UNDÉCIMA ENTREGA
4. La necesidad de trascender al Uruguay (3)
En tal contexto nació el Uruguay Batllista. La propaganda electoral de 1910 es significativa. Un mural escrito por el poeta y bohemio, anarco-batllista, Laso de la Vega, es como el compendio de la situación. Empieza dirigiéndose contra los “1.000 vacunos” (los terratenientes) que “poseen las 2/3 partes de las tierras del país” y tienen a sus trabajadores, escasos, en condiciones “inferiores a los novillos que mandan a los Frigoríficos”. Subraya con énfasis que “en los últimos 10 años la tierra y la hacienda ha triplicado su valor”, sin beneficio para el pueblo, y termina exhortando “Proletarios, hombres libres de la ciudad… meditad.” [21] Y esto determina la peculiaridad de sus luchas políticas. Es en el Uruguay (Batlle) y en la Argentina (Yrigoyen) que las clases medias obtendrán la primera victoria histórica de América Latina, durante la segunda década del siglo XX.
Ya en esa época, víspera, curso y postrimerías de la Primera Guerra Mundial, emergen los dos primeros focos dinámicos e irradiantes de la historia latinoamericana contemporánea. Aparecen en los dos extremos del continente: Méjico y el “Cono Sur” (Argentina, Uruguay y Chile con Alesandri y en circunstancias distintas). En Méjico la emergencia de las clases medias se complica inmediatamente con una revolución agraria. En el Cono Sur, la política es, en “estado puro”, propia sólo de la pequeña burguesía. Es en esas zonas –sin protagonismo campesino alguno- donde las clases medias irrumpen en escena y determinan profundos cambios ante la consternación de los viejos próceres patricios. Al antiguo reinado del liberalismo oligárquico le sucede un liberalismo popular, con gesticulación socialista, un radicalismo que guarda ciertas analogías fraternas con su tocayo francés. Con Batlle e Yrigoyen se trataba de la democratización de la renta diferencial. No se intentaba un cambio de estructura, sino de una mejor distribución de la renta agraria. Había que hacer al pueblo partícipe de ella.
Es en un marco de exuberante renta agraria que ascienden las clases medias rioplatenses. Son las primeras en obtener en América Latina el sufragio universal y en acceder a la participación del poder no por la violencia, sino por pacíficas vías electorales. Toda la cuestión se centraba –como aún entre nosotros– en la distribución democrática de la renta agraria. Había un excedente suficiente como para conformar o subsidiar a la mayoría, sin afectar las bases del sistema que determinaba el control de la producción por la oligarquía terrateniente y comercial, ligada a la exportación. Medidas de seguridad social, salarios, un cierto proteccionismo a la industria liviana incipiente, educación universal, laica y gratuita, estatismo. Así, el Uruguay inauguró el “Welfare State” en América Latina. Singular Welfare State sin industria, con pies de barro, pasto y pezuñas.
Queríamos subrayar esto, pues es el sostén insostenible de nuestra actualidad, y en este fenómeno no han hecho hincapié los estudios del CIDE ni de Faroppa, que lo dan nebulosamente supuesto. La paradoja rioplatense, de nivel de vida desarrollado y estructura económica subdesarrollada, sobrevivirá varias décadas. Más aún: las condiciones de subdesarrollo, de primacía de la “espontaneidad” por sobre el trabajo social invertido, son las que dan razón del “desarrollo”. De un desarrollo de consumos, que iba a liquidar una espontaneidad estancada. La cuestión de superar y trascender la renta agraria realmente, de pasar a objetivos de industrialización plena (incluso agropecuaria) es aquí reciente. En la Argentina se plantea con virulencia a partir del golpe militar nacionalista de 1943 y del coronel Perón. Pero allí emergen dos nuevos protagonistas en escena: la burguesía industrial y el proletariado, potente, organizado, moderno. Aquí el Uruguay, limitado por la estrechez asfixiante de su mercado interno, no puede emprender por sí mismo una industrialización de largo aliento y su enorme superestructura “terciaria” asiste, hoy, impotente, al desfonde del excedente agrario. “Estamos devorándonos las entrañas” clama el presidente Gestido, y se limita la dieta para poder exportar. La conformidad uruguaya de ayer es su parálisis de hoy, aunque crece el miedo del país por sí mismo y la agitación cunde. Se verá, dentro de poco, a estas clases medias abocadas a una inédita aventura latinoamericana: no descender su nivel de vida. He aquí un problema sin igual en América Latina. El drama es el descenso, no el ascenso.
Notas
[21] Jacinto Duarte: “Dos Siglos de Publicidad en la Historia del Uruguay”, Montevideo, 1952, pág. 90.
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