sábado

LAS VOCES DEL DESIERTO - MARLO MORGAN


TRIGÉSIMA ENTREGA

21.



LA REVELACIÓN DEL TIEMPO DE ENSUEÑO  (1)


En el interior había una estancia enorme de roca sólida de la que partían varios túneles en distintas direcciones. Unas vistosas banderas adornaban las paredes, y había estatuas que sobresalían en repisas naturales de la roca. Lo que vi en el rincón me hizo dudar de mi cordura. ¡Era un jardín! Las rocas de la cima de la colina se habían dispuesto de formar que dejaran entrar la luz del sol y oí claramente el sonido del agua goteando sobre roca. El agua subterránea se canalizaba a través de una depresión en la roca t no dejó de correr mientras permanecimos allí. Era una atmósfera abierta, sencilla pero perdurable.

Esa fue la única vez que vi a los miembros de la tribu declarar lo que yo llamaría posesiones personales. En la cueva guardaban sus objetos ceremoniales, así como equipos más trabajados para dormir, con muchas pieles apiladas para disponer de lechos más cómodos. Reconocí las pezuñas de camello convertidas en herramientas para cortar. Vi una habitación a la que yo llamo museo. Allí guardaban las reservas de cosas acumuladas a lo largo de los años por los exploradores que volvían de las ciudades. Había recortes de revistas con fotos de televisores, ordenadores, automóviles, tanques, lanzadoras de cohetes, máquinas tragaperras, edificios famosos, razas diferentes, y todo tipo de platos de brillantes colores. También tenían objetos como gafas de sol, una maquinilla de afeitar, un cinturón, una cremallera, imperdibles, alicates, un termómetro, pilas, varios lápices y bolígrafos, y unos cuantos libros.

Otra sección estaba dedicada a la confección de ropa. Tienen un comercio de lana y otras fibras con tribus vecinas y algunas veces hacen cobertores con cortezas de árbol. Ocasionalmente también hacen cuerdas.  Observé a un hombre sentado, que cogía varias fibras con la mano y parecía enrollarlas sobre el muslo. Luego siguió retorciéndolas mientras iba añadiendo nuevas fibras hasta que consiguió un único y largo hilo. Entretejiendo varios de estos hilos se hacían cuerdas de diferente grosor. También entretejen los cabellos para realizar múltiples objetos. En aquel momento no comprendí que aquellas personas se cubrían el cuerpo porque sabían que, a mi edad, me sería muy difícil, quizás imposible, llevar una vida normal sin ropas.

El día estuvo lleno de sorpresas. Outa me daba las explicaciones mientras explorábamos. En algunas más hacia el interior se necesitan antorchas, pero el área principal tenía un techo rocoso que podía modificarse desde el exterior para permitir que entrara una luz tenue o toda la fuerza del sol. La cueva de la tribu de los Auténticos no es un lugar de adoración. De hecho, sus vidas son en todo momento actos de adoración. Utilizan aquel lugar absolutamente sagrado para llevar un registro de la historia y para enseñar la Verdad, para preservar sus valores. Es el refugio donde se protegen de las ideas Mutantes.

Cuando regresamos a la cámara principal, Outa cogió las estatuas de madera y piedra y me las mostró para que las examinara más de cerca. Las amplias ventanas de su nariz se ensancharon al explicarme que los tocados denotaban la personalidad de cada estatua. Un tocado corto representaba las ideas, la memoria, la toma de decisiones, la conciencia física de los sentidos corporales, placeres y dolores, todo lo que yo relacionaba con la mente consciente y subconsciente. El tocado alto representaba la parte creativa de la personalidad, el modo en que explotamos los conocimientos e inventamos objetos que aun no existen, tenemos experiencias que pueden o no ser reales y captamos la sabiduría aprendida por todas las criaturas y los seres humanos que han existido a lo largo del tiempo. La gente busca información, pero no parece darse cuenta de que también la sabiduría necesita expresarse. El tocado alto representaba también nuestro auténtico yo perfecto, la parte eterna de cada uno de nosotros a la que podemos recurrir cuando necesitamos saber si una acción que queremos emprender será por nuestro supremo bien. También había un tercer tocado que enmarcaba el rostro tallado y caía por detrás hasta tocar el suelo. Este representaba el vínculo de todos los aspectos: físico, emocional y espiritual.

La mayoría de las estatuas eran increíblemente detalladas, pero me sorprendió ver una que no tenía pupilas en los ojos. Parecía un símbolo ciego, sin vista. “Vosotros creéis que la Divina Unidad ve y juzga a las personas -explicó Outa-. Nosotros creemos que la Divina Unidad siente la intención y la emoción de los seres, que no está tan interesada en lo que hacemos como en el modo de hacerlo.”

Aquella fue la noche más significativa de todo el viaje. Fue entonces cuando comprendí por qué estaba allí y qué se esperaba de mí.

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