SEXTA ENTREGA
D'ORS, CROCE Y LA ESTÉTICA ABIERTA AL SIGLO XXI
Junto con el formalismo y el propio d'Ors, el filósofo napolitano Benedetto Croce (1866-1952) será uno de los principales actores del debate estético contemporáneo. Desde su tesis inicial de que el arte es intuición y expresión simultáneamente llegará a identificar arte e historia e incluso, contra su propio planteamiento, a imposibilitar toda distinción entre tal intuición-expresión artística y el conocimiento racional. Y en la misma línea, su oposición al formalismo -al que tiene siempre enfrente- le llevará a incluir el elemento lírico o sentimental en la intuición-expresión. También en oposición al formalismo sostendrá Croce que el arte es un lenguaje único y no cabe por tanto hablar de los distintos lenguajes empleados por las diversas artes, como -herencia del debate del Laocoonte- sostiene Wolfflin y, a mi entender, también d'Ors. Para Croce no hay artes sino un arte, y es así desde que su concepción del arte excluye todo elemento material -desestimando así la problemática de la técnica-, en el más puro idealismo historicista y, como afirma d'Ors, neohegelianista.
Por otra parte, el problema de la oposición croceana al formalismo estriba en su modo reduccionista de entender el concepto de forma, no admitiendo posibilidad alguna de que la forma de la obra de arte pueda tomar un determinado valor, de modo que forma no equivalga a formato, y su relación con el contenido sea indispensable. Para el formalismo, no se trata tan sólo de que algo sea bello porque sus líneas están dispuestas de una determinada manera, sino que tal obra de arte es bella porque expresa sentimiento o racionalidad precisamente en esas líneas dispuestas de una determinada manera.
La peculiar posición de Eugenio d'Ors en el debate estético más importante del siglo XX, el sostenido por formalismo e historicismo, se hace ostensible en uno de sus libros de madurez, Tres lecciones en el Museo del Prado de introducción a la crítica de arte (1944). En él Eugenio d'Ors viene a reafirmar que, al igual que Croce tiene siempre presente, para discutirlo, al formalismo, d'Ors va a tener siempre enfrente a Croce y al historicismo. Croce será el interlocutor del filósofo español -como muestran sus propios textos- por ser el representante del barroquismo más próximo a él en el tiempo. El historicismo, la corriente teórica más importante del fin de siglo según d'Ors -junto con el modernismo en el arte- supone la última edición hasta entonces del eón barroco, en la medida en que desarrolla un constructo teórico al margen de la realidad y la vida. Una vez más, se trata de la separación entre razón y vida propia de la Modernidad contra la que reacciona, centrando su ataque en esta última versión, el historicismo. De hecho, y por más que a veces pueda parecer lo contrario, sostengo que ésta es la veta barroca con la que d'Ors se enfrenta principalmente, más aún que con el lirismo romántico, porque la veta racionalista, al desligar razón y vida y anclarse en la razón, bloquea a ésta impidiendo la salida de este bucle dicotómico con mucha más fuerza que la veta que apela al sentimiento y deja de lado a la razón.
En el debate estético entre historicismo y formalismo vuelve a mostrar que el eje de su filosofía es estético, que toda la filosofía orsiana es estética, lo que enlaza profundamente con mi tesis de que Eugenio d'Ors es un pensador sistemático pese a ser disperso, ya que la dispersión de su obra es una necesidad de su misma sistematicidad. Y es sistémico porque son las ideas estéticas las que iluminan, dirigen y se buscan a lo largo de toda la obra y la vida de Eugenio d'Ors, a lo largo de toda su heliomaquia intelectual y vital. Pero esta sistematicidad, este carácter sistémico se aleja, a mi juicio, radicalmente de toda pretensión moderna de establecer un sistema de pensamiento cerrado. Para él, el pensamiento debe ser abierto, en tanto que debe incluir en sí, figurativamente, la realidad multiforme de la vida. Eso es lo que pretende y esa será precisamente su aportación al debate estético contemporáneo y a la eterna problemática estética: el eón, el ángel, la figura, son universal concreto, y, conocidos por el seny, ponen de manifiesto que la belleza, el orden, son el vínculo del ser humano y el mundo, de la razón y la vida. Esa es su propuesta para salir del dualismo excluyente propio de la barroca Modernidad. Por la belleza, d'Ors gana la razón para la vida y la vida para la razón.
El gran descubrimiento de Eugenio d'Ors es la armonía de filosofía y vida. Para mostrar esa convergencia de las dimensiones de la realidad, utiliza la glosa, que busca el ángel o universal concreto. Quien lo alcanza es el seny, la razón figurativa, que descubre la belleza de las cosas y del ser humano. Más aún, descubre que en la belleza se aúnan necesidad y libertad, trabajo y juego. Hombre y mundo son unitarios y compatibles gracias a la belleza. Esta visión unitaria la había perdido la Modernidad por convertir la razón en mera abstracción, dejando los ojos en manos del puro sentimiento. El romanticismo, lo barroco, es fruto del abuso de la razón. Y el remedio para volver a la visión unitaria es precisamente la razón, pero la razón integradora, el seny. Esa unidad de vida y pensamiento es lo que busca. Esa unidad es la que logra en su vida y en su obra, de modo teórico y de un peculiarísimo modo práctico, pero siempre guiado por el amor a los seres humanos, en busca de un mundo mejor.
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