DÉCIMA ENTREGA
Prólogo
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Cualquiera que seas el que tiene en sus manos este libro, has de saber que te impongo una seria responsabilidad y las más severas sanciones que puedan soportar los lazos del amor. No importa que este libro sea tuyo, que lo estés guardando para otro, o que lo tengas prestado. No lo habrás de leer, ni escribir o hablar de él, ni permitir que otro lo haga, a menos que creas realmente que es una persona que, por encima y más allá de las buenas obras, se ha resuelto a seguir a Cristo (en la medida de lo humanamente posible con la gracia de Dios) hasta las más intimas profundidades de la contemplación. Haz lo que puedas para averiguar primero si es de los que han sido fieles durante algún tiempo a las exigencias de la vida activa, pues de lo contrario, no estará preparado para ahondar en los contenidos de este libro. Te encargo, además, con la autoridad del amor, que si das este libro a otro, le adviertas, como yo te advierto a ti, que se tome el tiempo necesario para leerlo del principio al fin. Pues es posible que ciertos capítulos no tengan consistencia por sí mismos y exijan la contemplación dada en otros para contemplar su significado. Temo que alguien lea solamente algunas partes y caiga rápidamente en error. Para evitar semejante desatino te pido a ti y a cualquier otro que lea este libro que, por amor, haga lo que le digo. Por lo que respecta a chismosos, aduladores, escrupulosos, alcahuetes, entrometidos e hipercríticos les ruego que aparten sus ojos de este libro lo más rápido posible. Nunca tuve intención de escribir para ellos y prefiero que no se entrometan en este asunto. Esto vale también para los curiosos, sean o no personas cultas. Pueden ser buenas personas según los principios de la vida activa, pero este libro no se adapta a sus necesidades. Hay sin embargo, algunos realmente comprometidos en la vida activa a quienes la gracia va preparando para captar el mensaje de este libro. Pienso en todos aquellos que sienten la acción misteriosa del Espíritu en lo más íntimo de su ser, moviéndolos al amor. No digo que en todo momento sientas tu este impulso, como lo sienten los contemplativos ya avezados, pero de vez en cuando gustan algo de ese amor contemplativo en el centro mismo de su ser. Si tales personas llegaran a leer este libro, pienso que le serviría de gran estímulo y aliento. He dividido esta obra en setenta y cinco capítulos. El último trata más específicamente de los signos que indican si la persona en cuestión está llamada o no a la oración contemplativa.
Introducción
Te pido, mi querido amigo en Dios, que estés alerta y atento al camino por el que avanzas en tu vocación. Y agradece a Dios esta llamada, pues con la ayuda de su gracia podrás mantenerte firme frente a los sutiles asaltos de los enemigos que te acosan desde dentro y desde fuera, a fin de que puedas ganar el premio e la vida eterna. Amén.
1 / De los cuatro grados de la vida cristiana; del desarrollo de la vocación de aquel para quien he escrito este libro
Mi querido amigo: quisiera comunicarte cuanto he observado sobre la vida cristiana. En general, esta parece avanzar a través de cuatro etapas de crecimiento que yo llamo la común, la especial, la singular y la perfecta. Las tres primeras pueden iniciarse y mantenerse en esta vida mortal, pero la cuarta, aunque iniciada aquí, continuará son fin hasta la alegría de la eternidad. ¿Te das cuenta de que he colocado estas etapas dentro de un orden concreto? Lo he hecho porque creo que nuestro Señor en su gran misericordia te está llamando a avanzar siguiendo sus pasos. Descubro la llamada que te hace en el deseo hacia él, que arde en tu corazón.
Tú sabes que durante un tiempo vivías la forma común de la vida cristiana en una existencia mundana y rutinaria con tus amigos. Pero creo que el amor eterno de Dios, que te creó de la nada y te redimió de la maldición de Adán por medio del sacrificio de su sangre, no podía consentir que vivieras una vida tan común alejada de él.
De este modo, con delicadeza exquisita, despertó el deseo dentro de ti y, atándolo rápidamente con la rienda del ansia amorosa, te atrajo más cerca de él, con esa manera de vivir que he llamado especial. Te llamó a ser su amigo y, en compañía de sus amigos, aprendiste a vivir la vida interior con más perfección de lo que era posible en la vida común u ordinaria.
¿Hay algo más? Sí, pues creo que, desde el principio, el amor de Dios por ti fue tan grande que su corazón no pudo quedar ni tan siquiera satisfecho con esto. ¿Qué hizo? ¿No ves con qué amabilidad y suavidad te ha traído a la tercera vía, la vía singular? Sí, ahora vives en el centro más profundo y solitario de tu ser aprendiendo a dirigir tu ardiente deseo hacia la forma más alta y definitiva del amor que he llamado perfecta.
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