NOVENA ENTREGA
William Johnston / Introducción
El fondo histórico
Creo que el lector está ya ansioso de saber algo más sobre este autor. Por desgracia, los datos son mínimos y poco podemos decir. Sin duda, la mejor manera de conocerlo es leer sus obras, donde, como siempre, el estilo es el hombre. A pesar de los muchos intentos, nadie ha conseguido darle un nombre; tampoco sabemos a qué orden religiosa perteneció, si es que realmente fue religioso. Hasta tal punto llegó su humilde deseo de permanecer anónimo. Los manuscritos de sus obras son, sin embargo, numerosos; el más antiguo de los manuscritos data de principios del siglo XV. Puesto que el autor parece haber conocido la obra de Richard Rolle, y Walter Hilton parece haberle conocido a él, los historiadores concluyen que debió escribir en los últimos años del siglo XIV. Ello está corroborado por su estilo que, además, indica que los tratados están escritos en las tierras centrales de nordeste.
Pertenece a un siglo famoso en los anales de la espiritualidad por los nombres de Richard Rolle, Juliana de Norwich y Walter Hilton en Inglaterra; por el maestro Eckhart, Juan Taulero y Enrique Suso en Alemania; por Jan van Ruysbroeck en Flandes; por Jacopone da Todi y Catalina de Siena en Italia. Es una época vinculada a los nombres de Angela de Foligno y Tomás de Kempis, una edad, en fin, en que, a pesar de las convulsiones y los inminentes presagios de tormenta, Europa era profundamente religiosa.
La fe penetraba hasta el fondo de los corazones del pueblo e influía no sólo en su arte, su música y literatura, sino todos los aspectos de la vida.
La Alegre Inglaterra estaba saturada de una fe religiosa que irrumpe en Piers Plowman y en Canterbury Tales. Chaucer puede reírse con buen humor de las debilidades de monas y frailes, pero aceptaba la religión establecida con espíritu sumiso. Tal era la sociedad en que el autor de La Nube… vivió y escribió: tanto él como su público daban por buena una Iglesia, una fe y una vida sacramental que ya no son aceptadas sin cuestionárselo por muchos de sus lectores de hoy.
Fue, pues, un medieval perfecto, anclado en el espíritu de su tiempo e incluso de su tradición. Tantas palabras, frases e ideas suyas se encuentran también en La Imitaciòn de Cristo, De Adhaerendo Deo, en los escritos de los místicos de las orillas del Rin y en otros tratados devocionales de la época que uno lo ve inmediatamente como gran parte de la corriente de la espiritualidad medieval. Estaba también al tanto de lo que se decía y pensaba en la cristiandad, pues no existía ningún “espléndido aislamiento” en aquel tiempo. Los monjes ingleses y los sabios frecuentaban los grandes centros del saber diseminados por Europa.
Si necesitáramos pruebas de su carácter tradicionalista, no tendríamos que citar su constante alusión no sólo a la Escritura sino también a Agustín, Dionisio, Gregorio, Bernardo, Tomás de Aquino, Ricardo de San Víctor y demás. La modestia y el miedo a la vanidad le prohíben citar ampliamente a estos autores con alguna extensión, pero no puede evitar el referirse a sus obras y reflexionar sobre su pensamiento. Y una vez más, la riqueza de la tradición latente en sus escritos aparece en las figuras e ilustraciones que llenan sus páginas. La misma “nube del no-saber”, el motivo Marta-María, la figura de Moisés que sube a la montaña, la noción del alma como espejo en el que puede ver a Dios, la comparación de la oración mística con el sueño, “el puro impulso de la voluntad”, “el casto y perfecto amor de Dios”, “el punto soberano del espíritu”, todas ellas, expresiones tan impregnadas de tradición y usadas por tantos autores cristianos que es casi imposible afirmar categóricamente de quién toma prestado el autor inglés o de quién saca fundamentalmente su inspiración.
