CUARTA ENTREGA
UNO: LOS BORRACHOS VAN AL CIELO (3)
3 / EL CIELO
TATO CRUZÓ cruzó Caramurú vestido con un equipo completo de Liverpool. Llevaba una cantimplora colgando y una pelota profesional abajo del brazo. Rengueaba apenas. Eran las dos de la tarde, y ese mediodía le había tocado cocinar y lavar los platos. Ahora sudaba aliviadamente bajo el frescor de los álamos que bordeaban el arroyo. El calor alcanzaba los treinta y cinco grados, y el chiquilín se tiró en el pasto y tomó un trago largo. Faltaban como tres horas para que empezara el partido que iban a jugar en la cancha del Playa Honda. Tato volvió a empinar la cantimplora y clavó los ojos en el cielo filtrado entre las copas altas. Su miraba fluvial se plateaba de a ráfagas.
Un coche con chapa de médico bajó por Caramurú y entró chirriando por el callejón de tierra que terminaba a pocos metros del antiguo molino. Tato supo quién venía, pero no torció la cabeza. Del coche bajó un hombre vestido con un impoluto uniforme de guardia y caminó hasta el chiquilín. Era un médico joven, con algún pliegue de papada precoz que parecía instalarlo más en la infancia que en la decrepitud. Se llamaba José Rabí. Tato esperó a tener la mirada color almíbar enfrentada a la suya para sonreír. Podía sentir perfectamente cómo el corpachón y la cabeza de grandes entradas rubias del médico le refrescaban un poco más el sudor.
-Hola, Rabí -le dijo.
-Hola, hijo -contestó el hombre, sentándose en el pasto con las piernas cruzadas. -¿No me das un traguito?
-Sí. Tomátela toda.
El médico empinó la cantimplora con medida avidez, resopló y se frotó los ojos y las cejas.
-Qué calor espantoso. ¿Te fue bien en el tablado?
-Bárbaro. Me casé. Y escribí tres poemas.
-¿Te casaste?
-Sí. Con Paloma. Nos casó el director de Los Super Ratones. Primero le hice la adivinanza que vos me enseñaste. La del cielo.
-¿En dónde se la hiciste?
-Al entrar al tablado. Lo esperamos con Paloma en la puerta. Y lo peor es que el barbudo tenía bastantes ganas de morirse, me parece.
-Uh, no importa. Es la vida.
-¿La vida?
-Sí. La vida. Yo lo conozco al flaco. ¿En dónde los casó?
-Arriba del escenario. Nos llamó y nos casó hasta el final del carnaval. Después yo me enojé con Paloma y casi nos divorciamos. ¿Lo conocés al flaco?
-Sí. Estudiaba conmigo.
-¿Es loco?
-No.
-¿Por qué no lo traés un día?
-Bueno. Voy a ver si lo traigo. No creo que tenga problemas en reunirse con nosotros.
Rabí volvió a agarrar la cantimplora y tomó con avidez.
-Esto está sensacional -dijo riéndose fuerte. -¿Es champagne Fond de Cave?
-No. Es moscato Faraut.
Rabí volvió a reírse.
-Sos un experto, nene. Conseguí Fond de Cave para la próxima, que al flaco lo enloquece.
-¿Lo vas a traer la próxima?
-Con un poco de suerte -jadeó el médico, reincorporándose. El cansancio le crujía. -Con un poco de suerte uno hace lo que quiere. ¿Sabías eso?
-Es que yo no tengo suerte.
Rabí le arrancó la pelota al chiquilín con una pisada rápida y Tato se levantó a marcarlo, hasta que se cansaron de driblear.
-¿Te dolieron mucho las patadas que te encajé? -preguntó el chiquilín, rengueando hacia la cantimplora.
-No -dijo el hombre. -Eso no duele nada.
