SEGUNDA ENTREGA
LA CONFUSIÓN CONTEMPORÁNEA EN TORNO AL CONCEPTO DE ESTADO-NACIÓN (1)
J. Ramiro Podetti
El “babelismo” multiforme sobre el Estado-Nación, en la medida en que no esclarezca, implica renunciar a todo verdadero pensamiento político.
La historia no es tiempo, sino espacio-tiempo.
Alberto Methol Ferré
Lo que se va a leer no es un texto preparado para publicarse en forma de libro; es un documento de trabajo, elaborado para uso de funcionarios del Servicio Exterior del Uruguay. Eso explica algunos aspectos poco amigables para la lectura, como la profusión de citas, a veces extensas, o la inclusión de una breve antología, del economista chileno Felipe Herrera, dentro del propio cuerpo del texto. Pero la ocasión sirvió a Alberto Methol para expresar su pensamiento de un modo que difícilmente pueda encontrarse en otros textos suyos: por la cantidad de autores, corrientes e ideas referenciados; por la amplitud de enfoques que se ofrecen sobre la cuestión; por el orden y el rigor del análisis y finalmente por la riqueza y variedad de sus propias ideas.
Es importante atender al momento de su elaboración: fines de la década de 1990. Cuando los procesos del Mercosur y el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre México, Estados Unidos y Canadá eran la novedad en materia de cooperación e integración americana, y por sobre los cuales aparecía también el proyecto estadounidense del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), representando dos corrientes distintas en cuanto a la evolución del continente americano en los albores del siglo XXI. No se había producido todavía la primera reunión de presidentes sudamericanos de Brasilia, convocada por Fernando Henrique Cardoso en 2000, ni la crisis argentina de 2001.
La situación hoy es algo distinta: el surgimiento de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) como instancias totalizadoras de la primera vertiente, y la más reciente aparición de la Alianza del Pacífico, que si bien es afín a la segunda, se mantiene, el menos por ahora, como una instancia también latinoamericana, mientras que el proyecto hemisférico de libre comercio, el ALCA, no alcanzó a concretarse y fue abandonado. Es importante advertir que Methol sostiene que ambas corrientes confluyen parcialmente entre sí, interpenetrándose en distintos niveles. Por otra parte, estas dos grandes perspectivas americanas están presentes desde que hubo quienes pensaron el mundo desde la lógica de los espacios continentales: Friedrich List imaginando un futuro Estado-Continental hemisférico, y Friedrich Ratzel, más tardíamente, imaginando a América del Sur como un Estado-Continental por sí mismo.
El contenido de la obra se despliega sobre tres ejes conceptuales: el análisis del Estado-Nación, el análisis del espacio como categoría fundamental de los estudios históricos, políticos y de relaciones internacionales, y finalmente el análisis de la sociedad industrial. Methol se muestra muy crítico con el uso corriente del término Estado-Nación porque, al aplicarse indistintamente para realidades por completo diferentes, termina estableciendo bases inconsistentes para la comprensión de la actualidad. Una confusión sorprendente por la multitud de cuestiones implicadas y por el alto impacto que estas tienen sobre la vida real de las personas en todo el mundo. Por otra parte reitera algo que fue convicción desde sus primeros escritos: la historia no puede entenderse suficientemente si se hace abstracción de la relación entre los acontecimientos y el espacio en que suceden. Por último, no es serio ningún análisis político que no tome en cuenta la relación del país, región o continente que se estudie con la Revolución Industrial, revolución que ocupó su reflexión desde la juventud, analizándola desde una perspectiva antropológica y filosófica.
Por sus formas, este libro debe considerarse un largo diálogo entre el autor y un calificado conjunto internacional de pensadores e investigadores. Un rasgo interesante, formal y metodológico, que lo emparenta con la tradición filosófica clásica y escolástica: Methol no se limita a ofrecer el status quaestionis para luego desarrollar su propio pensamiento, sino que despliega sus reflexiones en diálogo, de modo tal que sus ideas se intercalan sistemáticamente con las de los autores citados, asumiendo las afirmaciones de estos como interpelaciones y ofreciendo sus propios conceptos como respuestas. Desde este punto de vista, Los Estados Continentales y el Mercosur sigue un modelo expositivo que aparece ya en La crisis del Uruguay y el Imperio Británico y en El Uruguay como problema, aunque la presencia de citas y autores no se tan intensa en estos.
Hay un interlocutor privilegiado, Felipe Herrera. (1) Methol distingue aquí, como en otros textos suyos, dos grandes momentos de la integración latinoamericana en el siglo XX: las décadas de 1960 y 1990, y considera que Felipe Herrera anuncia con claridad el punto más alto de la conciencia histórica latinoamericana integracionista en los años sesenta. La antología del pensador chileno se convierte así en punto de partida de su argumentación y a la vez su referencia principal, en la medida en que defiende, treinta años antes, la misma tesis radical que Methol profesa en este libro: que si América Latina no alcanza a construir un Estado-Continental seguirá afuera de las grandes decisiones mundiales.
Methol sostiene además que la línea de reflexión y elaboración política de Felipe Herrera no fue continuada por el pensamiento latinoamericano. Por el contrario, se instaló y mantuvo una concepción difusa de la integración. Este trabajo pretende justamente continuar aquella línea, desarrollándola, tomando en cuenta los pasos de la segunda oleada integracionista de los años noventa e incorporando más evidencias internacionales sobre la materia. Por otra parte, para Methol, el propio Herrera no llegó a formular una estrategia práctica para la integración del Estado-Continente.
Notas
(1) Felipe Herrera (1922-1996), abogado dedicado a la Economía Política, fue miembro del Partido Socialista chileno, ministro de Hacienda en el segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, gerente general del Banco Central de Chile, director del Fondo Monetario Internacional (FMI) y fundador del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), del que fue su primer presidente por una década. Fue también el primer titular del Consejo Interamericano Económico y Social (CIES), dependiente de la Organización de los Estados Americanos (OEA), y dentro del BID creó el Instituto para la Integración de América Latina (INTAL). Renunció al BID para acompañar a Salvador Allende en su gobierno. Culminó su servicio público en la Unesco, donde por una década presidió el Fondo Internacional para la Promoción de la Cultura.
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