miércoles

MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS - CLARISSA PINKOLA



SEXAGESIMOCUARTA ENTREGA

CAPÍTULO 7

El júbilo del cuerpo

El lenguaje corporal (5)

La Mariposa (2)

Los visitantes que sueñan con la frágil belleza de una delicada mariposa experimentan un inevitable sobresalto cuando ven saltar a María Luján (15). Es gorda, decididamente gorda, como la Venus de Willendorf, como la Madre de los Días, como la mujer de proporciones heroicas que pintó Diego Rivera, la que construyó la Ciudad de México con un solo quiebro de la muñeca. Y, además, María Luján es vieja, muy, muy vieja, como si hubiera regresado del polvo, tan vieja como el viejo río y como los viejos pinos que crecen en el lindero del bosque. Lleva un hombro al aire. Su manta negra y roja salta arriba y abajo con ella dentro. Su pesado cuerpo y sus huesudas piernas le confieren el aspecto de una araña que brinca, envuelta en un tamal.

Salta sobre un pie y después sobre el otro. Agita su abanico de Plumas hacia delante y hacia atrás. Es la Mariposa que llega para fortalecer a los débiles. Es alguien a quien casi todo el mundo consideraría débil: por la edad, por el hecho de representar a una mariposa, por ser mujer.

El cabello de la Doncella Mariposa llega hasta el suelo. Es de color gris piedra y tan abundante como diez gavillas de maíz. Y luce unas alas de mariposa como las que llevan los niños en las representaciones teatrales escolares. Sus caderas son como dos trémulos cestos de treinta kilos de capacidad y el carnoso repliegue de la parte superior de sus nalgas es lo bastante ancho como para que en ella se sienten dos niños.

Salta, salta y salta, pero no como un conejo sino con unas pisadas que dejan ecos.

"Estoy aquí, aquí, aquí...
"Estoy aquí, aquí, aquí...
"¡Despertad todos, todos, todos!"

Agita su abanico de plumas arriba y abajo, derramando sobre la tierra y sobre el pueblo de la tierra el espíritu polinizador de la mariposa. Sus pulseras de caparazones de molusco suenan como los cascabeles de una serpiente y sus ligas adornadas con cascabeles tintinean como la lluvia. La sombra de su voluminoso vientre y de sus delgadas piernas baila de uno a otro lado del círculo. Sus pies levantan a su espalda unas pequeñas polvaredas.

Las tribus participan con actitud reverente. Pero algunos visitantes se miran unos a otros y murmuran: "¿Es eso? ¿Ésa es la Doncella Mariposa?" Están desconcertados y algunos incluso decepcionados. Parece que ya no recuerdan que el mundo espiritual es un lugar donde las lobas son mujeres, los osos son maridos y las viejas de considerables dimensiones son mariposas.

Sí, es bueno que la Mujer Salvaje / Mariposa sea vieja y gorda, pues lleva el mundo de las tormentas en un pecho y el mundo subterráneo en el otro. Su espalda es la curva del planeta Tierra con todas sus cosechas, sus alimentos y sus animales. Su nuca sostiene el amanecer y el ocaso. Su muslo izquierdo contiene todas las estacas de las cabañas indias, su muslo derecho contiene todas las lobas del mundo. Su vientre contiene todos los niños que nacerán en el mundo.

La Doncella Mariposa es la fuerza fertilizadora femenina. Transportando el polen de un lugar a otro, fecunda con fertilización cruzada tal como el alma fertiliza la mente con los sueños nocturnos y tal como los arquetipos fertilizan el mundo material. Ella es el centro. Une los contrarios, tomando un poco de aquí y poniéndolo allí. La transformación es así de sencilla. Eso es lo que ella enseña. Eso es lo que hace la mariposa. Eso es lo que hace el alma.

La Mariposa rectifica la errónea idea según la cual la transformación sólo está destinada a los atormentados, los santos o los extremadamente fuertes. El Yo no necesita transportar montañas para transformarse. Un poco es suficiente. Un poco da para mucho. La fuerza polinizadora sustituye el traslado de las montañas. La Doncella Mariposa poliniza las almas de la tierra. Es más fácil de lo que tú piensas, dice. Agita su abanico de plumas y salta, derramando el polen espiritual sobre todos los presentes, los americanos nativos, los niños pequeños, los visitantes, todo el mundo. Utiliza todo su cuerpo como bendición, su viejo, frágil, voluminoso, paticorto, cuellicorto y manchado cuerpo. Ésta es la mujer unida a su naturaleza salvaje, la traductora de lo instintivo, la fuerza fertilizadora, la reparadora, la recordadora de las antiguas ideas. Es La voz mitológica. Es la personificación de la Mujer Salvaje.

