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DANIEL HENDLER: "SI NO DIRIGÍA, ME VOLVÍA UN ACTOR INSOPORTABLE"


Daniel Hendler, 37 años, uruguayo, presencia fundamental del nuevo cine argentino (y del uruguayo). Actor, guionista, productor y director de cine. Actor de teatro (también dirigió y escribió teatro en Montevideo). Actor de televisión: el año pasado protagonizó el éxito de la tira Graduados , la gran candidata de los Martín Fierro del próximo lunes, con nominación para Hendler incluida. Por estos días se lo puede ver en el teatro (en Traición , de Harold Pinter), y a partir de hoy reencontrarlo en el cine gracias al estreno de Vino para robar, una comedia de acción, robos y estafas que protagoniza junto a Valeria Bertuccelli y que dirigió Ariel Winograd.

-En Vino para robar , tu personaje se saca de encima la torpeza y la duda, dos características recurrentes en varios papeles de tu carrera. Es más: Sebastián es un estafador, que por definición del género es un tipo de personaje sin torpeza alguna. ¿Cómo fue ese cambio?

-Me divertí. A veces uno tiene la mala costumbre de pensar que cuando no hay obstáculos o no hay dificultad el trabajo no está bien, como que algo le debe faltar.

En realidad, creo que logramos lo que queríamos con la película y que pudimos rascar un poquito más allá de lo que se planteaba en la estructura del género en el vínculo de los personajes, en sus móviles, jugar un poquito más. Yo, igualmente, no tengo tanto registro de eso que se detecta en común entre mis personajes. Tal vez tenga que ver con que he hecho muchos álter egos, personajes que son parecidos a los directores. Quizás el director de cine esconda en común esa cuestión dudosa, aunque no digo que no esté en mí. Pero yo no viví al personaje de Vino para robar como un cambio tan rotundo, quizá sí el hecho de hacer una película de acción y de entender que las preguntas y las respuestas sobre el personaje estaban en los códigos del género mucho más que en una cuestión de analizar al tipo, su psicología, su historia. De todos modos ese vínculo que se establece con personajes anteriores no es algo que al actor o que a mí me pase, eso de "pasar" de un personaje a otro, eso se establece más bien en el espectador que te vio en una y después en otra y en el medio no entra en contacto con uno, pero yo no siento que paso de uno al otro, más bien siento que paso de mi vida cotidiana a esos personajes.

-¿Y cómo fue ese paso esta vez?

-Me retrotrajo a mí como espectador-niño, la sensación de estar dentro de una película. Cuando empezás a trabajar en películas te olvidás de eso que pensabas y soñabas de cómo sería estar dentro de una película, quizá las primeras manifestaciones del deseo de ser actor. Después te acostumbrás y ahora me pasó de volver a sentir eso, de acordarme de aquella sensación, de estar dentro de una película de acción de aquéllas, y a Ariel [Winograd] y a Valeria [Bertuccelli] también. Es lo que hablábamos con Valeria: la idea de hacer "una de acción" juntos de alguna manera a los dos nos conectaba con algo parecido, más lúdico, y en algún punto -yo no sé si decir infantil- me viene la imagen de La rosa púrpura de El Cairo , de entrar a una película. En algún momento uno se olvida, se acostumbra a esto, lo naturaliza. Por ejemplo actuar con Pablo Rago. Cuando terminaba la conferencia de prensa dije, claro, "yo no me estoy dando cuenta de que yo lo veía todos los días en Clave de sol" , volvía de la escuela para verlo. Y es rarísimo esto que me pasa y me da pena acostumbrarme, naturalizarlo. Rago era como de otro mundo, un ídolo absoluto de otro mundo.

-¿Cambió algo tu manera de relacionarte con los directores de cine después de dirigir un largometraje ( Norberto apenas tarde , 2010)?

-Por ahí pasás de ser actor hinchapelotas a un actor-director un poco metido.

-Otro modo de serlo...

[Risas] -El director Marco Ricca, de la película brasileña Cabeça a Prêmio , en la que actué justo antes de dirigir Norberto apenas tarde , me dijo que tenía que dirigir, porque si no, al igual que él, me iba a terminar convirtiendo en un actor insoportable. En realidad creo que siempre detecté los momentos en los que me ponía pesado, pero puede ser que después de dirigir relajé un poco, valoré doblemente el oficio del actor, me dieron muchas ganas de actuar. Igual, esto de ser hinchapelotas es algo que digo no muy en serio porque también suelo trabajar con directores amigos con los que me llevo bien.

