domingo

MARK STRAND


LA OBLIGACIÓN DE CONTINUAR SIENDO UN POETA ES UNA FORMA DE SERVIDUMBRE

por Ezequiel Zaidenwerg


PRIMERA ENTREGA
A poco de mudarme a Nueva York, me enteré de una extraña coincidencia: Mark Strand ofrecería una lectura en la famosa librería homónima. Terminado el evento, me acerqué con timidez a él para pedirle una entrevista. Viéndose obligado, o tal vez conmovido por mi inglés, que había retrocedido por los nervios a un balbuceo primitivo, Strand me dio su e-mail. Luego de un intercambio epistolar algo enigmático, en el que confirmaba la entrevista, pero no fijaba la fecha, conseguí acordar un encuentro, que sería en un parque infantil, en Chelsea, el viernes anterior a la cólera de Sandy: un clima de catástrofe inminente, pero lejana aún, en consonancia con el mundo poético de Strand.
La charla, que duró una hora y media, tuvo lugar en un pequeño playground: cuando llegamos, no había nadie allí, pero pronto empezaron a llegar los niños, que corrían y chillaban a nuestro alrededor; y para proteger la voz de Strand, serena y reflexiva, nos teníamos que trasladar de un banco a otro. Esta entrevista repasa su carrera, desde su iniciación como pintor y sus comienzos en la poesía, hasta su libro más reciente, Casi invisible, que anuncia su retiro.
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Debo confesar que me siento un poco intimidado… 
No lo estés.

… porque has dicho que no quieres encontrarte con tus lectores.
Me encuentro con algunos de ellos, ya sabes. Pero si pensara mientras estaba escribiendo un poema en que iría a encontrarme con el lector del poema, eso sería como un plato extra en una comida… creo que sería demasiado. Pienso que mis poemas son una cosa y yo otra, y creo que los lectores con frecuencia, teniendo a mano solo el poema, empiezan a crear un mito acerca del escritor del poema, y se van a sentir completamente decepcionados al conocer al escritor, porque él o ella no es aquel personaje de sueño en que ellos desesperadamente quieren creer.    

Se me ocurre que algunos lectores creen que el autor como un personaje parecido a Dios, y que otros sólo sienten curiosidad por tu oficio, por cómo haces tus cosas, cuáles son tus ideas acerca de tu propio trabajo…
Es decir, eso lo tengo resuelto… de alguna manera. La gente me pregunta cosas como: “¿De dónde te vienen tus ideas?” No tengo la menor idea. Sólo aparecen en mi cabeza. Inspiradas por una sola palabra, hasta por una única sílaba, o por todo un ensayo, o una oración o una pequeña conversación ajena oída en el metro. Puede ser cualquier cosa. 

¿Cómo empezaste a leer poesía? ¿Fue un descubrimiento o un gusto adquirido? 
Creo que fue un gusto adquirido. De pequeño no era lector; de hecho lo que tenía era afición por los juegos y después por los deportes. Fantaseaba con ser un gran jugador de básquet, de béisbol, y participaba en toda clase de deportes, pero como sucede a muchos chicos, yo tenía una idea exagerada de mis habilidades. Era algo mejor que el promedio pero definitivamente no tenía futuro alguno como deportista profesional, algo que, por supuesto, de chico creía cierto. Practicaba y practicaba y pensaba que inevitablemente llegaría a ser un valioso jugador en la NFL o en la NBA. Pero la lectura vino tarde, en la medida en que yo no estaba interesado en la escuela y no era un estudiante competitivo… No quería obtener las mejores calificaciones. Mis padres hubiesen preferido un muchacho alocado por sobresalir y que tuviera puesta la mente en llegar a ser doctor o abogado u otra clase de profesión que le permitiera una vida confortable. No fue sino hasta que mis padres se mudaron a Sudamérica y yo estuve con ellos parte de aquel periodo…

¿Qué edad tenías? 
En mi primer viaje tenía catorce. Y estaba muy solo, no conocía a nadie…

¿En qué parte de Sudamérica? 
Un verano fue Santiago de Cuba y luego Barranquilla, Colombia, y empecé a leer un poco…