Pero cuando se llega a estudiar a este autor en el marco histórico, surge otro problema que es necesario mencionar aquí: su sorprendente semejanza con san Juan de la Cruz. No pocos comentaristas se han percatado de esto, llamando al autor inglés un san Juan de la Cruz de dos siglos antes de él. Pues la verdad es que casi todos los detalles de su doctrina tienen su paralelismo en el místico español posterior, y no sólo la doctrina sino también las palabras y frases son en muchos casos idénticas. ¿Cómo explicar esta afinidad digna de tenerse en cuenta?
No es imposible que el místico español leyera La Nube que pudo haber circulado en el continente europeo de su época. Sea lo que fuere, parece claro que ambos escritores pertenecen a la misma tradición espiritual. A través de sus páginas hablan Agustín, Donisio, Los Victorinos, Taulero, Ruysbroeck y demás; y sabemos, también, que ambos eran tomistas declarados. Es, pues, la gran corriente de una tradición común la que ha tomado los espíritus de estos dos hombres. Los dos forman parte de una corriente mística que ha fluido a través de la cultura cristiana, rompiendo las barreras del tiempo y espacio que separan la Inglaterra del siglo XIV y la España del siglo XVI. Sus potentes olas no han perdido fuerza ni siquiera en el siglo XX.
En las notas he dado una lista de las citas de las obras de san Juan de la Cruz. No quieren ser exhaustivas, pero son suficientes para demostrar que ambos escritores pertenecen a la misma tradición. Y quizá ellos nos ayuden a refutar la teoría, sugerida a veces, de que el autor inglés fue un rebelde, un extraño a la tradición, innovador sospechoso y heterodoxo. Nada más lejos de la verdad. Es el místico occidental más representativo, un guía seguro tanto en el siglo XX como en el XIV. Y su orientación será altamente valiosa tanto para los que siguen la orientación tradicional como para los que practican la meditación trascendental u otras formas contemplativas recientemente importadas de Oriente.
Respecto a la edición inglesa
Diré, finalmente, una palabra sobre esta edición, que es un esfuerzo para hacer accesible e inteligible al mundo moderno el pensamiento del autor. Y de modo particular al lector actual que desee practicar la forma de oración aquí descrita. He usado como base el texto crítico verdaderamente excelente del profesor Phyllis Dogson: The Cloud of Unknowing y The Book of Privy Counseling, edición tomada de los anuscritos, con introducción notas y glosario, Oxford Universty Press, 1944 (reimpresión 1958). Sólo una vez me he apartado de este texto. Es al final de El Libro de la Orientación Particular. Mi último párrafo no se encuentra en la edición del profesor Hodgson. Aparece, sin embargo, en algunos manuscritos tardíos y lo he incluido en mi edición, porque creo que sin él el libro termina con bastante brusquedad.
Por lo que se refiere a las citas de la Escritura, me he servido de la versión de Donay cuando la exégesis del autor parecía exigirlo. En otros casos me he valido de traducciones modernas.
He mantenido el título de El Libro de la Orientación Particular (The Book of Privy Counseling), en parte porque creo que no hay por qué discutir el título de un clásico y, en parte, porque es más o menos intraducible. Además, la palabra “counseling”. “orentación”, como he señalado ya, tiene pleno sentido para la gente de nuestro tiempo. Porlo que respecta a la palabra “privy”, “particular”, supone por una arte que la carta no va dirigida a cualquier sino sólo a los que piensan que quieran entender y también, que el contenido es íntimo y confidencial. Pienso que ambos sentidos se mantienen mejor conservando la palabra original.
Las divisiones de capítulos de El Libro de la Orientación Particular son mías. El texto original es de una pieza y no tiene capítulos. Creí, sin embargo, que esta edición sería más fácil de leer dividiendo el texto más o menos en la misma forma que La Nube…
Concluiré haciendo mías las palabras del autor: “Me despido de ti con la bendición de Dios y la mía. Que Dios te dé a ti y a todos los que te aman la verdadera paz, la orientación sabia y prudente, y su alegría interior a la plenitud de la gracia. Amén”.
Universidad de Sophia, Tokyo, sept. 1973
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