DECIMOSÉPTIMA ENTREGA
DOS: PAN AMASADO POR EL DIABLO (5)
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El batero había vuelto a ubicarse frente a los tambores y extendía una mano sobre la cabeza de Cristina, que estaba sentada en el suelo en posición yoga. Qué lástima interrumpirlos.
-Opa -dijo Ringuito, levantándose. -¿Pudiste hablar por teléfono?
-Sí. Y después me quedé de charla con la señora que cuida. Disculpen.
-Yo voy a prepararme una caipira suave. ¿Vos que tomás, Cristina?
-Coca Cola. Con limón.
Me siento frente a ella y cruzo las piernas.
-¿Cómo fue que dijiste hace un rato? -sonrió la mujer. -¿Volar cómo?
-Volar en alteza de oscura fe. Es una cita de San Juan de la Cruz que lleva el guión del espectáculo que estamos preparando con un director-actor y Annelise.
-Annelise es la hija de Flor.
-Sí. Aunque también podríamos identificarla con la hija de Yemanjá del Mar Dulce -agrego, y Ringuito larga una carcajada a lo Pájaro Loco.
Era un 2 de febrero y hacía un calor del diablo que disminuyó muy poco con el amanecer y salieron de tocar en el Náutico y empezaron a caminar por la rambla y de repente Flor bajó corriendo a la Playa Verde y cuando la alcanzaron estaba arrodillada al lado de una especie de barco de juguete donde todavía humeaban algunas velas y ella dijo Tengo una tía bahiana que sabe de estos mojos y una vez me explicó que el cumpleaños de la diosa del mar es en esta época y que se le ofrece harina y miel y no sé cuántas más así que voy a poner el bobo en remojo.
-Dónde es que está tu mujer -preguntó sorpresivamente Cristina.
-En México.
-Y vos estás en la noche oscura.
Qué noche, mamá mía.
-Cierto -contestó Abel.
-¿En la purgación de los sentidos o en la del espíritu?
-En la del espíritu. El alcohol no es afición.
-Es alivio.
-Exacto.
Ringuito trajo las copas y se reubicó en el banco de la batería y volvió a posar una mano sobre el pelo extrañamente llovido (y cortado al ras de las quijadas) de la mujer-pájaro.
-A mí me tuvieron que sacar los ojos a los veintidós años -sonríe Cristina. -Y ya tengo cuarenta y todavía no terminé de unirme con el otro sol. Entro y salgo. Entro y salgo.
-Yo casi nunca entro. Ni en la aguja de oro ni en la pobreza de espíritu. Vivo en la adoración-asco de mí mismo.
-Como Chinaski en Todos los ojos del culo -intervino Ringuito. -Me dijo Flor que sos fanático de Bukowski.
Oírlo para creerlo.
Y Flor se descalzó y se metió corriendo en el gran resplandor malva mientras Brian aullaba No se puede ser tan loca y vos le hacías adiós con la mano y Ringuito ya estaba saboreando la transparencia que tendría la solera al salir del agua y Flor nadó y buceó hasta que le exigieron al unísono que se dejara de joder y la muchacha fue emergiendo entre un aura rosada que la hacía fulgurar botticellianamente y gritó Yemanjá los saluda muchachos.
-¿Ah, sí? ¿Y qué más te dijo Flor de Bukowski? -escarbó Abel, incorporándose para probar la lujosa guitarra acústica que le habían alquilado.
-Nada -se desconcierta Ringuito. -¿Por qué?
-Por nada.
Y mientras caminaba de vuelta encapuchada por el saco de Brian Flor murmuró con los dientes sonando como aros de pandereta Quién hubiera podido quedarse haciendo la plancha y no volver jamás a este infierno.
-Bukowski sólo es genial cuando escribe del infierno -puntualizó Cristina.
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La pequeña mujer de ojos amarillos (maquillados con sombra verde) y cuerpo todavía muy en línea volvió a irrumpir cargando unas carpetas que contenían las principales canciones del grupo, computarizadas y ordenadas cronológicamente. Pobrecita: les puso hasta los tonos.
-Pa. Esto parece un congreso -aplaudió el batero. -¿Y Brian?
-Ya viene -se muerde un labio Flor. -No se puede creer. Estábamos saliendo y cae a buscarlo uno de los degenerados del paddle y se quedan a tomar una copa. Entonces que se aguante, viejo: ahora va a tener que sacar el auto porque mi horario de taximetrista is over.
Abel se refugió en los ojos de Cristina.
-¿Y? ¿Se acuerdan de algo? -pregunta Flor, con un inofensivo vermut en la mano.
-Yo hace mucho que no toco pero me las arreglo -hizo un triple redoble Ringuito. -¿Qué te pasa, petiso?
-Nada -me agacho. -Nada.
