alejado de aquello que necesitamos-, no hay que perder la esperanza, pues el interior del alma contiene un indicador automático de ruta. Todas podemos encontrar el camino de regreso.

Notas

(6) "Ponerse el corsé de acero" es una frase forjada por Yancey Ellis Stockwell, una extraordinaria terapeuta y narradora de cuentos.

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