QUINCUAGESIMOTERCERA ENTREGA
CAPÍTULO 6
El hallazgo de la manada:
La dicha de la pertenencia
El don del exilio
Si has intentado encajar en algún molde y no lo has conseguido, probablemente has tenido suerte. Es posible que seas una exiliada, pero has protegido tu alma. Cuando alguien intenta repetidamente encajar y no lo consigue, se produce un extraño fenómeno. Cuando la proscrita es rechazada, cae directamente en los brazos de su verdadero pariente psíquico, que puede ser una materia de estudio, una forma artística o un grupo de personas. Es peor permanecer en el lugar que no corresponde en absoluto que andar perdidas durante algún tiempo, buscando el parentesco psíquico y espiritual que necesitamos. Jamás es un error buscar lo que una necesita. Jamás. Toda está torsión y esta tensión tienen una utilidad. El exilio consolida y fortalece en cierto modo al patito. Aunque se trata de una situación que no le desearíamos a nadie por ningún motivo, su efecto es similar al del carbón natural puro que, sometido a presión, produce diamantes y, al final, conduce a una profunda magnitud y claridad de la psique.
Es algo así como un procedimiento alquímico en el que la sustancia base de plomo se golpea y se aplana. Aunque el exilio no sea deseable por gusto, contiene una inesperada ventaja, pues sus beneficios son muy numerosos. Los golpes que se reciben eliminan la debilidad y los gimoteos, agudizan la visión, incrementan la intuición, otorgan el don de una perspicaz capacidad de observación y una perspectiva que los que están "dentro" jamás pueden alcanzar.
Aunque el exilio tenga aspectos negativos, la psique salvaje lo puede soportar, pues acrecienta nuestro anhelo de liberar nuestra verdadera naturaleza y nos induce a desear una cultura acorde con ella. El anhelo y el deseo hacen por sí solos que una persona siga adelante. Hace que una mujer siga buscando y, en caso de que no logre encontrar una cultura apropiada, hace que ella misma se la construya. Lo cual es muy bueno, pues, si la construye, un día aparecerán misteriosamente otras mujeres que llevaban mucho tiempo buscando y proclamarán con entusiasmo que era eso lo que tanto ansiaban encontrar.
Los gatos despeinados y las gallinas bizcas del mundo
El gato despeinado y la gallina bizca consideran estúpidas e insensatas las aspiraciones del patito. Su actitud nos ofrece una perspectiva de la susceptibilidad y los valores de los que se burlan de los que no son como ellos. ¿Quién podría imaginar que a un gato le gustara el agua? ¿Quién podría imaginar que una gallina se fuera a nadar? Nadie, por supuesto. Pero demasiado a menudo desde el punto de vista del exiliado, cuando las personas no son iguales, la inferior es siempre la exiliada y las limitaciones y / o los motivos de la otra no son debidamente sopesados o juzgados.
Bien, para no considerar a una persona inferior y a otra superior o, por lo menos, no más de lo que nos interesa a los fines de esta discusión, digamos simplemente que aquí el patito vive la misma experiencia que miles de mujeres exiliadas, la de una incompatibilidad básica con personas distintas, lo cual no es culpa de nadie, aunque casi todas las mujeres se muestren excesivamente serviles y actúen como si ellas tuvieran personalmente la culpa.
Cuando ello ocurre, vemos que algunas mujeres están dispuestas a pedir perdón por ocupar un espacio. Vemos que muchas mujeres temen decir simplemente "No, gracias" y marcharse sin más. Vemos que muchas mujeres prestan atención a alguien que les dice una y otra vez que son unas tercas sin comprender que los gatos no nadan y las gallinas no se zambullen bajo el agua.
Debo reconocer que a veces en el ejercicio de mi profesión me resulta útil delinear las distintas tipologías de personalidades como gatos, gallinas, patos, cisnes y cosas por el estilo. Si el caso lo requiere, a veces le pido a mi cliente que imagine por un instante que es un cisne sin saberlo. Y que piense también por un instante que se ha criado entre patos o se encuentra rodeada de patos en la actualidad.
