QUINTA ENTREGA
UNO: LOS BORRACHOS VAN AL CIELO (5)
7 / EL CIELO
EL COCHE de Rabí no demoró en llegar chirriando. Tato cerró la cantimplora y torció la mirada hacia el polvo dorado del callejón: los dos hombres se acercaban caminando con pesadez. El murguista también tenía un traje completamente blanco.
-Así que sos de Liverpool, pendejo -dijo el barbudo. -¿Quién fue el cretino que te hizo hincha de ese cuadro de mierda?
-Mi padre.
Los hombres se sentaron con las piernas cruzadas.
-Bueno, yo ya cumplí. Acá tenés a tu ídolo el murguista -sonrió Rabí. -Está más solicitado que el Presidente de la República, pero me dijo que tenía ganas de verte.
El barbudo se puso a masticar un pastito. Era un hombre muy flaco, y la palidez le agigantaba el empozamiento azabache de los ojos.
-Tenía ganas de verte y tomar Fond de Cave -agregó. -¿Te arreglaste con tu señora, al final? Mirá que vi clarito cuando se te escapó corriendo y te pusiste a escribir. Ya me dijo Rabí que sos poeta. ¿Quién te metió esa idea en la cabeza, pendejo? Eso es peor que ser murguista.
El chiquilín subió el cráneo alargado en dirección a los álamos y mostró las paletas.
-Yo qué se -dijo. -Debe haber sido Dios.
Rabí agarró la cantimplora y Tato hizo una seña para frenarlo.
-Es el moscato de ayer -advirtió. -Todavía no terminé de juntar la plata para comprar el Fond de Cave.
-Coño -dijo el murguista. -Hoy no emboco una. Bueno, igual le podemos dar al moscato. Pero la próxima es con Fond de Cave, ¿Prometés?
-Te prometo.
-¿Así que el gurí te jodió con la adivinanza que yo le enseñé, nomás? -se frotó la papada arcillosa y lampiña Rabí.
-Jodió a todo el tablado. Che, no te hagás el sota y pasá la virundela.
El murguista tragó haciendo un ruido pedregoso.
-¿De dónde sacaste esa adivinanza, doctor?
-De una frase que le escuché decir a un cura amigo mío.
-A mí me la hizo la mañana que me quise morir -dijo Tato. -Yo me había tirado así, en la calle. Con el equipo de Liverpool y la pelota. Era primero de año y el Tito Baroffio me invitó a tomar sidra porque dijo que el padre se había ido al cielo. El Tito tiene la cabeza más chica que un melón. Pero yo era muy chico. Yo no quería morirme, pero como llegué tarde a casa y no encontré a mamá-
-Te quisiste ir al cielo.
-Sí. A ver si encontraba a Tarzán.
-¿A Tarzán?
-A mi padre. Le decíamos así.
-Y te tiraste en la calle y no te piso nadie -dijo el murguista.
-No. Porque el único auto que pasó fue el de Rabí, que venía de atender al padre de Tito Baroffio.
El director de Los Super Ratones se puso a masticar un pastito.
-Yo también tenía ganas de morirme el otro día en el tablado -dijo. Tato miró al doctor. -¿Pero al final no te gustó casarte con Paloma?
-Sí.
-La virundela, doctor -dijo el murguista. -Hace un calor horrible.
-Queda un trago, nomás.
El barbudo chupó hasta la última gota, mientras Rabí se incorporaba para arrancarle la pelota a Tato de una pisada.
-Un momento -suplicó el director de Los Super Ratones. -Necesito super queso. Si no, no me funciona ni una pata.
Y le mordió las puntas de los pies a Tato y pegó un salto enorme. El chiquilín y los dos hombres de blanco se trenzaron en un furioso picado. A la media hora se despidieron, saludándose igual que en las canchas profesionales.
-Bueno -dijo el barbudo. -Esto sigue mañana, señores. Siempre que haya Fond de Cave.