¿Para combatir de alguna manera la soledad? 
Sí, creo que la soledad, pero también hay que decir que la mayor parte del tiempo estaba bastante enfermo, tuve cuatro veces neumonía de niño, lo que implicó que permaneciera en cama un montón de tiempo y escuchara radionovelas y tuviera una colección de estampillas, pero mucho de aquel tiempo…  
¿Eso fue en Canadá?
No, eso fue en New York, no en la ciudad misma sino en los suburbios. Mi pasado canadiense pertenece sólo a los primeros cuatro años y medio de mi vida, y cada verano hasta que cumplí cerca de trece, cuando entra Sudamérica en la vida de mis padres y, ya sabes, en consecuencia, en la mía. Así que comencé a leer, primero lentamente, y luego para cuando ya tenía dieciséis o diecisiete leía un montón…  Hemingway y Faulkner, Thomas Wolfe, escritores de ese tipo, ficción, no leía poesía. No fue hasta que asistí a la universidad que comencé con la poesía, que me interesé por ella…

¿Pero fue como un rayo que cayó sobre ti, algo como: “Oh, descubrí algo nuevo”, o más bien fue tomando forma dentro de ti?
Fue tomando forma. Lo que quería en realidad era ser pintor. Pensaba que en eso me iba a convertir, para preocupación y tristeza de mis padres.  Así que, cuando finalmente les anuncié que iba a ser poeta, tenía como 24 ó 25 años, estuvieron realmente sorprendidos y creo que también descorazonados, porque pensaban que iba a sufrir rechazos y decepciones y que no sería capaz de ganarme la vida y que, ya sabes, toda esta frustración me llevaría a la bebida, a las drogas y al suicidio. La pesadilla de todos los padres, pienso, es tener a un hijo que decide a los 24 convertirse en poeta. De cualquier modo, cuando ya leía, una cosa grande me sucedió, fue en México, y yo tenía 19, mis padres guardaban en su biblioteca los Veinte poemas y una canción desesperada de Neruda, y yo los leí.   

¿En español? 
Sí. Y pensé: “Esto es muy bueno”. Pero yo no escribía.

¿Entonces dirías que el primer libro de poemas que encendió en ti el interés por la poesía fue Veinte poemas y una canción desesperada de Neruda?
Sí, sí. En mi último año de secundaria, antes de eso, leíamos algunos poemas, y leí por entonces a Paul Éluard, Louis Aragon, traducidos, y el famoso poema de Wallace Stevens, Thirteen Ways of Looking at a Blackbird… Eso quedó en mi mente. Y… bueno, quiero decir que existía en mí entonces un interés por la poesía pero no era muy fuerte, era muy… no es que tratara de ocultarlo, sólo que estaba realmente interesado en la pintura. Comencé a escribir poesía de forma seria cuando asistí a la escuela de arte a estudiar pintura con Josef Albers… 

¿Yale?

Yale. Tenía 22. Y empecé a escribir algunos poemas, que no eran buenos. Pero yo… Me iba muy bien en los cursos, quiero decir, muchos de mis maestros comenzaban a pensar en mí no sólo como pintor sino como alguien que podría escribir.

Pero también como pintor. ¿Te respetaban tus maestros como pintor?
Sí. Pero yo no me respetaba a mí mismo como pintor. Pensaba que había otros estudiantes que eran mucho mejores, y yo estaba buscando un medio de salir de eso, y la poesía parecía proporcionarme un medio para salir, a pesar de que mis poemas eran muy malos. Publiqué algunos poemas en la Yale Literary Magazine y luego en 1958 publiqué un poema en la Yale Review, era un poema malísimo, nunca lo volví a publicar, pero se trataba de una revista de alcance nacional, ya sabes, así que seguí escribiendo y me fui a Europa con una beca Fulbright, se suponía que a estudiar poesía italiana del siglo diecinueve.

¿Y qué terminaste estudiando en lugar de eso?
Bueno, terminé escribiendo poesía, y no estudiando… Leí a Montale, leía a Quasimodo y Ungaretti y Pallazzeschi.

¿En italiano?
Bueno, en traducciones inglesas. No sabía italiano, quiero decir, tenía siempre traducciones al inglés conmigo. Leí a Leopardi… No me gustó entonces, pensaba que era un tristón, quiero decir, le faltaba lo que yo pensaba era el ingrediente más importante que podía tener un poema, la ironía… ¡Leopardi carecía de ella! Bueno, eso me afectó. Así que… Y después se convirtió en uno de mis poetas favoritos.

¿Aún sigue siendo uno de tus poetas favoritos? 
Oh, ha escrito algunos poemas increíblemente bellos, sí. 