4 / LUZ
AL TERMINAR el carnaval te enteraste por los diarios de la reaparición de Sixto en la reserva mirasol y te encogiste de hombros frente a la inteligencia de Cirilo que captó perfectamente cómo se te encogían las tripas y preferiste remontar la lluvia sin apuro hasta el cabaret: y mientras caminaba me acordé de la lluvia que repiqueteaba en el techo de cinc cuando los fazendeiros me colocaron un tiempo con las monjas para que me enseñaran a leer y a escribir y me sacaran al diablo de adentro de los calzones hasta que una noche helada escuchaste escurrirse una gran sombra en tu dormitorio enrejado y adivinaste quién era por el olor a altar que calentó tu cama y la dejaste devorarte con los ojos cerrados y después le observaste el perfil al filo de los relámpagos y ella dijo amparada por un trueno larguísimo En la vida no hay más nada que la búsqueda de Dios o como vos le llames mija y nunca te arrepientas si pecaste por eso: en el cabaret trabajamos casi sin gente y cuando el armenio ya cerraba vimos estacionar un Cadillac fabuloso y corrí al camarín a ponerme las plumas y de repente me golpean y grito Ya voy coño hasta que Sixto llenó todo el espejo y debajo de los ojos de chiquilín borracho le temblaban unas rosas que me descangayaron: Hola bebé ladraste y él dijo Rosas regadas por la lluvia para la dama más linda de la celestialidad y lograste espantarlo con una risotada aunque aquello te sonó como un verso de Manzi: y en la mesa de Sixto estaban D‘Artagnan y dos puntos con cara de George Raft y bailé muy poquito y me invitaron con champagne francés y enseguida me zamparon que querían contratarme para hacer una gira con los Lecuona por toda Europa y Asia y yo le vi la cara a Sixto y dije Hay que pensarlo: Es que no tenés tiempo para pensarlo te aclaró D’Artagnan sonriendo sin que se le rizara el penacho del pucho Ellos viajan mañana a Buenos Aires y ya no sos una nena darling así que te quedás entre la negrada o volás a la fama: Yo no preciso a los Lecuona ni a ningún D’Artagnan para ser una diosa chillé soplándole el humo en la jeta Y si vivo en el conventillo y salgo con la comparsa es porque me piace y que los Oreffiche ni se molesten en buscar otra Luz Adrogué porque no hay comprendiste: y uno de los empresarios prendió un habano y preguntó cuánto costaba una encamada con la diosa y sondeaste la máscara fruncida de Sixto y dijiste Cuesta los huevos que casi nadie tiene viejo así que arrivederci y los tipos se fueron taconeando muy seco y D’Dartagnan levantó a Sixto de un tirón y te hizo correr un viborazo por la columna vertebral cuando dijo Esta me la pagás: y aquella madrugada me desemplumé y me puse el astrakán arriba de los trapitos y caminé hasta el puerto sin abrir el paraguas porque era como si las rosas no dejaran llover arriba mío y me acordé de Zully: el día que te enteraste que estabas embarazada tenías que trabajar con los Chihuahuas en el Parque Hotel y de tarde te fuiste al Parque Rodó y subiste a la rueda gigante y al quedar estacionada en la cumbre de abril te azulaste mansamente y pensaste Vas a ser mujer y sos hija de algún diablo y yo no te querré pero matarte nunca: y me acordé lo que me costó disimular la panza hasta que no tuve más remedio que hablar con Joseíto y él me dijo Te esperaré chica te esperaré porque tú eres lo mejol: Lo mejol sería molil pensaste y Joseíto te pagó una generosísima licencia y cuando viajaste a Rivera a dejar la niña ibas casi rezando para no encontrarte sustituida en Buenos Aires: y la noche que me enteré que había muerto la Zully pensé Se acabaron los sueños Lucecita y mandé al carajo la gira y en el momento de subir al ferrocarril y escuchar a todo el mundo hablando del partido que se jugaba en Maracaná me acordé del loco Linacero y corrí a vomitar: y de golpe lo visto en el bodegón de siempre y supiste que lo estabas buscando y le empapaste la cara caballuna y mal afeitada con las rosas y preguntaste Quién soy y él contestó La poeta: y compré una botella y dije Vamos y el loco hizo una trompa y retrucó Cada día cobro más caro por escuchar soñar a las mujeres y miró el caballito blanco de la etiqueta y cantó Ya no sos mi Margarita: la pieza estaba cerca y parecía más sucia que nunca y te arrancaste el astrakán y el hombre de la barba color riel chifló burlonamente y vos sacaste de la cama unas hojas amarillentas llenas de letras que parecían signos de Klee y él se sentó en el suelo: él apoyó la espalda en la cama y yo era la que iba llenando los vasos y entonces le conté lo que había sentido en el primer desfile que hicimos con Los negros de Artigas y cuando me callé Linacero fumó otro cigarrillo y dijo Ese es el sueño más hermoso que escuché en los últimos diez años Pero no es sueño retruqué Es verdad y acabo de rifarme una gira mundial con los Lecuona para quedarme aquí y el hombre se dio vuelta y sus ojos aljibosos se posaron a lo largo del humo que te sobrevolaba igual que si te viera levitar Hay que joderse dijo Artigas y ahora vos y agarró la palangana donde estaban las rosas y te lavó los pies hasta que te dormiste.
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