miércoles

MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS - CLARISSA PINKOLA ESTÉS



OCTOGESIMOCUARTA ENTREGA

CAPÍTULO 9


La vuelta a casa: El regreso a sí misma


El hombre solitario

En un cuento muy parecido al núcleo del relato que aquí nos ocupa, la protagonista es una mujer que intenta seducir a una ballena macho para que copule con ella, robándole la aleta. En otros cuentos la criatura que nace es a veces un pez hembra y a veces un pez macho. A veces el viejo del mar es una venerable anciana. Puesto que en los cuentos se registran muchos cambios de sexo, la masculinidad o la feminidad de los personajes son mucho menos importantes que el proceso propiamente dicho.

Por consiguiente, vamos a suponer que el hombre solitario que roba la piel de foca representa el ego de la psique de una mujer. La salud del ego suele estar determinada por la habilidad con la que una persona mide los límites del mundo exterior, por la fortaleza de la propia identidad, por la capacidad de distinguir el pasado, el presente y el futuro y por la coincidencia de las propias percepciones con la realidad consensual. Un tema eterno de la psique humana es la rivalidad entre el ego y el alma por el control de la fuerza vital. Al principio de la vida suele dominar el ego con sus correspondientes apetitos; siempre está cocinando algo que huele muy bien. En este período, el ego es muy musculoso, por cuyo motivo relega al alma a las tareas auxiliares de la cocina del patio de atrás.

Pero en determinado momento, a veces hacia los veintitantos años, otras veces a los treinta y tantos y más a menudo a los cuarenta y tantos años, aunque algunas mujeres no están auténticamente preparadas a los cincuenta, los sesenta, los setenta o los ochenta y tantos años. Permitimos finalmente que el alma lleve la delantera. El poder se aleja de las bobadas y las estupideces y se desplaza hacia la espiritualidad. Y, a pesar de que el alma no mata el ego para asumir la delantera, se podría decir que lo destituye y le asigna en la psique una tarea distinta que consiste esencialmente en someterse a sus intereses.

Desde el momento de nacer, existe en nuestro interior el salvaje impulso de que nuestra alma gobierne nuestra vida, pues la comprensión de que es capaz el ego resulta bastante limitada. Imaginemos al ego sujeto con una permanente correa relativamente corta; sólo puede penetrar hasta cierto punto en los misterios de la vida y el espíritu. Por regla general, se asusta, pues tiene la mala costumbre de reducir cualquier numinosidad a un "eso no es más que". Exige hechos observables.


Al ego no le suelen sentar bien las pruebas de carácter sentimental o místico. Por eso está solo y es muy limitado en las elaboraciones de esta clase y no puede participar por entero en los más misteriosos procesos del alma y la psique.

Y, sin embargo, el hombre solitario anhela el alma y distingue vagamente las cosas espirituales y salvajes cuando las tiene cerca. Los términos "alma" y "espíritu" se suelen usar indistintamente, pero en los cuentos de hadas el alma siempre es el pro-gynitor y el progenitor del espíritu.

En la hermenéutica arcana, el espíritu nace del alma. El espíritu hereda la materia o se encarna en ella para averiguar datos acerca del mundo y transmitirlos al alma. Cuando no hay interferencias, la relación entre el alma y el espíritu es perfectamente simétrica y el uno enriquece al otro. El alma y el espíritu constituyen una ecología, como en un estanque en el que las criaturas de abajo alimentan a las de arriba y las de arriba alimentan a las de abajo.

En la psicología junguiana, el ego se suele describir como una pequeña isla de conciencia que flota en un mar de inconsciencia. Sin embargo, en el folclore el ego se representa como una criatura voraz simbolizada a menudo por un ser humano o un animal no demasiado inteligente, rodeado por unas fuerzas que lo desconciertan y a las que intenta dominar. A veces el ego consigue dominarlas de una manera extremadamente brutal y destructiva, pero al final, gracias a los progresos del héroe o de la heroína, suele perder la partida en su intento de hacerse con el dominio.

En los comienzos de la vida de una persona el ego siente curiosidad por el mundo del alma, pero se preocupa más a menudo por la satisfacción de sus propios apetitos. El ego nace al principio en nosotros como potencial, y el mundo que nos rodea es el que lo configura, desarrolla y llena de ideas, valores y deberes: nuestros padres, nuestros profesores, nuestra cultura. Y así debe ser, dado que se convierte en nuestra escolta, nuestro blindaje y nuestro explorador en el mundo exterior. No obstante, si no se permite que la naturaleza salvaje se irradie hacia arriba a través del ego, confiriéndole color, jugo y capacidad instintiva de reacción, por más que la cultura apruebe lo que se haya inculcado en este ego, el alma no aprueba, no puede ni jamás podrá aprobar el carácter incompleto de semejante trabajo.

El hombre solitario del cuento intenta participar en la vida del alma, pero, como el ego, no está especialmente capacitado para ello y trata de apoderarse del alma en lugar de desarrollar una relación con ella. ¿Por qué razón roba el ego la piel de foca? Como todas las cosas hambrientas o solitarias, ama la luz. Cuando ve la luz y la posibilidad de acercarse al alma, se acerca a ella reptando y le roba uno de sus camuflajes esenciales. No puede evitarlo. El ego es como es; se siente atraído por la luz. Aunque no pueda vivir bajo el agua, ansía relacionarse con el alma. El ego es muy tosco en comparación con el alma. Su manera de hacer las cosas no suele ser sensible ni evocadora. Pero siente una ligera atracción –que apenas comprende- por la belleza de la luz. Y eso, de alguna manera y durante algún tiempo, lo tranquiliza.

Por consiguiente, nuestro ego-yo hambriento de alma roba el pellejo. "Quédate conmigo -susurra el ego-. Yo te haré feliz, aislándote de tu yo-alma y de tus ciclos de regreso a tu hogar del alma. Te haré muy feliz. Quédate, por favor." De esta manera, tal como corresponde al comienzo de la individuación femenina, el alma se siente obligada a establecer una relación con el ego. La función mundana del servilismo del alma con respecto al ego se produce para que aprendamos cómo es el mundo y la manera de adquirir cosas, de trabajar y de distinguir lo bueno de lo no tan bueno, para que sepamos cuándo movernos, cuándo estarnos quietas y cómo convivir con otras personas, y para que aprendamos la mecánica y las intrigas de la cultura, la manera de conservar un empleo y de sostener en brazos a un niño, de cuidar el cuerpo y encargarnos de los negocios, es decir, todas las cosas del mundo exterior. El propósito inicial del desarrollo de esta importante estructura en el interior de la psique femenina -el matrimonio de la mujer foca y el hombre solitario, un matrimonio en el que ella desempeña una tarea decididamente servil- es la creación de un apaño temporal que en último extremo dará lugar a la aparición del hijo espiritual capaz de convivir y desplazarse entre el inundo exterior y el salvaje. Una vez ha nacido, se ha desarrollado y se ha iniciado, este hijo simbólico aflora a la superficie del mundo exterior y entonces se produce la curación de la relación con el alma. Aunque el hombre solitario, es decir, el ego, no pueda ejercer perennemente su dominio -pues algún día tendrá que someterse a las exigencias del alma durante todo el resto de la vida de la mujer-, por el solo hecho de vivir con la mujer foca / mujer-alma, se ha contagiado de su grandeza y ello basta para que se sienta satisfecho, enriquecido y humillado al mismo tiempo.

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