Los patos no tienen nada de malo, os lo aseguro, ni los cisnes tampoco. Pero los patos son patos y los cisnes son cisnes. A veces, para demostrar un aserto tengo que pasar a otras metáforas animales. ¿Y si la hubieran criado unos ratones pero fuera usted un cisne? Los cisnes y los ratones suelen aborrecer sus respectivos alimentos. Los unos piensan que la comida de los otros huele muy raro.
No tienen el menor interés en estar juntos y, si lo estuvieran, el uno se pasaría el rato hostigando al otro. ¿Y si, siendo un cisne, tuvieras que fingir que eres un ratón? ¿Y si tuvieras que fingir que eres de color gris, peluda y minúscula? ¿Y si no tuvieras una larga y sinuosa cola que levantar en el aire el día en que hubiera que ostentar una cola? ¿Y si dondequiera que fueras intentaras caminar como un ratón pero caminaras como un pato? ¿Y si intentaras caminar como un ratón pero cada vez que lo hicieras sonara un claxon? ¿No serías la criatura más desdichada del mundo?
La respuesta es inequívocamente sí. Por consiguiente, si eso es cierto y es así, ¿por qué insisten las mujeres en doblegarse y adoptar formas que no son las suyas? Puedo decir, por mis muchos años de observación clínica de este problema, que la mayoría de las veces ello no se debe a un arraigado masoquismo o una perversa intención de autodestruirse ni nada por el estilo. Con más frecuencia se debe a que la mujer simplemente no sabe hacer otra cosa. Nadie la ha cuidado amorosamente.
El dicho tú puedes saber muchas cosas no equivale a tener sentido. Al parecer, el patito sabe "cosas", pero le falta sentido. No ha sido mimado, es decir que no le han enseñado nada al nivel más básico. Recuerda que es la madre la que enseña, ampliando las dotes innatas de su prole. Las madres del reino animal que enseñan a sus crías a cazar n, les enseñan exactamente "cómo cazar", pues eso ellas ya lo llevan en la sangre. Les enseñan más bien a mantenerse vigilantes, a prestar atención a las cosas que no conocen si antes ella no se las enseña activando su capacidad de aprendizaje y su sabiduría innata.
Lo mismo le ocurre a la mujer exiliada. Si es un patito feo, sí no la han mimado, sus instintos no están aguzados, por cuya razón tiene que aprender con la experiencia, pasando por muchas pruebas y cometiendo muchos errores. Pero hay esperanza, pues la exiliada nunca se da por vencida. Sigue adelante hasta que encuentra una guía, un rastro, una huella, hasta que encuentra su hogar.
Jamás resultan más ridículos los lobos que cuando pierden el rastro y se esfuerzan por volverlo a encontrar. Pegan brincos en el aire; corten en círculo; husmean el terreno; rascan la tierra, echan a correr, retroceden y se quedan inmóviles como estatuas. Dan la impresión d, haber perdido el juicio, pero lo que en realidad están haciendo es seguir todas las pistas que puedan encontrar. Se las tragan al vuelo, se llenan los pulmones con los olores que perciben al nivel del suelo y al de sus hombros, saborean el aire para ver quién ha pasado últimamente por allí y mueven las orejas como antenas parabólicas captando las distantes transmisiones. Una vez que han reunido todas las pistas en un sitio, ya saben lo que tienen que hacer.
Aunque una mujer pueda ofrecer un aspecto aturdido cuando ha perdido el contacto con la vida que más valora y corra de un lado a otro en su afán de recuperarla, la mayoría de las veces está recogiendo información, saboreando esto o tocando con la pata aquello. Lo más que se puede hacer en tales casos es explicarle brevemente lo que está haciendo. Y después dejarla en paz. En cuanto procese toda la información de las pistas que ha recogido, volverá a actuar con un propósito definido. Y entonces el deseo de pertenecer al club del gato despeinado y la gallina bizca se reducirá a nada.
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