(Selección a cargo de Juan Carlos Castrillón)
SEGUNDA ENTREGA
5 / MARTHA LETICIA MARTÍNEZ DE LEÓN
Bebe un poco de vino
Entinta suavemente el sabor de tu boca
Acércate y exhala sobre mi rostro el buqué trasminado de silencio
Besa mis ojos
introduce tres de tus dedos en la copa
humedécelos
unge mis senos
y haz de mi pubis la imagen de la Trinidad
Pega mi cuerpo a cualquier tapia
derrama un poco de vino sobre las letras del tatuaje en mi espalda
embriaga las palabras
y ahoga la carne en ese silencio que surge al degustar
Bebe un poco de vino
y entinta uno a uno
mis cuatro labios.
6 / MARÍA CRUZ
Aquelarre
Del soplo de las encinas nace la noche. Nudosas mujeres despiertan y corren por el bosque, troncos que avanzan con cabelleras verdes o grisáceas; cuerpos descoyuntados de las raíces, ojos de piedra móvil. La oscuridad danza, se acoplan los pájaros con los ciervos y las lechuzas con los zorros. El parto de los murciélagos sangra las frondas y las mujeres enrojecen sus labios para murmurar lo indecible del mundo; ellas lamen la melaza del viento, hurtan huevecillos para untarse los vientres y morderse la piel. La noche parda las protege; las lenguas se lubrican de óleos y las mujeres aprisionan en su tacto animales violentos y lisos, serpientes, tal vez, o ramas cilíndricas y húmedas. Puntos de claridad les manchan los rostros infantiles y milenarios, pero ellas se ocultan y se frotan en la hojosa penumbra; son ladronas de cuervos y arañas, recolectan corazones de sombra. Las mujeres se embadurnan de légamo, se empluman, devoran alguna víscera, algún hongo y, antes del amanecer, desaparecen entre la niebla.
7 / GUADALUPE GALVÁN
Tiempo de sequías
Este es un tiempo de sequías
es un tiempo de mirar el recuerdo lejano del agua
es un tiempo de plantar semillas en el desierto
un tiempo de despellejarse y dejar que la piel cuente la historia.
¿Cómo abrir la grieta y ofrecerla?
Hay costras en cada centímetro de la piel y del techo de la casa.
Hay recuerdos de océanos que nadie vio.
Hay maletas podridas en los roperos.
Esta noche mancha de tizne las dudas.
El carbón de mi nombre se desvanece.
Soy sequedad y polvo.
Viento furioso sobre una ciudad abandonada.
Mis enredaderas necesitan riego.
Canto con sílabas secas y me robo la saliva de los labios del hombre.
Ahora ya no necesito respuestas ni barcos.
Sé que no me salvará el húmedo jardín de la infancia.
Sé que mis velas están confusas y trémulas.
Sé que sólo contemplo mi movimiento inútil en la tormenta de polvo.
La muerte transformó mi voz y la lanzó al terreno baldío.
Levanto de la tierra un cactus que florece en las orillas.
Levanto una cruz de cal debajo de la cama.
Levanto mi mentón lastimado.
Busco la música debajo de las piedras
y salen alacranes sonoros y escarabajos luminosos.
El tiempo se pasea lento cuando anda cerca del desierto.
Escribo en el libro de los desconciertos y los atardeceres.
Dibujo árboles sobre las hojas blancas
Invento un árbol solitario sobre la orilla de la carretera.
Mojo las espinas con tinta y escribo lento el nombre de mis temores.
Me dejo ir.
Dejo que me lleve el tornado.
Me dejo llover.
Soy esa mujer silenciosa que mira los desastres,
los íntimos incendios.
Vivo de la sequía y del sobresalto.
Despierto en una casa hueca.
Hoy sólo soy un ojo espantado en el espejo.
Durante el día me unto la camisa de mi madre
después de arrancarla del tendedero.
Aún sigue amasando con barro las figuras de lo que no conoce.
La pared que ella mira es una pantalla de la memoria.
Las palabras son una suma de campanas
que en ciertos momentos ensordece.
¿Cómo ofrecer mis tambaleantes dudas?
A veces me parece que soy agua y calma.
Sueño que sobre mí nadan infinitas bocas sedientas.
Sueño con voces serenas
peces que esparcen su plata sobre un río que se petrifica y se vuelve
banqueta de ciudad.
A veces sueño que me colocan diademas
y me llevan a la ceremonia de lo inevitable.
Todavía quedan frutas muertas sobre la mesa.
Siguen las raíces sosteniendo la casa.
Sigo recordando la sombra de la fronda ausente.
Coloco los tallos secos en un jarrón.
La lluvia pirómana suspende mi cuerpo
en el columpio hermoso y fatal de los días.
No creo que las lágrimas de todos los dolidos tengan tanta sal
como esta llovizna.
He sentido al miedo amenazar mi cuerpo.
Vivo del vértigo.
Los caballos siguen atravesando el callejón.
Estoy a la intemperie.
Me encuentro interminable.
Vivo en una sequía dudosa.
Vivo en una batalla.
Las matas siguen creciendo afuera de mi puerta.
A veces la polvareda vence
entonces yo junto montones de arena
y con ellos construyo mi casa.
8 / KARINA V. BALDERRÁBABO
Unidad
Mi Lengua serpentea
dentro de una Isla
a veintiún kilómetros
llamada Boca
es tibia mi Lengua diestra
en artes amatorias
su tono es de concha nácar
otras veces de azafrán
Mi Lengua grita
Protesta
Sangra
Explora
Mi Lengua se aloja cada cuatro días
por tres días en aquella Isla
que no sólo ella conoce
En Boca su fino cuerpo
húmedo rosado
danza seduce a las aves
que sobrevuelan del cuello de los árboles
Cuando se va de la Isla
permanece como red solitaria
sin peces que la habiten
Mi Lengua es molusco
tejedora involuntaria de sueños
Ansía amanecer en Boca
aunque sólo conoce sus tardes y noches
anhela que la sepulten en su arena suave
o en la playa de los alrededores
Boca se eclipsa al recibirla
Lengua se abandona
se ahoga vibra
desmaya complacida
Lengua se convierte
en religión mito
cuerpo sagrado
En Boca las nubes tiemblan
el viento fracasa
antes del arribo
un sol intenso inunda la Isla
ahí no hay cabida a pesadillas
que perturben a Lengua
Boca es un paraíso
para ella y su soledad
Mi Lengua yace
en el vientre de la Isla
fuegos artificiales estallan en Boca
la conmueve se maravilla
Lengua vive su brillantez gozosa
porque lo sabe
pertenece a tu Isla.
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