Hasta que un domingo Ringuito llegó veinte minutos tarde al drink del Náutico con una irresponsable mirada de terciopelo y dijo Fui a ver ensayar al Kinto y se me llenaron las horas de pajaritos de los que hay en el cielo con diamantes y Brian puso cara de estudiante modelo y sacudió la cabeza con desprecio y al terminar la primera canción Flor se acercó a la batería y murmuró No te atrases carajo y Ringuito porfió Yo me atraso y vos y Abel pican en orsai y Brian hace el enganche y vas a ver qué tuco y al terminar la primera entrada bajó a la playa y cuando volvió dijo Acabo de ver a Yemanjá abrazada con un tiburón.
-Me parece que Abel está extrañando a alguien -sonrió Cristina. -Y tomando muy rápido.
Entonces siento que Candela es la dueña y señora de mi alegría y casi de mi fe.
-Es verdad -dijo Abel, con cierta dificultad para hablar que se le producía enseguida de tomar sin comer. -¿Con qué canción podríamos empezar?
-Con I saw her standing there -chilla Flor. -¿Esa no se la enseñás a los gurises?
-Necesito comer algo -se agachó de golpe el hombre de gran calva perlada.
Ahora estoy francamente bandeado y pienso con desesperación en mis hijos.
-Tranquilo -se alarmó Flor. -Brian ya trae la pizza.
Y mis hijos son Paloma, Martín y Annelise.
Y durante la segunda entrada te acomodaste gozosamente al desajuste rítmico propuesto por Ringuito y al terminar lo acompañaron con Flor a dar otra vuelta por la playa y el muchacho peludo y esquelético y de nuez caricaturesca seguía hilvanando disparates y al volver encontraron a Brian esperándolos en la puerta del club y Ringuito le dijo Amor y paz hermano y el otro lo despatarró de un piñazo en el estómago y mientras lo veía vomitar en cuatro patas le advirtió como si lo escupiera La próxima vez que vengas a tocar fumado te capo jipi de mierda.
Ya estoy mucho mejor.
-Y vos cómo sabés tanto de San Juan de la Cruz -le preguntó Abel a Cristina.
-¿Te puedo preguntar lo mismo?
-A mí me lo recomendó mi psiquiatra, el día que suspendimos la terapia. Pero además tengo un tío cura que me lo inyecta desde que nací.
-¿Suspendiste la terapia?
-Sí. Y estoy tratando de caminar solo.
O de bailar ciego.
Y Flor sacó los dientes como si fuera el tiburón-hembra de Isidore Duccase y gritó Entonces capame a mí porque yo nací fumada pichón de matasanos pequebú y la orquesta estuvo en receso durante medio año.
-Flower para todos y todos para Flower -grita Brian desde la puerta, levantando un gigantesco paquete de pizza.
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-Ya vuelvo. Tengo que hacer otra llamadita -le avisó Abel a Cristina, y aprovechó las idas y venidas provocadas por la llegada de Brian para robar una botella de Chivas Regal y subir corriendo al entrepiso.
-Entrá con fe, nomás -tintinea la voz de la negra, antes de oírme golpear.
El hombre depositó la botella sobre una mesa llena de miniaturas cursis y estuvo de derrumbarse en un sillón cuando la mujer chilló:
-CON FE, DIJE!!!! ¿ESTÁS SORDO?
-Sí. Estoy gordo. Perdoná.
Yemanjá carcajea y se frota las manazas mientras le cargo el vaso.
-¿Vos te creés que yo voy a abandonar el jedorcito a brótola para venir a darme con un pinta más pálido que chorizo de puchero, corazón? Salud. ¿En dónde andábamos?
Entonces Flor contó que fue a ver a tu padre apenas llegó de México para entregarle la carta que le diste en Cuernavaca y que se encontró con un letrero en la ventana que decía ISABELINO PENA / DETECTIVE DE ALMAS y pensó que don Rosso se había mudado aunque igual tocó timbre para averiguar la nueva dirección y que tu padre abrió la puerta mordiendo una pipa apagada y fingió no conocerla y de golpe preguntó Abel sigue viendo Gárgolas y se quedaron horas tomando caipirinha.
-Estábamos hablando de Ray De Deus -contestó Abel.
-Ah, sí. ¿Pero cuál fue la bronca que tuvieron, al final?
-No hubo ninguna bronca.
-¿Pero vos qué le hiciste?
-Yo traté de salvarlo.
La negra cierra los ojos.
-Y él te quiso limpiar -cabeceó.
-Él me miraba y era como si se abriera el sótano del mundo. Nunca vi algo peor.
-¿Y para qué querés saber si está vivo? Ray siempre estuvo muerto. No se puede salvarlo. Yo sé lo que te digo.
-Pero lo sigo viendo.
-Todo el mundo ve muertos, rapaz.
-Pero él sigue matándome.
-El que trata de salvar a la gente se hace harina, mijito. Mirá el Cristo de ustedes: mucho caminarle por arriba del lomo a Yemanjá, ¿y después?
