viernes

EDUARDO DARNAUCHANS (Montevideo, 15 de noviembre de 1953 - 7 de marzo de 2007)


 El Instrumento inedito desde Maldonado

(si tiene problemas para visualizar el video, recorte y pegue en el navegador el siguiente enlace: http://www.youtube.com/watch?v=E7URh3GHtbI )
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por Tabaré Couto

(reportaje recuperado de Últimas noticias, 22 / 12 / 1993)

Evidentemente Darnauchans se divierte negándose a sí mismo. O jugando a que se niega a sí mismo. Le encantan los perdedores, seguramente no sabría vivir siendo un “triunfador”, si es que existen. Y se regodea en el dolor o, mejor dicho, en la derrota y en el terrible placer de la frustración. Por lo menos, hasta que al autenticidad de la misma no llegue a asfixiarlo.
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¿Sos un poeta frustrado? ¿Por qué no escribís?

Sí… Ya lo he intentado y es terriblemente malo lo que hago.

¿No sos un poco duro contigo?

Lo que escribo es para ser cantado. Además, soy mu haragán. Escribir una novela… no podría. Sigo pensando que lo mejor son los viejos y queridos tres minutos dela canción. Aunque es verdad que también puede ser cobardía.

La inseguridad de la que hablábamos.

Claro. Ahora le puse otro nombre: cobardía. Pero, bueno, sigo tu pista en la dureza con uno mismo… lo que pasa es que hay gente que escribe tan bien… (risas)

¿En qué otra cosa creés que has actuado con cobardía en tu vida?

(Piensa largamente) En hablar de negocios. Por un lado, como puedo decir que soy izquierdista y te digo que con el dinero ni ahí. Pero no. Uno no puede escapar. Pero no  sé hablar de dinero, me viene una especie de fobia. Otra cosa en la que he actuado con cobardía es en declararme a una mujer, es una de las cosas más terribles de mi vida.

¿Has dejado mujeres por temor?

Sí, por no querer saber que después me dirán que no.

Vos viviste un tiempo en pareja, te casaste y te separaste.

Sí, viví trece años. Pero no quisiera hablar de cosas tan privadas. El problema general conmigo con una mujer es que me tienen que llevar de arrastro. Soy una persona absolutamente inactiva. Esa mentalidad de quedarme mirando el techo, agarrar un libro viejísimo y leerlo, la evasión real… Tal vez sea la fobia más grande, como no me gusta la realidad, no lo he podido corregir y el que está equivocado soy yo. Soy un tipo dado al inmovilismo y a la quietud.

Pero ese inmovilismo no te privó de enamorarte.

Claro que no, eso era inevitable.

¿Y eso te duele?

Hmmm… Por lo general al personaje femenino se le pide disculpas en mis canciones porque se le ofendió. O todo lo contrario; se le agradece la existencia, se le venera. No hay una relación de igual a igual.

Eso es muy dylaniano.

Sí, pero Dylan es mucho más cruel y mucho más machista.

¿Qué otra cobardía tenés?

Yo preferiría no haber elegido este trabajo. Yo no opté por esto. Fue una decisión inconsciente porque me metí en un lugar que tiene árboles, bosques, lobos y tenebrosidades… y es así. Cuando se ve el mundo en forma de grupo es diferente, el mundo se ve distinto. Un solista es un solista. Mi cobardía es que si minutos antes de salir a escena vos me preguntás: ¿en realidad vos querés hacer esto?, yo te diría que no. Después de la primera canción estoy en el cielo. O no tanto… si va bien me siento en el cielo, si no por lo menos me siento en mi dominio.

Pero cuando termina el espectáculo te sentís muy bien.

Claro. Pero una hora antes te diría: ‘yo en realidad tendría que haber sido relojero o carpintero’.

¿Cómo te sentiste cuando tuviste que tocar con Dylan?

Lloraba mucho… no se cómo explicarte… no era llorar con lágrimas. No sé, a veces a uno en una hora se le pasa la vida entera ante sus ojos. Vi a un tipo de cincuenta años que no le tiene miedo al paso del tiempo, con la cabeza caída, discretamente vestido, con una guitarra espantosa, cantando hacia abajo, encorvado.

¿Cómo te sentiste después de esa noche?

Puedo morir tranquilo.

Se te debe haber cumplido el sueño del pibe.

Es que Dylan es un mito vivo. ¿Vos te das cuenta que él no canta más? Dylan de esa forma acepta el paso del tiempo, algo que podría hacer Mick Jagger que tiene complejo de Peter Pan.

También se habla de vos como de un mito. ¿Cómo manejás eso con tu vocación de perdedor?

(Risas) No, por mi vocación de perdedor es de no-ser. Y un mito a veces es una persona que no existe, es como una figurita…

Eso se contrapone con tu inseguridad.

No, una cosa es mi inseguridad personal en el camarín o en mi casa después de la ducha, o según el lugar donde cante si me afeito o no… y otra cosa es frente al público. Porque lo más elemental elemental es el respeto al público. Si esto fuera algo meramente burocrático no tendría sentido…

Música clásica y rock and roll. Darnauchans no marca las diferencias.

Para mí están en el mismo nivel los talentos de Dylan, Mozart, Keth Richard o Lou Reed. Ni separaciones, ni casilleros. Esas personas aportaron al mundo belleza.

Ya que hacés referencia al rock and roll, precisamente vos has tenido una relación con los artistas más jóvenes y rockeros de nuestro país bastante cercana. ¿Te gustaría profundizar ese contacto, por ejemplo, producir algún grupo?

Sería interesantísimo. Pero los músicos jóvenes no se animan a pedirle a uno que les produzca un disco. A veces por exceso de desconocimiento de uno o por pensar que uno les va a cobrar como el productor artístico de Paul Simon, cuando uno en realidad lo haría con todo el cariño del mundo. Lamentablemente no tengo mucho contacto todavía con los músicos, digamos, del revival del rock uruguayo del ’83 que termina implacablemente en el ’86. Pero yo con ellos me moría: Los Estómagos, Los Tontos, Los Traidores me parecían de una frescura impresionante. Tal vez pensaba: ‘Si esta gente escuchara tal grupo uruguayo que sonaba acá en la década del ’60, entenderían que no están descubriendo la pólvora’. Pero ese es un razonamiento de viejo y yo no soy abuelo de nadie, soy un hombre solo en el mundo. Y realmente me regocija que me llame una amiga y me diga: ‘Loco, necesito una letra’. Me honra trabajar para los compañeros.

¿Sentís que está vivo el rock and roll?

Yo creo que sí. En Uruguay no hay una industria y puede vivir. El problema es en países como los Estados Unidos, el papá de la criatura, está toda esa clasificación, hay casilleros para cada cosa. Y están los casilleros que no se remiten sólo a lo que se vende, sino, por ejemplo, a las listas hechas por las radios universitarias, el rock alternativo, en donde entró REM y después salió… Y pensar que un día estaba en un pool y había una radio -digamos comercial- prendida y de repente pasan REM, yo no entendía nada…

¿Te molesta que esos artistas se hagan populares?

No me molesta. El problema es que antes habían pasado una especie de Donna Summer de los ’80 y después, pegadito, enganchan eso. Creo que la gente tiene derecho a saber lo que está escuchando, aunque no sean tan maniáticos como yo. En realidad creo que entre ellos mismos, entre esos países desarrollados donde la industria es una especie de máquina potente y asesina, tal vez ahí sí hay un montón de cuestiones alternativas diferentes porque acá en realidad somos todos alternativos.

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