VIGESIMOQUINTA ENTREGA
DOS: PAN AMASADO POR EL DIABLO (11)
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Después de la tradicional explosión de exclamaciones se escuchó la voz de Cristina, que cruzó la luz azul-verdosa con los ojos como fanales y dijo:
-Cantá igual, Flor.
-Sí -agrego. -Podemos cantar los dos, y además la guitarra acústica se oye perfectamente.
Flor no contestó enseguida: permaneció agarrada del micrófono con la cabeza gacha y Abel oyó la voz de Ray De Deus diciéndole en las tripas A la mierda con Yemanjá y los discursos de amor y salvación botija y a la mierda con todos para siempre.
-A nadie se le ocurrió traer una puta vela -murmuró la pequeña mujer semidesnuda. -Y yo apenas puedo hablar, muchachos.
En la escena de la rambla Annelise era una matrona arrancada a medianoche de la cama por un hombre que veía hundirse todos los días un milímetro de la pureza de Nuestra Señora en el gran río barroso.
Entonces me doy cuenta que Annelise está agazapada al lado mío y le digo:
-Vamos a buscar las velas a la casa de la cuidadora, chiquita. Dale. Mové a tu madre.
Abel se adelantó para avisarles a los que estaban sentados que enseguida volvían, mientras Annelise y Cristina llevaban del brazo a Flor con una especie de paso de entierro.
-Ahora déjenme solo con Flor -aviso cuando llegamos a la escalera, pero Annelise no me obedece.
La pequeña mujer de pelo platinado parecía haber engordado chorreantemente en la penumbra, y emitía un jadeo asmático y baboso.
Y el hombre la obligaba a ponerse una capelina blanca y la hacía bajar a la rambla y le decía Ahora vas hasta la esquina y volvés caminando como un barco de vela y repetía para sí mismo Barco de vela que trae la pesca milagrosa y cuando Annelise componía la tristísima cautela de la matrona el hombre la rechazaba gritando No me sirve ahora vas y volvés caminando como si usaras un vestido transparente y no estuvieras todo el día pensando No puedo ser yo no puedo ser yo NO PUEDO lo interrumpía Annelise con asqueada violencia.
Me abre la cuidadora: es una hermosa mulata muy joven que carga a la hija recién nacida con un solo brazo y nos hace pasar moviendo una linterna.
-Hola, Chola -dijo Abel, sin mostrar desconcierto. -¿Cómo andan?
-Bien. Mi marido está leyendo el diario y tomándose una grapa. Y yo dándole la teta a la tragaldaba. Adelante.
Flor es depositada por Annelise frente a la mesa ratona donde flamea un macizo de velitas azules: sigue respirando muy mal, aunque sube los ojos en dirección a la criatura.
-¿No tendrías alguna vela para prestarnos, Chola? -preguntó Annelise, componiendo un papel de adolescente domesticada.
-Claro. ¿Cuántas precisan?
-Una sola. Es por un rato, nomás.
-¿Y la señora no precisa nada?
-No: tiene un shock alérgico: se le pasa enseguida. ¿me dejás que te cargue a la divinura mientras volvés?
Y el hombre terminaba agarrándose la cabeza y porfiando SE TENDRÍA QUE PODER.
-A ver, mamá -dice Annelise colocando la criatura color borra de café recién hecho en los brazos de Flor.
Entonces la mujer-medusa-sacada-del-agua ubicó un pecho sin desnudar sobre el breve rostro ávido y cuando volvió Chola ya había rejuvenecido.
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Flor sostuvo la vela con buen pulso y carraspeó varias veces antes de decir:
-Disculpen pero hoy nos vamos a quedar sin sixties, muchachos. Flower se acabó hace más de veinte años, y mejor que descanse en paz. Lo único que quisiera ahora es que todos se arrimaran un poco y el que quiera cantar canta. O baila. La letra es facilísima, y algunos ya la saben. Es un tema que cantábamos con mi amiga Luz Adrogué cuando andábamos bajoneadas: ella hacía de Negra Sosa y yo de Fito Páez. Perdón, tendría que haber dicho el gran Fito Páez. Y ahora me animo a decir grande como ese viejo reventado de Bukowski, además. BUENO, VENGAN, CHE!!!!
Y mientras Ma-Sa Roberto y las chiquilinas se acercan agigantando sus sombras geometrizadas por las sombras y el techo del club nos miramos con Ringuito Cristina Brian y Annelise y perdemos el miedo.
Y Ringuito firmó contrato exclusivo con la superbanda y Flor cantó lagrimeando durante toda la última entrada y al amanecer pidió para ir contigo en el camión del flete en lugar de los sonidistas y nadie se animó a contradecirla.
Entonces la mujer apagó la vela con un gran soplido y cantó:
-Y dale alegría alegría a mi corazón / es lo único que te pido al menos hoy / y dale alegría alegría a mi corazón / afuera tirá la pena y el dolor. / Y ya verás / las sombras que aquí estuvieron no estarán / y ya verás / babamos y emborrachemos la ciudad.
Y la voz se va limpiando entre la espesura azul hasta alzarse y rugir como un brillo marino:
-Y dale alegría alegría a mi corazón / es lo único que te pido al menos hoy / y dale alegría alegría a mi corazón / y que se enciendan las luces de este amor. / Y ya verás / cómo se transforma el aire del lugar / y ya verás / que no necesitaremos nada más.
Flor hizo una pausa y su silueta inició una danza más acariciadora que sensual.
Y llegaron al Náutico cantando Yesterday y descargaron los instrumentos y el aparataje porque había que tocar por última vez en el drink nocturno y Flor dejó para el final el banco de la batería de Ringuito y en lugar de alcanzártelo te pidió que te corrieras y lo escrachó contra el suelo y dijo Vamos al muelle.
Entonces varias siluetas empezaron a bailar y cantar al mismo tiempo:
-Y dale alegría alegría a mi corazón / que ayer no tuve un buen día por favor / y dale alegría alegría a mi corazón / que si me das alegría estoy mejor. / Y ya verás / las sombras que aquí estuvieron no estarán / y ya verás / que no necesitaremos nada más.
Al final terminaron por bailar todos menos Abel, que se quedó pensando. Engolfarse en el agua tenebrosa y seguir creyendo era la última prueba, Negra Jefa. Hasta que de repente dos estrellas asexuadas y una túnica hindú y diez dedos de puro hueso me obligan a moverme y me suelto y sigo solo y es la primera vez en mi vida que disfruto bailando y me siento flotar en la maravillosa paz del Hombre Nuevo.
Y sentados en el muelle la muchacha observó el lomo resplandeciente del río marrón y dijo Hay que resucitar Abelito.
Y ella retruca:
-ESTO ES EL CIELO, LOCO!!!!
Flor murió a los dos días, y dio la cara.
1989 / 2001
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