Tato bajó la cara. La casa de Rabí quedaba en el callejón donde apenas se alzaba un oro polvoriento, y el murguista le pidió para dormir la siesta hasta la hora del tablado.
8 / LUZ
OCHO AÑOS después no hubo manera de que no me reconocieran en el ferrocarril y me pasé todo el viaje a Rivera meta a saludar gente con la cabeza a punto de rajárseme y las tripas podridas por el cigarrillo y pensé en Linacero y Artigas y cuando dejamos atrás Tacuarembó tuve ganas de zambullirme por la ventanilla: D’Artagnan se esfumó del vestuario y Sixto sufrió una especie de chucho febril y los dientes le tableteaban y corriste por el horno que hedía a dolor de macho y tomaste un taxi y te emborrachaste durante setenta y dos horas y la noche que volviste a trabajar te dijeron que Sixto había sido transferido a un club portorriqueño y a fines de ese año D’Artagnan dejó la Directiva mirasol y se enclaustró en Rivera: yo sabía perfectamente que nadie tenía alma y nunca le creí a D’Artagnan ni al bebé ni a mí misma como cantaba Charlo Todos los cueros están sonando pero tus ojos están llorando y seguí nomás morocha Yo digo que es un tesoro de plata y oro tu corazón y me acordé de la madrugada que conocí a Charlo y a Manzi en el Café de los Angelitos y les dije Oro y plata es un candombe que me cura del hígado: Las primeras Llamadas te coronaron hasta la eternidad como reina del barro dijo un poeta que vivía a la vuelta del conventillo y lo espantaste con una carcajada y alguien advirtió No te preocupes que el año que viene nos cae el malón del centro y se las arreglan para chuparnos la sangre igual que siempre: y cuando me desperté en la putísima gloria después de tantos años entra Cirilo con un diario y los ojos casi en blanco y abajo de mi foto encuentro la noticia de que Dedé había aparecido cortada en pedazos adentro de una carretilla que colocaron en La Línea para desafío del espíritu democrático según lo declaraba el edil colorado D’Dartagnan De Deus: Malú vivía en Rivera Chico y se había hecho más bolche que los negros de los frigoríficos del Cerro y ni me hizo pasar a la tiendita de zapatos de un tal Joaquim Coluna Ahora te acordás de venir me campó en la cara y ni me molesté en contestarle y por suerte apareció el rapaz y la sacó del paso y me dio un beso y hablamos: entonces te enteraste de que Dedé vivía soñando con verte desde que volvió de Montevideo y últimamente se dedicaba a bailar desnuda en los mostradores Cuántos años tenía Doce ladró Malú No me grites gritaste y la mulata parecida a Gene Tierney aulló Vos podrás ser la reina de las Llamadas y yo una sirvienta de Rivera Chico pero aquí te callás: Y Joaquim tuvo que deslomarse para que no nos agarráramos de los pelos y me sacó a caminar y me contó que todavía estaba todo muy turbio Lo que no ha podido comprobarse es si fue la Dedé la que le mordió el trabuco a D’Artagnan De Deus dijo espantando el polvo colorado Cuándo fue eso pregunté erizándome Hace tres o cuatro meses dijo el Joaquim No lo caparon por casualidad al mierdonazo: y abandonaste el barrio que parecía exhalar polvaredas sangrientas y cuando el ómnibus empezó a repechar Presidente Viera y paró un momento frente a La Taberna te mordiste la trompa y paladeaste tu corazón metálico: y entré al cementerio sin saber dónde ir y caminé chorreándote y jurándote que jamás te dejé de adorar aunque no te ofrecí ni una mísera teta donde caerte muerta y de golpe vi a la Virgen sosteniendo a Jesús y entorné bien los ojos y me vi sosteniendo a Dedé y al bebé hasta que me vi yo misma agarrándome a mí misma.
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