lunes

ENCUENTRO CON LA SOMBRA (El poder del lado oscuro de la naturaleza humana)


Edición a cargo de Connie Zweig y Jeremiah Abrams

DECIMOSEXTA ENTREGA

PRIMERA PARTE: ¿QUÉ ES LA SOMBRA?


ENTREVISTA CON JOHN A. SANFORD (3)

D. Patrick Miller
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THE SUN: ¿Es posible quedar atrapado ahí? ¿Es posible quedar condenados a enfrentarnos a la sombra una y otra vez sin llegar a terminar de integrarla?

SANFORD: Creo que no. Para profundizar realmente en la sombra es necesario movilizar lo que Jung denominaba Yo -nuestro centro creativo- y cuando ello ocurre la depresión no puede quedar instalada de manera permanente. Después de eso pueden tener lugar numerosos cambios que asumen aspectos notablemente diferentes según el individuo en cuestión. Entonces comienza a emerger lo que Kunkel denominaba el “centro real” de la personalidad y el ego va estableciendo gradualmente una relación más estrecha con ese centro. Entonces es mucho menos probable que la persona se identifique con el mal porque la integración de la sombra siempre corre pareja a la disolución de la falsa persona. Uno se torna mucho más realista porque ve con más claridad la verdad sobre sí mismo y la verdad siempre tiene efectos saludables. No debemos olvidar que la sinceridad constituye la mejor defensa contra el verdadero mal y que dejar de mentirse a uno mismo es el mejor de los amuletos.

THE SUN: ¿Si el ego no es nuestro “verdadero centro” cuál es entonces éste?

SANFORD: Lo que distingue el enfoque junguiano de cualquier otra visión psicológica de la idea de que existen dos centros de la personalidad, el ego -que constituye el centro de la conciencia- y el Yo -el centro de la personalidad global (que incluye la conciencia, el inconsciente y el ego). El Yo es, al mismo tiempo, la Totalidad y el centro mientras que el ego es un pequeño círculo excéntrico contenido dentro de la totalidad. También podríamos decir que el ego es el centro menor de la personalidad y que el Yo, en cambio, es su centro mayor.

En los sueños podemos advertir más claramente esta relación. En nuestra vida vigílica el ego es como el Sol que todo lo ilumina pero también eclipsa las estrellas. No terminamos de darnos cuenta de que nosotros no somos los creadores de los contenidos del ego consciente sino que estos surgen de otro lugar sin participación consciente de nuestra parte. El ego prefiere creer que es el artífice de todos nuestros pensamientos pero, aunque no nos percatemos de ello, continuamente nos hallamos bajo la influencia del inconsciente. En nuestros sueños todo cambia con la aparición del ego onírico, nos referimos a él como “yo” y decimos “tropecé con un oso, luché con él y luego apareció una bailarina”, por ejemplo. Pero la diferencia es que el ego onírico sabe cosas que desconoce el ego vigílico. Podemos, por ejemplo, recordar que durante el sueño hemos estado corriendo e ignorar, sin embargo, algo que nuestro ego onírico conoce muy bien: nuestra huida.

Y lo que es más importante todavía, el ego onírico nunca es más significativo que cualquier otra de las imágenes que pueblan nuestro sueño. Cuando el sol se pone se manifiesta un dominio invisible en nuestra vida vigílica, aparecen las estrellas y descubrimos que no somos más que una estrella de entre las muchas que brillan en el estrellado firmamente de nuestra alma.

THE SUN: Aunque en vigilia admito a regañadientes la idea de sombra, en sueños, sin embargo, me resulta algo mucho más real y poderoso que una simple idea. En ocasiones hasta podría llegar a decir que me convierto en la sombra, como si yo frmara parte de ella.

SANFORD: En efecto, en el sueño la sombra constituye un sistema energético tan poderoso -al menos- como el ego. En el ámbito del sueño los elementos del psiquismo son menos diferentes que en la vigilia y el ego onírico puede observarlos, convertirse en ellos o ubicarse en un estado intermedio entre las dos posiciones anteriores.

La sombra es siempre un aspecto del ego y sus cualidades pueden haber formado parte de su estructura. También podríamos decir que la sombra es algo así como el hermano -o la hermana- del ego y no necesariamente una figura siniestra. Por último, también es importante recordar que la sombra siempre tiene motivos para hacer lo que hace, motivos relacionados con alguna cualidad reprimida del ego. No es nada habitual que en sueños nos convirtamos en la sombra, es mucho más probable, en cambio, que el ego onírico observe las transformaciones que asume la sombra durante el sueño.

THE SUN: Supongo que es mucho más seguro identificarse con la sombra en un sueño que en la vida vigílica.

