miércoles

MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS - CLARISSA PINKOLA



CUADRAGESIMOSÉPTIMA ENTREGA


CAPÍTULO 6


El hallazgo de la manada:
La dicha de la pertenencia

El patito feo (3)

Clases de madres

Aunque la madre del cuento se puede interpretar como un símbolo de la madre exterior, la mayoría de las personas que ahora son adultas han recibido de su madre real el legado de la madre interior. Se trata de un aspecto de la psique que actúa y responde de una manera que es idéntica a la experiencia infantil de la mujer con su propia madre. Además, la madre interior está hecha no sólo de la experiencia de la madre personal sino también de la de otras figuras maternas de nuestra vida y de las imágenes culturales que se tenían de la buena madre y de la mala madre en la época de nuestra infancia.

En casi todos los adultos, si hubo en otros tiempos alguna dificultad con la madre, pero ahora ya no la hay, existe todavía en su psique una doble de su madre que habla, actúa y responde de la misma manera que su madre real en la primera infancia. Aunque la cultura de una mujer haya evolucionado hacia un razonamiento más conciente con respecto al papel de las madres, la madre interior seguirá teniendo los mismos valores y las mismas ideas acerca del aspecto y la forma de actuar de una madre que los que imperaban en la cultura de su infancia (3).

En la psicología profunda, todo este laberinto se llama "complejo de la madre", es uno de los aspectos esenciales de la psique de una mujer y es importante reconocer su condición, fortalecer ciertos aspectos, enderezar otros, eliminar otros y empezar de nuevo en caso necesario.

La mamá pata del cuento tiene varias cualidades que analizaremos una a una. Representa simultáneamente a la madre ambivalente, la madre derrumbada y la madre no mimada. Examinando estas estructuras maternas, podremos empezar a establecer si nuestro complejo de la madre interior defiende firmemente nuestras singulares cualidades personales o si, por el contrario, necesita desde hace tiempo un ajuste.


LA MADRE AMBIVALENTE

En nuestro cuento, los instintos de la mamá pata la obligan a alejarse y aislarse. Se siente atacada por el hecho de tener un hijo distinto. Se siente emocionalmente dividida y, como consecuencia de ello, se derrumba y deja de preocuparse por el extraño hijo. Aunque al principio intenta mantenerse firme, la "otredad" del patito pone en peligro su seguridad dentro de la comunidad y entonces esconde la cabeza y se zambulle.

¿No habéis visto alguna vez a una madre obligada a tomar semejante decisión si no en su totalidad, por lo menos en parte? La madre se doblega a los deseos de la aldea en lugar de tomar partido por su hijo. En la actualidad muchas madres siguen actuando de acuerdo con los antiguos temores de las mujeres que las han precedido a lo largo de los siglos; ser excluida de la comunidad equivale a ser ignorada y mirada con recelo en el mejor de los casos y ser perseguida y destruida en el peor. Una mujer en semejante ambiente suele intentar moldear a su hija de tal manera que se comporte "como es debido" en el mundo exterior... esperando con ello salvar a su hija y salvarse a sí misma del ataque.

De esta manera, la madre y la hija están divididas. En "El patito feo", la mamá pata está psíquicamente dividida y ello da lugar a que se sienta atraída en distintas direcciones. En eso consiste precisamente la ambivalencia. Cualquier madre que haya sido atacada alguna vez se identificará con ella. Una atracción es su deseo de ser aceptada por su aldea. Otra es su instinto de supervivencia. La tercera es su necesidad de reaccionar ante el temor de que ella y su hija sean castigadas, perseguidas o matadas por los habitantes de la aldea. Este temor es una respuesta normal a una amenaza anormal de violencia psíquica o física. La cuarta atracción es el amor instintivo de la madre por su hija y su deseo de proteger a esta hija.