-En general te vuelven a llamar: hiciste varias películas con Burman, las tres de Winograd. Además de seguir actuando en cine hiciste un largo como director, el año pasado estuviste en Graduados y volvés al teatro como protagonista en Buenos Aires ( Traición, de Harold Pinter, junto a Paola Krum y Diego Velázquez). ¿Cómo vivís este momento de tu carrera?

-Yo tuve algunas experiencias acá, pero hacía tiempo que no actuaba en teatro, y éste es un proyecto que me compromete más a nivel de tiempo, son cinco funciones semanales. Y lo de la tele tuvo que ver con que era un año difícil en materia de proyectos y apareció lo de Graduados. No sólo me gustó, sino que además no tenía mucha opción, me vino bárbaro porque no estaba con demasiadas propuestas. En cambio, este año pude permitirme hacer la obra de teatro, y tiene que ver con que 2012 fue muy intenso y ahora puedo recuperar un poco las neuronas actorales. Si bien creo que uno crece en todos los proyectos, la tele es muy intensa: uno se entrena mucho como actor y al mismo tiempo necesita recuperarse.

Gritos y susurros

-En el cine sos un actor que maneja gestos sutiles, incluso trabajás bajando el tono de voz, tus gritos en el cine son excepcionales y por eso son especialmente significativos (como por ejemplo en Los paranoicos ). Hay notorias diferencias entre las actuaciones televisiva, cinematográfica y teatral. ¿Cómo planteás esas diferencias?

-A veces parecen ser oficios diferentes el del actor en teatro, en cine y en TV. Es algo más del orden intuitivo. El actor en teatro va al encuentro de sus compañeros para modificar lo que está sucediendo en el espacio-tiempo. En el cine, eso es algo de lo que se encargan el director y el montajista con el material que uno da y que es básicamente un material vivo, pero exento de proyección: uno tiene que abrir las puertas necesarias para que de ahí se tome algo para proyectar. El trabajo en cine es naturalmente más introspectivo o más concreto que en el teatro. Y en la TV me parece que es una mezcla, porque uno tiene que llamar la atención, el grupo se propone hacer un llamado de atención al televidente, que se conecta con eso de una manera más débil o efímera. Para generar un interés, el director y el guión trabajan con herramientas para llamar la atención, y el actor es parte de ese juego. En la pantalla chica no se cuenta con la atención del espectador, no hay un acuerdo como hay en el cine. La adaptación se va dando naturalmente. Creo que en las primeras experiencias en uno u otro medio es cuando uno se encuentra con la dificultad. Elijo hacer básicamente las cosas en las que siento que voy a creer.

-No sé si hay muchas otras parejas de actores y directores de cine como vos y Ana Katz.

-A veces tratamos de descubrir otras para dilucidar situaciones, pero no hay muchos ejemplos.

-¿Se vive bien esa situación, es normal?

-Bueno, normal no es nada en las parejas [risas]. Yo creo que es difícil una pareja de actores o una pareja de directores, pero que los dos seamos directores, actores y guionistas hace que a veces nos complementemos en roles, incluso para trabajar juntos.

-Fuiste el productor de la película dirigida por Gustavo Garzón ( Por un tiempo ) en la que actúa Ana.

-Sí, y voy a dirigir el año que viene una película en la que ella es una de los protagonistas. Ella también me da algún papelito en sus películas. Tratamos de buscar el complemento. Por ahora la llevamos bien.

-Sos uruguayo, pero en el cine argentino has hecho de argentino, te has adaptado en tu forma de hablar. ¿Cómo ves esa inserción?

-En la primera experiencia acá, que fue la de Esperando al mesías, traté de adaptar un poco el tono y me cortaban cada vez que metía un "contigo" o un "padre" en vez de "papá". Hubo un trabajo de adaptación, al punto de que a veces en Montevideo mis amigos me dicen que estoy aporteñado. Sigo fantaseando con hacer, en algún momento, Un uruguayo en Buenos Aires , que va a ser lo más burdo que haga. Es muy sencillo, pero da para mucho. Esa comedia es una deuda: hasta tengo escenas en la cabeza. Debería ser divertida.


Por Javier porta Fouz
Fuente y más información: www.lanacion.com.ar

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