DECIMOCTAVA ENTREGA
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Isabelino Pena mojó el pan en el vino:
-Damos gracias igual que en la Pascua del jueves pasado y sabemos que Jesús es el único sacerdote que nos besa la lepra.
-Es divertido jugar a esto. ¿Y se emborrachan mucho?
-Bueno, media humanidad vive emborrachándose con cualquier espejismo. Pero es porque cuesta horrores soportar la verdad de que el reino no sea de este mundo.
-Y a vos también te cuesta.
-Eso nos pasa a todos los que no somos santos y muchas veces dejamos que Satanás nos dé la teta. Es triste.
Entonces el Valiente rebrilla conmovedoramente:
-Todavía hablan de santos.
-Dios va a seguir llamándonos mientras se vean estrellas.
-Y todavía hay profetas.
-Las estrellas más altas las llevamos adentro. Ya sabés que hubo muchos Hombres Nuevos antes de que llegara Jesús.
-¿Y por qué dijiste que los ángeles no ayudan a los borrachos?
-Porque tienen órdenes de escuchar a los que se lo merecen.
-¿Y por qué no ayudaron al maestro en la Calavera?
-Lo ayudaron a resucitar, Esteban.
-Judas te hubiera creído.
ALMÁ 9: El muchacho de labio leporino se llamaba Daniel y la cara recién terminó de sanarle durante la Dedicación y ya salía a la calle pero parecía un fantasma y al otro día de mostrar tu mosaico en el Templo lo encontraste tirado entre los azahares de Gihon hablando y riéndose solo abajo de la lluvia y un rabino le diagnosticó demonio y te pidieron que trajeras a Jesús y fue la primera vez que el Rabí te dijo Novia aunque Almá significaba Muchacha en estado de merecer y Amós se había emperrado en bautizarte así argumentando que las ciegas por pecado eran carne de burdel desde el primer berrido: el maestro te abrigó con un manto perfumadísimo que le pidió a la tejedora de Magdala y te cargó en los hombros igual que a una cabrita y cada pocos pasos te mordía los pies pero no tenías ganas de reírte y al pasar por el pináculo te animaste a preguntar Cómo puede tener demonio alguien que nos defiende y él dijo Calma y fe novia mía porque me robaste el corazón con un solo hilo de tu collar: y encontraron a Daniel en la cama y rodeado por la familia y Jesús lo escuchó conversar con un amigo invisible y explicó sonriendo Está más sano que si estuviera sano y no tiene demonio sino ángel y ya es más viejo que su padre y su abuelo y Abba lo está llamando para sanarle la boca y se escandalizaron y amenazaron con denunciarlo al Sanedrin porque acababa de bendecir a la muerte y Jesús les preguntó si alguien había visto acabarse al torrente del Cedrón después que atravesaba el puente de los Olivos pero nadie entendió y cuando te llevó cargada hasta tu casa y te regaló el manto le volviste a tocar la cara para aplastarle unas gotas saladas que no podían ser lluvia.
Isabelino Pena pateó un resto de tortón hacia la canaleta por donde se asomaba la rata-perro:
-Lo que importa es creer en la gente, hermano.
-No me digas hermano.
Ahora vuelvo a sentir que los stipes del viernes están clavados como mástiles en la torreta y que mi madre reza para que Barrabás y yo sigamos siendo esclavos de las ubres de Astarté.
-Y qué hacés en España -sacó un puñal en miniatura del taparrabos Esteban y se vacio un socavón de la encía.
-Hay un sitio en el mundo que se llama Uruguay, madre. Un sitio muy lejano y muy triste y otra vez triste. Ni siquiera nacimos, Valiente. Y vos querés dirigir la revolución contra el imperio.
Y siento que es capaz de matarme en cualquier momento pero que ya no tiene fe ni en el mal.
-¿Sabés a qué me dedico? -se rearmó el jopo estilo Pájaro Loco el detective. -Soy un espía a sueldo. Pero no me paga Herodes ni Caifás ni Pilato.
Ahora se rasca la entrepierna con el sicar que asusta mucho menos que el braserío del odio:
-Entonces yo te pago para que encuentres a Barrabás. Con los siclos que nos sobraron podés emborracharte hasta con jugo de calamar tirio.
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