SANFORD: Bien, de nuevo nos encontramos con el tema de las sutilezas de la sombra. En este punto sigo más a Kunkel que a Jung. La idea de que el ego se halla originalmente muy próximo al centro del Yo y que, en la medida en que se aleja de él, desarrolla una actitud egocéntrica que suele verse exacerbada por tendencias infantiles desfavorables cuya naturaleza termina determinando las peculiaridades de nuestras defensas egocéntricas y, por consiguiente, las características de la misma sombra.

Supongamos que una persona se experimente a sí misma como débil e ineficaz ante el medio pero que para adaptarse a la vida se convierta en una especie de “enredadera”, alguien que no desarrolla su propia fortaleza sino que se apoya en la de los demás a quienes aprende a valorar de acuerdo a esa dimensión. De este modo termina asumiendo una postura egocéntrica que es, al mismo tiempo, necesitada y merecedora. Este es el tipo de persona que siempre necesita el apoyo de los demás, que puede enumerar un montón de razones para justificar su demanda y, en el caso de no recibir lo que exige, desprecia a los demás como malas personas.

Este tipo de persona es muy aburrido. De modo que la gente suele cansarse pronto de ellos y, cuando tal cosa ocurre, deja de ayudarles. Entonces se sienten amenazados y ansiosos. Ahora bien, para mantener una actitud egocéntrica de dependencia e identificación ha debido reprimir el valor y la sinceridad -cualidades, por lo demás, muy deseables. Pero frente a ellas nuestro sujeto se siente mortalmente amenazado y es por ello que las considera diabólicas. No debemos olvidar que las cualidades reprimidas pueden terminar siendo peligrosas.

Supongamos el caso de un adolescente que asuma la defensa egocéntrica de la tortuga y para ello se aísle de los demás. Su apariencia solitaria y taciturna le convierte entonces en el blanco idóneo de cualquier pesadilla que tenga la propensión egocéntrica de atormentar a los demás. Estos se dedican a hostigar a la sombra fuera de ellos hasta que llega un día en que su caparazón egocéntrica de solitario explota y la sombra brota a la luz del día. En ese momento puede emprenderla a puñetazos con los demás y, aun en el caso de que reciba algún que otro golpe, las cosas pueden mejorar favoreciendo incluso su integración psicológica. Ahora bien, en el caso de que la energía haya sido reprimida durante mucho tiempo y con mucha intensidad también puede coger el revólver de su padre, disparar sobre sus torturadores y suscitar un lamentable incidente.

THE SUN: ¿Usted cree que el muchacho estaba pidiendo eso a sus torturadores?

SANFORD: Por supuesto. El inconsciente está emitiendo precisamente el mensaje exacto que nuestro sujeto necesita para catalizar su integración. Kunkel solía decir a este respecto que los “arcángeles” son enviados para completar el plan divino.

THE SUN: Pero los arcángeles no necesariamente son cuidadores.

SANFORD: Así es. Ellos sólo preparan el escenario. Lo único que sabemos es que cuando los arcángeles entran en acción  las cosas ya no permanecen igual. Nadie puede predecir lo que ocurrirá a partir de entonces. No deberíamos tomar a la ligera el tema de la liberación de la sombra. Es necesario que el trabajo de despliegue y liberación de la hostilidad tenga lugar en el contexto seguro de una relación terapéutica -o en cualquier otra situación controlada- para que la sombra pueda expresarse de manera gradual.

Kunkel hizo la misteriosa afirmación de que “en los momentos decisivos Dios siempre está del lado de la sombra, no del ego” ya que la sombra siempre se halla mucho más próxima al impulso creativo.

Ahora bien, el ego no necesariamente sostiene una actitud egocéntrica. En tal caso estaríamos hablando de algo completamente diferente ya que el ego mantiene una relación creativa sana tanto con la sombra como con el Yo. El proceso de integración no mengua, pues, al ego, sino que simplemente distiende la firmeza de sus fronteras. Entre un ego fuerte y un ego egocéntrico existe una tremenda diferencia ya que el último es siempre débil. Así pues, el proceso de individuación que nos permite actualizar nuestro propio potencial real no puede tener lugar sin la presencia de un ego fuerte.

THE SUN: ¿Eso significa que es imposible llegar a ser el “Yo”?

SANFORD: Correcto. El ego es el vehículo necesario para la expresión del Yo pero debemos estar dispuestos a hacer lo necesario para ponerlo en su lugar. Como Moisés, por ejemplo, escuchando la palabra de Dios entre las zarzas ardientes y conduciendo luego a los judíos desde Egipto hasta la Tierra Prometida. Esa es una acción que sólo puede llevarla a cabo un ego fuerte.

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