¿Y sobre Montale?
No me siento atraído por Montale, como tantos otros. Quiero decir, tiene poemas maravillosos como “L´anguilla” o “Dora Markus”, pero yo… Hay ciertos poemas herméticos de Ungaretti que me gustan y aun Quasimodo escribió algunos muy buenos poemas breves. Y sí, Montale es una gran poeta… más importante para mí en ese entonces era, por supuesto, García Lorca. 

¿Cómo descubriste a García Lorca? 
Bueno, en el estudio de mis padres, ya sabes, cuando estaba en México, a los 19, nunca olvidé a Lorca. Claro que mis padres eran de izquierdas, de hecho eran comunistas, así que tenían un libro con el título de Let the Rail Splitter Awake, y que era el Alturas de Macchu Picchu de Neruda…

¿Quiénes dirías que fueron tus autores formativos, aquellos de los que aprendiste?
Bueno, pienso que Elizabeth Bishop, Robert Lowell, en mis primeros veinte años, W. H. Auden, Louis McNiece, Dylan Thomas. Estas fueron las influencias tempranas en adelante. Y luego, un poco más tarde, empecé a leer a Alberti y a traducirlo, como medio para mejorar mi propia poesía. Es aquí donde empiezo a escribir poemas. Y encontré en Sobre los ángeles a un libro muy próximo a mí, muy unificado, y sentí que podía traducirlo y, a pesar de que había traducciones de otros poemas muy buenos, a mí me gustaba A cal y canto. Me gusta esa obra temprana, no me entusiasma mucho la obra posterior. Lo que vale también para Neruda, la obra posterior, excepto Isla negra… Creo que Neruda es un poeta del amor, del mismo modo que lo era Apollinaire. 

Has mencionado a los poetas franceses. Apollinaire, Éluard, Aragon…
Bueno, los leía de chico porque estaban en una antología que leía…

Y es que el surrealismo es algo que ha sido frecuentemente asociado con tus escritos, o se ha dicho que tus poemas tienen esta influencia surrealista…
No soy un surrealista, no tengo ningún programa. No soy un poeta de la naturaleza que decidió volverse surrealista, no tengo ninguna decisión en este asunto, así que supongo que soy un fantasista. Escribo de la manera que escribo, no puedo escribir de otra forma, no es una decisión intelectual. Creo que el surrealismo está perjudicado por la parte intelectual que lo rodea, ya sabes, ese a veces estúpido manifiesto.   

¿Y quiénes son los escritores a lo que continúas volviendo, los poetas que relees?
Walt Whitman. Emily Dickinson, bueno, estoy leyendo a Emily Dickinson ahora. Ya sabes, no leo ahora tanta poesía. Intento releer a Homero y releo a Virgilio, La Eneida, y estoy obligado a leer las obras de una buena cantidad de poetas contemporáneos, porque algunos son amigos míos y publican libros. Y yo leo sus obras. Y tengo amigos que son jóvenes poetas, y que quieren que lea lo que escriben, cosa que hago.

¿Y eres muy duro en tus críticas? 
¡No! Se me conoce como un profesor duro, muy directo, honesto. Pero mis amigos… Bueno, no hablamos de ello… Me dan sus obras y las leo, pero no las comentamos. Creo que asumimos que nos gusta y no tiene sentido asumir otra cosa… De otra forma se pondría en riesgo nuestra amistad.  

¿Y cuán jóvenes son esos poetas?
Bueno, los jóvenes pueden tener 25 ó 26, pueden tener 35, 40 ó 50. Por supuesto mis amigos que son poetas están en el rango de los 60 y 70 años.

¿Hay algún joven poeta estadounidense que puedas recomendar, que pienses que es particularmente bueno? 
Hay una chica llamada Joanna Klink que creo que es muy buena. Hay uno cuya obra acabo de leer, no lo conozco, se llama D. A. Powell, sus poemas me parecieron excelentes pero no recuerdo el título del libro.

Así que sigues leyendo a gente joven.
Bueno, trato de hacerlo, pero también leo un montón de novelas y ensayos, leo el New York Review of Books. Ah, y estoy leyendo uno que considero el libro más sorprendente que he leído en años, de una poeta, una mujer de nombre Sarah Arvio, que ha vivido en México, es traductora de las Naciones Unidas, habla fluido el español y acaba de hacer una gran traducción del Romancero Gitano, y ha escrito un libro que se llama Night Thoughts… Es el libro de poesía y prosa juntas más original y asombroso que creo haber leído. Pero ella debe de estar en sus cincuentas.  