En las culturas punitivas es frecuente que las mujeres se debatan entre el deseo de ser aceptadas por la clase dominante (su aldea) y el amor a su hijo, tanto si se trata de un hijo simbólico como si se trata de un hijo creativo o de un hijo biológico. La historia es muy antigua. Muchas mujeres han muerto psíquica y espiritualmente en su afán de proteger a un hijo no aceptado, el cual puede ser su arte, su amante, sus ideas políticas, sus hijos o su vida espiritual. En casos extremos las mujeres han sido ahorcadas, quemadas en la hoguera y asesinadas por haber desafiado los preceptos de la aldea y haber protegido al hijo no sancionado.

La madre de un hijo que es distinto tiene que poseer la resistencia de Sísifo, el terrorífico aspecto de los cíclopes y el duro pellejo de Calibán (4) para poder ir a contracorriente de una cultura estrecha de miras. Las condiciones culturales más destructivas en las que puede nacer y vivir una mujer son aquellas que insisten en la necesidad de obedecer sin consultar con la propia alma, las que carecen de comprensivos rituales de perdón, las que obligan a la mujer a elegir entre su alma y la sociedad, aquellas en las que las conveniencias económicas o los sistemas de castas impiden la compasión por los demás, en las que el cuerpo es considerado algo que hay que "purificar" o un santuario que se rige por decretos, en las que lo nuevo, lo insólito o lo distinto no suscita el menor placer, en las que la curiosidad y la creatividad son castigadas y denostadas en lugar de ser premiadas o en las que sólo se premian si el sujeto no es una mujer, aquellas en las que se cometen actos dolorosos contra el cuerpo, unos actos que, encima, se llaman sagrados, o aquellas en las que la mujer es castigada injustamente "por su bien" (5), tal como lacónicamente dice Alice Miller, y en las que el alma no se considera un ente de pleno derecho.

Es posible que la mujer que tiene en su psique esta madre ambivalente ceda con demasiada facilidad y tema asumir una postura, exigir respeto, ejercer su derecho a hacer las cosas, aprenderlas y vivirlas a su manera. Tanto si estas cuestiones derivan de una estructura interior como si proceden de la cultura exterior, para que la función materna pueda resistir semejantes presiones, la mujer tiene que poseer ciertas cualidades agresivas que en muchas culturas se consideran masculinas. Por desgracia, durante varias generaciones la madre que deseaba ganar el aprecio de los demás para su propia persona y para sus hijos necesitaba las cualidades que le estaban expresamente prohibidas: vehemencia, intrepidez y fiereza.

Para que una madre pueda criar satisfactoriamente a un hijo que, en sus necesidades psíquicas y anímicas, es ligera o considerablemente distinto de lo que manda la cultura dominante, tiene que hacer acopio de ciertas cualidades heroicas. Como las heroínas de los mitos, tiene que ser capaz de encontrar y adueñarse de estas cualidades en caso de que no estén autorizadas, tiene que guardarlas y soltarlas en el momento adecuado y tiene que defender su propia persona y aquello en lo que cree. No hay prácticamente ninguna manera de prepararse para eso como no sea armándose de valor y entrando en acción. Desde tiempo inmemorial un acto considerado heroico ha sido el remedio de la entontecedora ambivalencia.


Notas

(3) Ésta es una de las principales razones por las que un adulto se somete a un análisis o a un auto análisis: para clasificar y ordenar los factores y complejos paternos, culturales y arquetípicos de tal forma que, como en los cuentos de La Llorona, el río se mantenga lo más limpio posible.
(4) Sísifo, el Cíclope y Calibán, las tres figuras masculinas de la mitología griega, son conocidos por su resistencia y fiereza y por la dureza de su piel. En las culturas en las que no se permite que las mujeres se desarrollen en todas direcciones, se suelen reprimir en ellas estas llamadas cualidades masculinas. Cuando se produce una inhibición psíquica y cultura¡ del desarrollo masculino en las mujeres, éstas se ven apartadas del cáliz, el estetoscopio, el pincel, la bolsa del dinero, los cargos políticos, etc.
5. Véanse las obras de Alice Miller: Drama of the Gifted ChildFor Your Own GoodThou Shalt Not Be Aware.

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