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EL IMPULSO Y SU FRENO - CARLOS REAL DE AZÚA (1916-1977)



Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1964.

PRIMERA ENTREGA

ADVERTENCIA

A fines de 1963, el grupo de amigos compuesto por Hiber Conteris, Julio de Santa Ana, Julio Barreiro y Emilio Castro me solicitó la redacción de las páginas que siguen. Planeaba, para el número 4 de la revista cultural protestante "Cristianismo y Sociedad", un examen conjunto de los movimientos políticos que a principios del siglo presente dieron la pauta del progreso cívico y social iberoamericano así como de las causas de su posterior descaecimiento. Es comprensible que en una nómina no muy taxativa, resaltara, junto al Radicalismo argentino y al Partido de la Revolución Mexicana, el Batllismo uruguayo.

Dificultades inherentes a tales proyectos decidieron que mi trabajo apareciera solitariamente en ese número 4 y que, por su desmedida extensión para la magnitud de una revista, lo hiciera en forma fragmentaria. Me interesa, pese a ello, destacar que no es un estudio de o sobre el Batllismo sino, más precisamente, sobre su dinámica política, sobre su ascenso y declinación y los factores que me han parecido relevantes para explicarlas. Por eso no tiene otra aspiración que la de sumarse a los ya variados enfoques -biográficos, históricos, económicos- que sobre el tema existen y es bien consciente de los vacíos que presenta, entre los que me adelanto a señalar la política internacional, militar y cultural del Batllismo así como las correlaciones de éste con el proceso de urbanización del país.

La índole general -y generalizadora- del trabajo no admitía las muchas corroboraciones que cada afirmación fundamental exigiría; me parece obvio manifestar que a todas las realmente "discutibles" estoy en condiciones de defenderlas.

Un poco por proclividad natural y por posibilidades y otro poco por haber sido las más desatendidas, subrayo más de lo que ha sido habitual hacerlo los factores políticos y los de carácter histórico-cultural e ideológico. En todos los puntos de índole económica y social siento fuertemente -en cambio- la tentación de remitirme a la mayoría de los trabajos que han estudiado esas modalidades de la época batllista, tales los de Francisco Pintos, Vivían Trías, José C. Williman (h.), Ricardo Martínez Ces, Germán Rama y otros.

Tratando fenómenos de naturaleza cuantitativa o de expresión cuantificable, el material estadístico que ellos suelen presentar suple ventajosamente la ausencia de corroboraciones que a este ensayo afecta y que, de haberla subsanado, hubiera pasado a ser otra cosa. Vale aquí la pena de observar que en los autores citados se hace sentir algunas veces la falta de una debida comparación entre las cifras del período examinado y las de los que le precedieron y siguieron, único medio, al fin, de fijar ritmos de crecimiento y no imputar a una política determinada lo que fue el resultado del desarrollo natural del país.

Debo agregar, por último, que habiendo sido redactadas estas páginas pensándose en un lector previamente desentendido de la realidad presente e histórica del Uruguay, quien eventualmente recorra el texto, deberá disculpar muchas menciones que podrá encontrar pleonásticas, si es que a un público local se le supone dirigido.



1. UN SUPUESTO, UNA EVIDENCIA Y DEMASIADAS VARIABLES

Resulta una tarea intelectual muy complicada, muy llena de bemoles contestar la pregunta que provoca este planteo. Pues si se lanza la pregunta: ¿por qué se detuvo el impulso progresivo que un partido -el Batllismo- imprimió al Uruguay en las primeras décadas de este siglo?, tanto las dificultades metódicas como las reacciones pasionales se presentarán en bandada. Para comenzar con las segundas, muchos fieles que ese partido conserva, y sobre todo los remanentes de su "guardia vieja", negarán tajantemente la realidad de hecho que ya supone la interrogación; otros señalarán -altivos, desentendidos- que si la cuestión es pertinente es porque el país no fue fiel, o bastante receptivo, a los postulados y a la acción de Batlle.