Y cuando terminaron de hablar de Cuernavaca y del exilio y las Gárgolas apareció una veterana con el pelo chillonamente teñido y tu padre se la presentó a Flor como peluca de Oro y la mujer cantó Las cuarenta con una hermosa voz averiada y tu padre explicó que Peluca de Oro era su primera clienta y que se tenía que ir volando al conventillo donde vivía Luz Adrogué a perseguir la pista de una guitarra estrellada y Flor se ofreció a llevarlo.
Alguien golpeó la puerta con mucha suavidad, aunque Abel pegó un salto como si la hubieran tirado abajo. Cuando meto un ojo en el filo entreabierto y veo a Cristina respiro en paz.
-Están por empezar -dijo la mujer ciega. -¿Te sentís bien?
-Sí, claro.
Entonces Isabelino Pena la miró lagrimeando y glosó con los dientes muy verdes Son pocas pero son viejo Marlowe y Flor sintió que el mundo volvió a ponerse lindo.
La bailarina me guía escaleras abajo.
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-¿Todo bien, petiso? -sonrió Brian, sin dejar de balancearse mientras repasaba el bajo de I saw her standing there. -¿Esto lo cantás en Re, todavía?
-No, muchacho. En Do y gracias.
Ahora me siento bien: la voz en formol de Brian fue realmente amable y además parece no tener la menor intención de sacarse los lentes azules. Abel se abalanzó sobre el paquete de pizza muzzarella y fainá.
-En Do me queda bárbara para el teclado -resplandece Flor.
-Vo: ¿saben que es la escuchamos en vivo a Paul cuando dio el concierto en Río? Y la hace bastante más lenta. Con otro balanço -se interrumpió Ringuito al escuchar los cuatro taconazos de prueba que descargó la tecladista.
-One two three FOUR!!!! -debe haber resonado el eco del alarido de Flor por toda la cuadra. -Dejate de joder. Nosotros somos nosotros y la hacemos AL MANGO. ¿Terminaste de lastrar, Abelito?
Y cuando se re compuso el grupo Ringuito ya no era el mismo aunque no por guardarle rencor a Brian sino porque evidentemente se había vuelto un jipoide motudo y marujero de verdad y era habitué de antros de pizza rockandombera que ustedes jamás serían capaces de pisar por puro desinterés y ahora ensayaban en un garage transformado en jardín de invierno que le cedieron a Flor y una noche Ringuito llegó muy tarde y la muchacha lo acorraló con lividez de esposa traicionada y gritó Hoy me contó el Matraco que andás formando un grupo de mugrientos a espaldas nuestro y Ringuito bajó su mirada de terciopelo.
I saw her standing there fue tocada de corrido y sin el menor error: Abel no necesitó consultar la letra y Flor se acopló perfectamente en las segundas voces, aunque incrustó un solo de teclado mucho más rico que el de las viejas épocas.
-Tenías razón, Ricardo. Eran buenos de verdad -aplaude Cristina, agazapada como para largarse a bailar en cualquier momento.
-SOMOS buenos de verdad -corrigió Flor. -Y él se llama RIN-GUI-TO. Bueno, a lo mejor en aquel tiempo ya le decían Ricardo cuando tocaba en otro lado y yo nunca me enteré.
Ringuito me mira fijo y yo le hago señas de que no dé pelota, aunque él parece querer tragarse la nuez.
-Mañana van a saber lo que fueron los verdaderos sixties estos pendex ladillas -resopló la pequeña mujer de ojos sombreados por un verdor que parecía empezar a expandirse rostro abajo. -Aguántenme un cacho que voy a echarle vermut al bobo.
Entonces la chiquilina empezó a patalear como las criaturas mientras repetía Flower es sagrado y destrozó la puerta-vidriera a tacazo limpio y ninguno de los tres se animó a hacer un gesto.
-Yo voy a llamar por teléfono a ver cómo están los guríes -le avisó Cristina a Ringuito.
-Te acompaño -saltó Abel. -¿Cuántos hijos tienen?
-Tres -contestó la mujer ciega, caminando con increíble seguridad hacia la escalera.
-CHE: FALTA UNA BOTELLA DE CHIVAS -hizo temblar los vidrios Flor. -NO TE VAYAS, ABEL.
-Yo no tengo nada que ver -me resguardo sudorosamente. -Si todavía estoy con el mismo vaso.
-DIGO QUE NO TE VAYAS ASÍ SEGUIMOS ENSAYANDO, BOLUDO!!!!
Y mucho menos a decirle Sweet Flower.
-A lo mejor contaste mal las botellas -dijo Brian.
-Ta. Conté mal y listo. Hablen por teléfono nomás, así yo descanso un rato -se despatarra Flor frente al teclado, como si tuviera puesta una máscara amarillo limón para suavizar las arrugas.
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