domingo

HUMOR PROFUNDO - MARCELO SOSA


Hugo me tiró la invitación con un “tuya, Marcelo”, y había que encarar al arco y escribir. El tema es de qué, “de cualquier cosa”, sonó con el pase, pero ya tenía la pelota en los pies y el teclado en las manos. El teclado. El teclado no se mancha, siquiera de yerba, cuestión difícil para los uruguayos, acostumbrados a cebar hasta manejando. De ahí el nombre del blog y de este espacio. Pero el espacio hay que llenarlo, y ¿con qué? Por eso, por uruguayo, por matebloguero y por las excusas que aún no se me han ocurrido (lindo tema las excusas, irá para la próxima, si hay próxima) estoy escribiendo tarde y entregando más tarde aún este pase profundo al dueño de la pelota, la cancha y el gol.

Vamos a escribir de humor. No sé un pomo del tema, pero está científicamente comprobado que la gente habla de lo que no sabe y soy muy gente, además no tenía otro tema a mano (el de las excusas se me ocurrió tarde, pese a su obviedad), así que adelante con el humor. El humor (no voy a decir es cosa seria, tengo cierto apego por los tópicos pero eso es demasiado), el humor, decía, frecuentemente es descripto como un sentido. Me cuesta un poco admitir esa definición, por lo menos en la palabra “sentido”, que indica una percepción, lo que deja afuera la acción y hace parecer que el humor sólo es pasivo o receptivo (la palabra humor se refiere más que nada a lo que se llama buen humor, o comicidad, o capacidad de reír o hacer reír y en adelante la usaré de esa manera). Para mí, mucho más que una percepción, el humor es una actitud. Igual, últimamente estoy muy discutidor de lo que es natural y lo que es adquirido, así que tampoco me la voy a jugar a que una actitud es algo que se elige o a lo que se es propenso genéticamente; pero creo que el humor es una forma de enfrentar la vida. Lo que suena muy profundo, pero tiene consecuencias prácticas muy cotidianas. Más allá del tipo que se gana la vida haciendo humor de forma profesional, lo que es genial, me gusta el humor que se percibe en la calle, en los trabajos (aunque puede llegar a ser cruel) y en las escuelas. Me acuerdo por ejemplo cuando mi hermana me contaba de unos compañeros de liceo que ante una profesora de trasero prominente decían a coro “¿a dónde vamos el domingo? ¡A la Colombes!”. O hace poco, en Buenos Aires, cuando caminando por el Once escuché a un feriante cantar “Quisiera ser un pez...” para que otro le contestara “Y, cara de bagre tenés...”. Puede ser espontáneo, como el segundo caso (aunque eso pueda ser discutible), o más ensayado, como el primero, elaborado o sencillo, rápido o pensado; pero la cuestión es el humor. De sus tripas, de sus funciones, de su fisonomía, hablarán los que saben. Yo hasta acá llego, que uno es atrevido pero tiene cierto pudor. Y una cantidad de líneas que no se pueden pasar, que el dueño de la pelota la pasa pero está ahí, sólo frente al arco y uno acá haciendo moñas al seis que ya me mira como para colgarme de la tribuna, con yerba, teclado y todo.

www.nometiresyerbaenelteclado.blogspot.com

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