No es posible, ahora, juzgar conclusivamente estas dos excepciones. Y si la réplica a la última se confunde con todo lo que deberá ser reflexionado, la inicial, que descarta toda vivencia de "crisis nacional" no se rearguye: sólo se descarta con la evidencia dolida de hasta qué punto todos los uruguayos medianamente sensibles sentimos aquella". (1)

De cualquier manera, relacionar determinada situación colectiva con la responsabilidad de una fuerza política es extremadamente embarazoso. Mientras la experimentación tenga en historia y ciencia social un ejercicio tan endeble y tan restringido a pequeños grupos serán puramente tentativas nuestras respuestas a muchos interrogantes que la vida de los hombres plantea.

En lo que es atañedero a la interrogación inicial, creo que son, sobre todo, tres, los que exigirían ser despejados.

Uno: la de hasta qué punto la dialéctica interna de un movimiento político se mueve sin trabas en cierta dirección o, por el contrario, son factores externos, supervinientes, fuera de su alcance, los decisivos.

O, usando términos distintos: ¿hasta dónde tiene "realidad", juzgar en el vacío un experimento histórico social?

Pero aun ¿hasta dónde ese movimiento político moldea una sociedad al punto de determinar que todos los trazos de ella sean una consecuencia de esa operación?

En tanto estas ambigüedades no puedan disiparse, parecería lo más prudente concluir que no existe en tal situación de descaecimiento una clave intrínseca al partido mismo y por el contrario, el agotamiento de un impulso se juega en una serie de interacciones entre el partido actuante y "la circunstancia" en que lo hace. Considerar los ingredientes de esta última como distorsiones, "factores disfuncionales" no resulta, sobre todo, equitativo; tácitamente, ello importaría suponer el derecho a la mediatización de toda una sociedad para la acción de una fuerza predestinada. Tal suposición, que es común a una mentalidad totalitaria, ni la visión histórica del Batllismo la tolera ni sus dirigentes o sus masas llegaron nunca al punto de reclamarla.

Si se presume que el país no fue bastante receptivo a "la obra de Batlle", ello lleva implícito que si esa obra merecía más completa recepción es porque, entre otras cosas, respondía a las necesidades naturales del Uruguay y a su destino. Por otra parte, y en el caso concreto que aquí se indagará, las tesis del "monopolismo" y el "protagonismo" del Batllismo (así alguna vez las llamamos) son difíciles de mantener: un análisis histórico medianamente atento no sostiene la convicción de que Batlle y Ordóñez lo haya hecho todo y de que su partido -y esto es de especial evidencia en el rubro de la libertad política y "la verdad del sufragio”- promovió todas las obras que dan timbre a esta etapa. Tales inferencias (para lo que aquí interesa), tienden todavía a complicar la cuestión, pues hacen que no pueda indagarse en la dinámica de ese período sin entrar en el examen de esas fuerzas y factores concomitantes que fueron los otros partidos -el Nacional sobre todo- y el equilibrio precario pero efectivo, a que entre ellos llegaron.

Tampoco -todavía- y esto sin negar radical, peligrosamente la espontaneidad decisiva de lo político y su fuerza modeladora, puede descartarse enteramente que un movimiento partidario no sea expresivo (en buena parte) de condiciones y predeterminaciones de una sociedad dada; imputar todos los rasgos de ella a una trayectoria cívica, por mucho que ésta aparezca profunda y radical, es un desenfoque acechante, nada fácilmente evitable.


Notas

(1) No faltará quien afirme que la segunda comprobación es uno de esos clásicos productos del "wishful  thinking" que cada consulta electoral desmiente. No resulta, empero, muy audaz afirmar que asistimos  con esto a un fenómeno de verdadera esquizofrenia política: la mayoría de los uruguayos vota cada cuatro  años en carriles conformistas y viven, después, a lo largo de ese cuatrienio, en una sardónica, inorgánica,  mortecina rebeldía; así actúan en el plano privado, y sobre todo en el gremial. Queda, claro, la tenue  conformidad de que, con todo, "en otros lados están peor" (Latinoamérica en vista) y de que "por lo  menos hay libertad''. Otros rasgos de esta actitud se examinarán después, aun con la plena conciencia del  convencionalismo que representa manejar un hipotético y prototípico "uruguayo medio".

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