lunes

ENCUENTRO CON LA SOMBRA (El poder del lado oscuro de la naturaleza humana)


Carl G. Jung / Joseph Campbell / Marie-Louise von Franz / Robert Bly / Ken Wilber / Nathaiel Branden / Sam Keen / Larry Dossey / Rollo May / M. Scott Peck / James Hillman / John Bradshaw y otros

Edición a cargo de Connie Zweig y Jeremiah Abrams

DECIMOTERCERA ENTREGA


PRIMERA PARTE: ¿QUÉ ES LA SOMBRA?


1. EL GRAN SACO QUE TODOS ARRASTRAMOS (4)


Robert Bly

Pero ¿por qué debemos desprendernos de partes de nosotros mismos? ¿por qué lo echamos en el saco? ¿por qué ocurre ese proceso siendo tan jóvenes? ¿cómo podemos sobrevivir despojados de nuestra ira, nuestra espontaneidad, nuestros deseos, nuestros anhelos, nuestras facetas más belicosas y desagradables? ¿qué es lo que nos mantiene integrados? Estos son  los temas de los que habla Alice Miller en su ensayo El Drama del Niño Dotado, incluido en su libro Prisoners of Childhood.

El primer acto de este drama comienza cuando llegamos al mundo procedentes de los rincones más alejados del universo “arrastrando nubes de gloria”, portando con nosotros las tendencias que hemos heredado de nuestro legado mamífero, la espontaneidad de 150.000 años de vida vegetal, la rabia de 5.000 años de vida tribal -en suma, con una personalidad de 360ª- y se lo ofrecemos a nuestros padres. Pero nuestros padres sólo quieren un niño o una niña buena y no aceptan de buen grado nuestro obsequio. Eso no significa, sin embargo, que nuestros padres sean malos sino tan sólo que nos necesitan para algo. Mi madre, por ejemplo, pertenecía a la segunda generación de inmigrantes y nos necesitaba para que su familia fuera aceptada con más facilidad. Y lo mismo hacemos nosotros con nuestros hijos ya que esta dinámica forma parte de la vida del planeta. Nuestros padre nos repudiaron antes incluso de que supiéramos hablar, de modo que todo el dolor de ese rechazo probablemente permanezca almacenado en algún depósito preverbal. Cuando leí el libro de Alice Miller caí en una profunda depresión que duró unas tres semanas.

Pero volvamos a nuestro drama. A partir de ese momento nos dedicamos a fabricar una personalidad que resulte más aceptable para nuestros padres. Alice Miller dice que nos hemos traicionado a nosotros mismos pero agrega que “no deberemos culparnos por ello ya que tampoco hubiéramos podido hacer otra cosa”. Es muy probable que en la antigüedad los niños que se opusieran a sus padres fueran abandonados a su suerte. Dadas las circunstancias hacemos lo único sensato que podemos hacer. Según la Miller la actitud más adecuada ante ese suicidio parcial es el duelo.

Hablemos ahora de los diferentes tipos de saco. Cuantas más cosas echamos en nuestro saco personal, cuanto más repleto se halla, menor es la energía de la que disponemos. Ciertamente hay personas que tienen más energía que otras pero todos poseemos más energía de la que normalmente podemos utilizar. Si en la infancia arrojamos la sexualidad en el saco o si una mujer se despoja de su masculinidad y la arroja en el saco desperdicia con ello una gran cantidad de energía. Es razonable, pues, suponer que nuestro saco contiene gran cantidad de energía inaccesible. Sí, por ejemplo, consideramos que no somos creativos es porque hemos arrojado toda nuestra creatividad al saco. ¿Qué significa, pues, decir “Yo no soy creativo” o “Dejemos que lo hagan los expertos”? Cuando la audiencia reclama a un poeta -o a un asesino a sueldo- para llevarlo al paredón, cada uno de los presentes debería dedicarse a escribir sus propios poemas.

Todos nosotros arrastramos nuestro propio saco personal pero cada pueblo, cada grupo humano, arrastra también su propio saco. Durante muchos años viví en una pequeña granja de un pueblo de Minnesota y es muy probable que los habitantes de ese pueblo arrojaran a ese saco objetos muy distintos a los que echa la gente de cualquier pueblecito de la costa griega. Es como si el colectivo tomara la decisión grupal de despojarse de ciertas energías y tratara de entorpecer cualquier intento de sacarla del saco. De este modo las comunidades humanas interfieren  con nuestro proceso personal y, en este sentido, bien podemos decir que resulta más comprometido vivir en sociedad que permanecer aislado de la naturaleza. Por otra parte, los odios feroces que en ocasiones se desatan en las pequeñas comunidades humanas pueden facilitar la toma de conciencia del proceso de la proyección. La comunidad junguiana no es una excepción a este respecto y, como todo grupo humano, tienen también su propio saco y suele recomendar a sus miembros que arrojen en él la vulgaridad y el interés económico del mismo modo que la comunidad freudiana suele aconsejarles que se despojen de su vida religiosa.

Existe también un saco nacional y el nuestro es particularmente grande. Rusia y China tienen defectos evidentes para nosotros pero si a un ciudadano norteamericano le interesa conocer el contenido de su saco nacional en un determinado momento no tiene más que escuchar cualquier crítica oficial del Departamento de Estado sobre la Unión Soviética. Según Reagan, nosotros somos honrados pero los demás países soportan dictaduras ininterrumpidas, tratan brutalmente a las minorías, lavan el cerebro de los jóvenes y quebrantan los acuerdos. Los rusos, por su parte, pueden descubrir su propio saco nacional leyendo cualquier artículo de Pravda sobre Estados Unidos. Estamos hablando de un entramado de sombras, de un patrón de interferencias entre sombras proyectadas desde ambos lados que confluyen en algún lugar del espacio. Soy consciente de que con esta metáfora no estoy diciendo nada nuevo sino que tan solo pretendo señalar claramente la distinción existente entre la sombra personal, la sombra comunitaria y la sombra nacional.

En este artículo he empleado las metáforas del saco, la película enlatada y la proyección. Pero dado que nuestro saco está cerrado y las imágenes permanecen ocultas en la oscuridad sólo podemos percatarnos de su contenido proyectándolo inocentemente -por así decirlo- sobre el mundo. Entonces es cuando las arañas son malignas, las serpientes astutas y los machos cabríos lascivos; entonces los seres humanos son unidimensionales, las mujeres son débiles, los rusos carecen de principios y los chinos parecen iguales. Pero no olvidemos que es precisamente gracias a este artificio engañoso, complejo, dañino, devastador e inexacto que llegamos a establecer contacto con el lodo y el cuervo encuentra el lugar donde posarse.

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