Entonces no es tan exacto decir que ya no lees poesía.
No, quiero decir, eso sería demasiado… Primero, que sería falso, porque de hecho leo algo de poesía, pero sería un rechazo demasiado grande de la poesía, no pretendo hacer a un lado la poesía, no pienso sacar a la poesía de mi vida…  Yo mismo no escribo más poesía.  

Al leer tu poesía siempre tengo la impresión de que Wallace Stevens fue una presencia fundamental. 
Muy importante. Primero fue T. S. Eliot, y luego Wallace Stevens tomó su lugar. Él es mi más grande influencia, y en prosa lo es Kafka, a pesar de que lo leo traducido, por supuesto, esos son los dos… Me veo a mí mismo como el hijo literario de Kafka y Wallace Stevens. 

¿Cuáles son tus poemas favoritos de Wallace Stevens?
“The Course of a Particular”, hay uno muy bello, “Long and Sluggish Lines”, “To an Old Philosopher in Rome”, “The Auroras of Autumn”, por supuesto, “Sunday Morning”…  Hay muchos poemas de Stevens.

¿Por qué crees que el estilo de Stevens te resultaba tan atractivo? 
Bueno, creo que intelectualmente porque su retórica es difícil. Y pienso que hay sencillamente mucho color y que es un poeta de descripciones muy bellas. Yo era pintor después de todo y ello conectaba con mi interés por los asuntos visuales. También cuando yo mismo iba envejeciendo, sus poemas de hacia el final de su vida son bellas evocaciones de lo significa ser un hombre viejo, así que me resultaban muy conmovedores y él, asimismo, es un poeta del clima, y yo soy un adicto…

Una de las palabras claves de tu poesía es “clima” [weather], uno se encuentra con ella muy a menudo en tu escritura. 
Sí, eso me viene de Stevens. Él crea el clima y yo…

Tú lo predices.
Lo predigo y vivo en él.

¿Cuáles son tus hábitos de escritura? ¿O cuáles eran tus hábitos de escritura dado que ya no escribes poemas? 
De joven escribía todos los días, me levantaba en la mañana y escribía.

¿Puedes hacerlo? ¿Escribir poesía cada día, como un trabajo?
No, pero me obligaba a sentarme a mi pequeño escritorio y a veces me ponía a escribir cartas, pero frecuentemente trabajaba en un poema o comenzaba uno nuevo, siempre tenía poemas en los que trabajar, y luego se fue haciendo arduo y más arduo para mí sentarme a la mesa cuando no estaba escribiendo nada o nada estaba pasando, así que empecé a escribir cuando tenía tiempo o cuando quería, y esos momentos comenzaron a estar cada vez más apartados, y a veces experimentaba fases de dos o tres años en que no escribía. Primero era una semana o dos, luego un mes o dos, luego un año o dos, y cuando escribía terminaba un libro más bien rápido. Quiero decir, a veces no tan rápido pero ahora ya no tengo paciencia para eso, primero que nada creo que ya nadie lee poesía, es decir, los poetas sí, pero que el lector común ha sido abandonado por la poesía…     

¿Y no al revés más bien? ¿La poesía ha abandonado al lector común?
Pienso que sí. Y los lectores comunes simplemente han perdido el interés. La poesía se ha vuelto muy difícil y muy hermética, y se ha convertido en el campo de estudio de muchas facultades de inglés por todo Estados Unidos, se ha convertido en una cosa que los académicos encuentran interesante para hablar y aun para escribir sobre ello. Ahora bien, si los profesores de inglés comienzan escribiendo poesía, ya se sabe que la poesía está en problemas.  

Pero has dicho que Stevens te influyó mucho, y él es muy retórico y difícil…
Sí, pero puedes descifrarlo, es decir, lo puedes leer y hay algo que conecta contigo inmediatamente. Tiene una belleza en la superficie que es muy seductora, mientras que muchos de los poemas que ahora leo no tienen nada que los haga atractivos. Aun terminándolos… Son feos, disonantes, fragmentados, la gente al escribir en la computadora olvida escuchar el poema, creo que eso se convierte en un vínculo visual que mantienen con la computadora, miran… Primero que nada, los poemas aparecen impresos tan rápidamente que parecen estar más terminados de lo que en realidad están, mientras que al escribir a mano hay una especie de ritmo que tú estableces, una especie de ritmo físico, es fácil expresar una especie de cadencia en tu obra si tú la escribes, si estás físicamente enganchado en un movimiento rítmico del brazo, o de la muñeca. o de la mano. Cuando sólo golpeas teclas e inmediatamente aparecen letras en la pantalla… Es decir, los poemas tienen ahora una disposición visual rara, los poemas frecuentemente no se ven como se solían hacerlo… Leo mucha poesía contemporánea… los poemas no suenan a poesía, suenan como prosa salpicada…      

Algo que me llama la atención últimamente es que mucha gente que escribe poesía no lee realmente poesía…
Claro, no, pero quieren que otras personas escuchen y lean sus poemas.