La bailarina mariposa tiene que ser vieja porque representa el alma, que es vieja. Es ancha de muslos y ancha de trasero porque acarrea muchas cosas. Su cabello gris atestigua que ya no necesita respetar los tabús que impiden tocar a la gente. Está autorizada a tocar a todo el mundo: a los chicos, a los niños, a las mujeres, a las niñas, a los viejos, a los enfermos, a los muertos. La Mujer Mariposa puede tocar a todo el inundo. Tiene el privilegio de poder tocar finalmente a todo el mundo. Éste es su poder. Su cuerpo es el de la Mariposa.

El cuerpo es como la tierra. Es una tierra en sí mismo. Y es tan vulnerable al exceso de edificaciones como cualquier paisaje, pues también está dividido en parcelas, aislado, sembrado de minas y privado de su poder. No es fácil reconvertir a la mujer salvaje mediante planes de remodelación. Para ella lo más importante no es cómo formar sino cómo sentir.

El pecho en todas sus formas desarrolla la función de sentir y alimentar. ¿Alimenta? ¿Siente? Es un buen pecho. Las caderas son anchas y con razón, pues llevan dentro una satinada cuna de marfil para la nueva vida. Las caderas de una mujer son batangas para el cuerpo superior y el inferior; son pórticos, son un mullido cojín, asideros del amor, un lugar detrás del cual se pueden esconder los niños. Las piernas están destinadas a llevarnos y a veces a propulsarnos; son las poleas que nos ayudan a elevarnos, son un anillo para rodear al amante. No pueden ser demasiado esto o demasiado lo otro. Son lo que son.

En los cuerpos no hay ningún "tiene que ser". Lo importante no es el tamaño, la forma o los años y ni siquiera el hecho de tener un par de cada cosa, pues algunos no lo tienen. Lo importante desde el punto de vista salvaje es si el cuerpo siente, si tiene una buena conexión con el placer, con el corazón, con el alma, con lo salvaje. ¿Es feliz y está alegre? ¿Puede moverse a su manera, bailar, menearse, oscilar, empujar? Es lo único que importa.

Cuando yo era pequeña, me llevaron a visitar el Museo de Historia Natural de Chicago. Allí vi las esculturas de Malvina Hoffman, docenas de esculturas de bronce oscuro de tamaño natural reunidas en una espaciosa sala. La artista había esculpido con visión salvaje cuerpos generalmente desnudos de personas de todo el mundo.

Derramaba su amor sobre la enjuta pantorrilla del cazador, los largos pechos de la madre con dos hijos mayores, los conos de carne del pecho de la virgen, las pelotas del viejo colgando hasta medio muslo, la nariz con unas ventanas más grandes que los ojos, la nariz curvada como el pico de un halcón, la nariz como un ángulo recto. Se había enamorado de las orejas tan grandes como semáforos y de las orejas que casi llegaban a la altura de la barbilla y de las que eran tan pequeñas como pacanas. Le encantaban cada uno de los cabellos enroscados como los cestos de las serpientes y cada uno de los cabellos ondulados como unas cintas que se desdoblaran o los cabellos lisos como la hierba. Sentía el amor salvaje del cuerpo. Comprendía el poder que había en el cuerpo.

Ntozake Shange habla en su obra de para las chicas de color que han pensado en el suicidio cuando basta el arco iris (16). En la obra, la mujer de morado habla tras haber tratado con todas sus fuerzas de asumir todos los aspectos psíquicos y físicos de su persona que la cultura ignora o desprecia. Y se resume a sí misma en estas sabias y serenas palabras: eso es lo que tengo...
poemas
grandes muslos
pequeñas tetas
y
muchísimo amor.

Éste es el poder del cuerpo, nuestro poder, el poder de la mujer salvaje. En los mitos y los cuentos de hadas las divinidades y otros grandes espíritus ponen a prueba los corazones de los seres humanos apareciéndose bajo distintas formas que ocultan su divinidad. Se presentan con túnicas, andrajos o fajas plateadas o con los pies cubiertos de barro. Se presentan con la piel tan oscura como la madera vieja o con escamas hechas de pétalos de rosa, con un aspecto tan frágil como el de los niños, como el de una vieja tan amarilla como las limas, como un hombre que no puede hablar o como un animal que habla. Los grandes poderes ponen a prueba a los seres humanos para averiguar si ya han aprendido a reconocer la grandeza del alma en todas sus múltiples formas.

La Mujer Salvaje se presenta con muchos tamaños, colores, formas y condiciones. Debemos permanecer atentas para poder reconocer el alma salvaje en todos sus múltiples disfraces.

Notas

(15) Seudónimo para proteger su intimidad.
(16) Ntozake Shange, para las chicas de color que han pensado en el suicidio cuando basta el arco iris (Nueva York, Macmillan, 1976).

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