CUADRAGESIMOCTAVA ENTREGA
CAPÍTULO 6
El hallazgo de la manada:
La dicha de la pertenencia
El patito feo (4)
Clases de madres
LA MADRE DERRUMBADA
Al final, la mamá pata ya no puede soportar el acoso que sufre el hijo que ella ha traído al mundo. Pero lo más revelador es que ya no puede tolerar el tormento que a ella misma le causa la comunidad como consecuencia de sus intentos de proteger a su "extraño" hijo. Y entonces se derrumba y le grita al patito: "Ojalá te fueras de aquí." Y el desventurado patito se va.
Cuando una madre se derrumba psicológicamente, significa que ha perdido el sentido de sí misma. Puede ser una malvada madre narcisista que se considera con derecho a ser una niña. Pero lo más probable es que se haya visto separada del Yo salvaje y se haya derrumbado debido al temor a una amenaza real de carácter psíquico o físico.
Cuando las personas se derrumban, suelen resbalar hacia uno de los tres estados emocionales siguientes: un lío (están confusas), un revolcadero (creen que nadie comprende debidamente su tormento) o un pozo (una repetición emocional de una antigua herida, a menudo una injusticia no reparada y por la que nadie pagó, cometida con ellas en su infancia).
Para conseguir que una madre se derrumbe hay que provocar en ella una división emocional. Desde tiempo inmemorial, el medio más utilizado ha sido el de obligarla a elegir entre el amor a su hijo y el temor al daño que la aldea pueda causarles a ella y a su hijo si no se atiene a las reglas. En La decisión de Sophie de William Styron, la heroína Sophie, es una prisionera en un campo de exterminio nazi. Comparece ante la presencia del comandante nazi con sus dos hijos en brazos. El comandante la obliga a elegir cuál de sus hijos se salvará y cuál de ellos morirá, diciéndole que, si se niega a hacerlo, ambos niños morirán.
Aunque semejante elección sea impensable, se trata de una opción psíquica que las madres se han visto obligadas a hacer a lo largo de los siglos. Cumple las reglas y mata a tus hijos o atente a las consecuencias. Y así sucesivamente.
Cuando una madre se ve obligada a elegir entre su hijo y la cultura, nos encontramos en presencia de una cultura terriblemente cruel y desconsiderada. Una cultura que exige causar daño a una persona para defender sus propios preceptos es verdaderamente una cultura muy enferma. Esta "cultura" puede ser aquella en la que vive la mujer, pero lo más grave es que también puede ser la que ella lleva consigo en el interior de su mente.
Hay innumerables ejemplos literales de ello en todo el mundo (6) y algunos de los más infames se dan en el continente americano, donde ha sido tradicional obligar a las mujeres a separarse de sus seres queridos y de las cosas que aman. En los siglos XVIII, XIX y XX hubo la larga y espantosa historia de la ruptura de las familias obligadas a someterse a la esclavitud. En los últimos siglos las madres han tenido que entregar sus hijos a la patria en tiempo de guerra y, encima, alegrarse de ello. Las forzadas "repatriaciones" se siguen produciendo hoy en día (7).
En todo el mundo y en distintas épocas se ha prohibido a las mujeres amar y dar cobijo a quien ellas quieren y en la forma que desean. Una de las opresiones contra la vida espiritual de las mujeres de la que menos se habla es la de millones de madres solteras en todo el mundo, incluso en Estados Unidos, que, sólo en este siglo, se han visto obligadas por la moral dominante a ocultar su condición o a esconder a sus hijos o bien a matarlos o a renunciar a ellos o a vivir mal bajo una falsa identidad como ciudadanas humilladas y privadas de todo derecho (8).
Durante muchas generaciones las mujeres han aceptado el papel de seres humanos legitimizados a través de su matrimonio con un hombre. Se han mostrado de acuerdo en que una persona no es aceptable a menos que así lo decida un hombre. Sin la protección "masculina" la madre es vulnerable. Es curioso que en "El patito feo" al padre se le mencione sólo una vez cuando la madre está empollando el huevo del patito feo y se queja del comportamiento del padre de sus crías: "El Muy bribón no ha venido a visitarme ni una sola vez." Durante Mucho tiempo en nuestra cultura -lamentablemente y por distintas razones (9)- el padre no ha podido o no ha querido, por desgracia, estar "disponible" para nadie, ni siquiera para sí mismo. Se podría decir con razón que, para muchas niñas salvajes, el padre era un hombre derrumbado, una simple sombra que todas las noches se colgaba en el armario junto con su abrigo.
Cuando una mujer tiene en el interior de su psique o en la cultura en la que vive la imagen de una madre derrumbada, suele dudar de su propia valía. Puede pensar que el hecho de escoger entre la satisfacción de sus exigencias externas y las exigencias de su alma es una cuestión de vida o muerte. Puede sentirse como una atormentada forastera que no pertenece a ningún lugar, lo cual es relativamente normal en un exiliado, pero lo que en modo alguno es normal es sentarse a llorar sin hacer nada al respecto. Hay que levantarse e ir en busca del lugar al que una pertenece. Para un exiliado, éste es siempre el siguiente paso y, para una mujer con una madre derrumbada en su interior, es el paso esencial.
La mujer que tiene una madre derrumbada, debe negarse a convertirse en lo mismo.
Notas
(6) Para demostrar este aserto, no hace falta que los ejemplos del alejamiento de la mujer de su propia manera de trabajar y vivir sean dramáticos. Entre los más recientes figuran las leyes que dificultan o impiden que una mujer (o un hombre) se gane el sueldo en casa, permaneciendo simultáneamente cerca del mundo del trabajo, el hogar y los hijos. Las leyes que impiden que el individuo mantenga la cohesión del trabajo, la familia y la vida personal ya hace tiempo que tendrían que haberse modificado.
(7) Hay todavía mucha esclavitud en el mundo. A veces no se llama así, pero, cuando una persona no es libre de "irse" y es castigada si "huye", no cabe duda de que estamos en presencia de la esclavitud. Cuando una persona se ve obligada a realizar un trabajo doloroso o a hacer unas elecciones humillantes que no redundan en su propio beneficio sino que simplemente le sirven para subsistir o recibir una mínima protección, también estamos en presencia de una esclavitud. Bajo las esclavitudes de todas clases
las familias y los espíritus se quiebran y se pierden durante muchos años, cuando no para siempre. Pero también existe todavía la esclavitud propiamente dicha. Una persona que estuvo recientemente en una isla del Caribe me contó que en uno de los hoteles de lujo de allí acababa de llegar un príncipe de Oriente Medio con todo su séquito en el que figuraban numerosas esclavas. Todo el personal del hotel corría de un lado para otro, tratando de impedir que se cruzaran en el camino de un conocido representante negro del movimiento en favor de los Derechos Civiles de Estados Unidos que también se alojaba en el hotel.
(8) Entre ellas había madres niñas de tan sólo doce años, adolescentes, mujeres maduras, mujeres embarazadas después de una noche de amor, una noche de placer o una noche de amor y placer, víctimas de incestos y violaciones, todas ellas maltratadas y duramente atacadas por una cultura firmemente dispuesta a perjudicar tanto al hijo como a la madre con la difamación y el ostracismo.
(9) Varios autores han escrito acerca de este tema. Véanse las obras de Robert Bly, Guy Corneau, Douglas Gillette, Sam Keen, John Lee, Robert L. Moore, etc.
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