UNDÉCIMA ENTREGA
JUAN FLÓ / INTRODUCCIÓN (8)
Se podría decir, incluso, que el fracaso de la utopía es tan radical que lo que se obtiene es lo opuesto de lo que ella se proponía. Pero eso nos obliga a rever la idea de que Vallejo es un poeta hermético y, asociada con ella, la idea de que usa el lenguaje de una manera no referencial. Es posible decir que Vallejo hace una poesía no referencial y con ello podemos intentar, pedagógicamente, llamar la atención sobre algunas dificultades que plantea la lectura de su poesía. Algo así como lo que se hizo trivializando una conocida frase de M. Denis en las primeras décadas de este siglo, para acercar la pintura moderna a un público renuente, diciéndole que un cuadro es solamente un conjunto de formas y colores. Es cierto que la poesía no es referencial, si lo que queremos decir es que en muchos poemas suyos la denotación de la palabra no está al servicio de un discurso referencial a la manera en que lo es la poesía tradicional cuyos tropos y valores connotativos permiten, a la vez, un nivel informativo y otro poético que, no solamente son compatibles, sino que, en muchos casos, el segundo está sustentado en el primero. También es cierta aquella afirmación si lo que queremos decir es que, en la mayor parte de los casos más característicos de la poesía de Vallejo, no es posible la intelección del poema. No, desde luego, bajo la forma de una traducción integral a la manera de la que admite Gongora, ni, tampoco, bajo la forma de una interpretación del texto que tenga principalmente en cuenta el valor referencial de los términos y busque reconstruir, a partir de ellos, ‘su sentido’. En el caso de la poesía más ‘difícil’ de Vallejo esta imposibilidad no se debe al carácter polisémico de toda poesía sino a que, en su caso, muchos poemas tienen un carácter tal que todas las interpretaciones tienden a desnaturalizarlo.
En general, estas características de algunos y de muchísimos de los fragmentos o versos más poderosos y más vallejianos, tienden a sugerir que se trata de una poesía que puede ser llamada ‘arreferencial’, pero creo que, por el contrario, la poética de Vallejo consiste en desdibujar, y en algunos casos hasta destruir, la referencialidad del poema, pero utilizando para ello la interacción de las referencias de los vocablos. En la manera tradicional de expresión poética hay referencias, pero sus referentes son transformados en arquetipos o en sueños y, para ello, el lenguaje, más allá de su función referencial, intenta evocar por medios que se agregan a los de la comunicación informativa, un mundo de asociaciones y sentimientos subjetivos o inconscientes, de manera que el mundo del lenguaje agregue sentidos, sentimientos o sólo se agregue él mismo, como un nuevo ente de invención, al mundo de lo mencionado. Vallejo, sin dejar de usar todos esos recursos, se aventura -y esto es privativo de su poética, que en este sentido innova radicalmente- a explotar cierto poder de la palabra aislada, en muchísimos casos del sustantivo. Pero aunque con frecuencia el método de sucesivas sustituciones pasa por la semejanza fonética, y aunque los valores rítmicos sean tenidos en cuenta, la selección está regida de manera dominante por el sentido y la denotación del vocablo. La investigación poética de Vallejo hecha mediante sustituciones, es una investigación acerca de cómo se comportan los diversos vocablos interactuando, sin ser obligados a configurar, como ocurre incluso en poesía, sentidos preexistentes que el lenguaje corporiza y trasmite. De este modo, cuando el procedimiento domina todo un poema, y el autor no introduce una estructura general que organice la referencia global, se anula toda referencia y el poema queda sin traducción o sin interpretación admisible, porque cualquier interpretación es un acto arbitrario superpuesto a una obra no referencial. Por lo menos no referencial en un sentido estricto, ya que esa falta de referente no implica que no tenga una motivación que, en algún caso, puede estar indicada, o que no tenga un clima expresivo peculiar que puede, eventualmente, corresponder a una situación motivante.
Todo lo dicho concluye en que hay muchos poemas que no son estrictamente referenciales, pero que están conformados por un tejido de vocablos usados por su valor referencial, relacionados de tal manera que el discurso en su conjunto, sin tener un contenido global traducible, adquiere su valor expresivo como resultado del juego de referentes que denotan las palabras consideradas de manera individual. Las palabras, en esos poemas, no solamente no pierden su referencialidad, sino que ese es su valor predominante, pero configuran un discurso en el que, en lugar de estar al servicio de un sentido global, como ocurre en el discurso comunicativo usual, simplemente interactúan formando un discurso sui-generis. Esas referencias parciales no producen un silencio referencial sino, más bien, una disposición referencial que podríamos definir como una entidad construida por el poema, ya que no disponemos de otro modo de indicar esa situación que mediante el poema mismo. No disponemos de traducción porque sólo disponemos de un gesto que señala en una dirección, y lo indicado es algo que está en el extremo de esa línea pero que no podemos hallar fuera del discurso, ni mencionarlo mediante un discurso diferente.
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