¿Tienes alguna clase de superstición o rito?
No, ninguno. Escribo sobre papel con bolígrafo. Normalmente no escribo a lápiz porque a veces no es suficientemente oscuro para que yo pueda leer, así que uso un bolígrafo de tinta azul o negra, papel rayado amarillo y a veces papel blanco. Eso es.  

¿Y necesitas estar en tu propia casa o escribes en cualquier parte, en el metro…?
Bueno, usualmente escribo en casa. Escribir en el metro es exponerse demasiado. Escribir en un bar o un café es mucho clisé. Escribir en aviones o en aeropuertos es, de nuevo, estar demasiado expuesto, uno puede ser percibido como un loco, una persona inestable y muy excitable que está planeando alguna acción extraña en el avión. No sé. 

¿Llevas notas?
A veces llevo un cuaderno y escribo cosas… sinfín de poemas inacabados. Escribo ensayos… Todo lo escribo a mano, incluso las clases que doy, primero a mano y luego las transcribo en la computadora.

Pero, quiero decir, si estas caminando en la calle y de pronto tienes una idea, y quieres usarla en un poema…
Sucede, pero como no llevo una libreta, se me olvida. Mis más brillantes ideas y mis mejores poemas se han perdido porque no llevo conmigo una libreta.

Leí en alguna parte que los primeros borradores o primeras versiones de los poemas de The Continuous Life estaban en verso blanco, algunos con rima?
Sí, en verso blanco, a veces con rima, pero usualmente en pentámetros yámbicos.

Me gustaría mucho leer esas versiones.
Están en la biblioteca de la Universidad de Indiana.  

¿Cómo aprendiste esas técnicas? ¿Piensas que son importantes? ¿Quién te las enseñó? 
Nadie. Creo que si vas a ser poeta, aprendes a escribir con métrica. Es una de las cosas que diferencian a los poemas de la prosa, los primeros tienen por lo menos una cadencia. Y si quieres mayor regularidad en tu cadencia, puedes adoptar la métrica, puedes adoptar versos de cuatro acentuaciones, o de cinco acentuaciones,  incluso versos de dos o tres acentuaciones, puedes crear patrones en forma de stanza, versos de distintas extensiones, pero se aprende escribiendo, cuando eres un poeta joven y lees a otros poetas, estás siempre tratando de averiguar por qué hicieron esto, y por qué el poema suena de la manera en que suena, y así yo hacía análisis sintácticos de las oraciones, rompía las frases de mis poemas favoritos y sus partes, y me ponía a estudiar su métrica, y llegaba a saber por qué un poema está escrito en stanzas de cuatro líneas en lugar de stanzas de seis líneas, esa clase de cosas. Todo eso es parte del aprendizaje del arte de la poesía y creo que los poetas lo aprenden solos y lo hacen leyendo poesía.  

¿Por qué dejaste de emplear la métrica?
Bueno, nunca lo hice. Si bien no mido mis versos, te puedes dar cuenta, tal como mencionaste la primera vez que nos entrevistamos, que hasta mi prosa es cadenciosa, así que pienso que mis poemas se mecen libremente, no creo que tengan una medida predecible… 

Pero tú no usas un patrón métrico específico, como por ejemplo Sunday Morning de Wallace Stevens que está escrito en pentámetros jámbicos.
Sí. No lo uso más, pero sí lo hacía, es decir, si te fijas en un poema como The Untelling, hay largos pasajes de verso blanco, que no son pasajes en verso libre sino en pentámetros jámbicos, toscas imitaciones de Wordsworth, de “The Prelude”, porque se trata de un poema sobre el rescate y sobre regresar en el tiempo a la infancia. Es un poema muy regular. Simplemente ya no siento más esa necesidad, y ahora hasta he vuelto a la prosa, sólo escribo mis pequeñas piezas en prosa, no pienso si quiera en escribir más poemas.

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