CUARTA ENTREGA
3. El Uruguay Internacional (1)
La firme estabilización del Uruguay desde el último tercio del siglo XIX, a partir de la dictadura de Latorre, se asentó en su radical y armoniosa incorporación a la economía mundial “uniconcéntrica”, cuyo núcleo era Inglaterra. Esa economía mundial específicamente inglesa estaba en su apogeo finisecular, a pesar del crecimiento industrial europeo continental, que le era sin embargo dependiente y sujeto en última instancia a sus reglas de juego. En la era victoriana y la “belle époque” se condensa el Uruguay.
Argentina, Brasil, Uruguay, etc., no entrecruzan ya sus políticas extravertidas hacia Europa bajo la dirección de la City y la atracción de París. Consumada la balcanización hispanoamericana, la paz reina. En consecuencia, las tensiones rioplatenses y latinoamericanas ya no tienen sentido. Todos son vecinos de espaldas, hermanos extraños, que se “desarrollan” hacia fuera. Divididos y enajenados, la Pax Britannica imperaba y era la libra esterlina o su apéndice el franco, la moneda corriente. Ya el Barón de Río Branco podía fijar, generoso y acaparador, fronteras definitivas. De esta manera, nuestra política internacional se hizo superflua, pasatiempo suntuoso de doméstico bien rentado, pues la órbita estaba fijada. Así será claramente hasta la Segunda Guerra Mundial.
El Uruguay pasó entonces de los “tiempos revueltos” que corren desde Artigas hasta la Triple Alianza, al Uruguay llamado “ile hereuse” ["isla feliz"] por algún visitante socarrón. De una continua “internacionalización” a una “nación”. O mejor, a una semicolonia privilegiada que se sintió nación, pues formó una verdadera comunidad. El Uruguay dejó de ser problema y se sintió definitivo, con conciencia complacida. Es en la órbita inglesa que se levanta la Suiza de América, cosa que evoca no sólo sus instituciones democráticas, sino también su insularidad, su marginalidad a la historia de su contorno (Suiza es tan neutral que ni siquiera está en la UN). Sobre el Estado básico construido bajo Latorre, Batlle será el gran reformista que adaptará su ordenación para hacerle lugar a la inmigración, a las clases medias urbanas en ascenso, siempredentro de la estructura agroexportadora fundamental, aunque con un cierto impulso a la industria liviana, para sustitución de importaciones, favorecida por la crisis bélica del capitalismo en 1914.
Política internacional uruguaya la habrá cuando la potencia dominante entre en conflicto profundo con otras grandes potencias. Esos intersticios conflictuales darán pie a nuestra política internacional. Por ejemplo, Batlle y Brum serán “panamericanistas”, cuando los Estados Unidos empiezan a amenazar y aún desplazar la hegemonía inglesa en América Latina, aunque remotamente en el Río de la Plata. No olvidemos que todavía en 1943 Churchill en sus instrucciones a Halifax para sus negociaciones con Estados Unidos le ordenaba: “Ceda en todo sobre América del Sur, menos en los países productores de carnes vacunas y ovinas”. Por otra parte, Terra y Herrera usufructuarán la emergencia alemana luego de la Gran Depresión paralevantar la represa del Río Negro y liberarnos del carbón inglés. El Rincón del Bonete fue como un pequeño Assuan uruguayo, que permitió la energía para sostener el primer salto industrial importante del país de mediados de la década del ’30 y su eclosión en la Segunda Guerra Mundial.
La Pax Britannica nos dispensó de política internacional, protegidos internacionalmente por la lógica de su orden. Sólo cuando se tambalea el poderío inglés irrumpen otros protagonistas, y lentamente la política internacional retoma sus fueros uruguayos. Desde principios de siglo el Poder Norteamericano desaloja al Poder Inglés en el área del mar mediterráneo del Caribe. Pero desde la primera guerra mundial las inversiones y empréstitos yanquis se extienden incontenibles por toda América Latina. Inglaterra sigue aferrada al Río de la Plata. Así es como Argentina y Uruguay se hacen portaestandartes de la Doctrina de la No Intervención, barrera de salvaguardia contra la penetración del “coloso del Norte” y sus intervenciones. De tal modo, en la No Intervención coinciden los intereses nacionales latinoamericanos y los ingleses, ambos a la defensiva. También en la década precedente a la Segunda Guerra Mundial, con la liberal y multilateral Inglaterra refugiada en su sistema de preferencias imperiales, se despliega un nuevo y fuerte antagonismo de las políticas económicas alemana y norteamericana. Entonces, señala Andreas Predhol: “Alemania concertó una serie de tratados comerciales con países sudamericanos en que aparecían todas las ventajas que ofrece el intercambio bilateral (ejemplo típico lo ofrece aquí la producción brasilera de algodón). Por otra parte, la subvaloración de los productos industriales alemanes llevó a una oferta considerablemente más favorable que la de los competidores inglés y norteamericano. Es característico para la problemática del bilateralismo que el auge coyuntural de 1936 trajo ya algunos retrocesos; el bilateralismo es, manifiestamente, un producto de la indigencia, igual al sistema preferencial inglés y justamente para los países más débiles pierde fuerza atractiva tan pronto como se ofrezcan posibilidades multilaterales”.[9] Luego la Segunda Guerra Mundial deja postrada a Europa y el escenario lo ocupa un solo protagonista: EstadosUnidos. En Uruguay el tránsito definitivo acaece bajo el golpe de Baldomir en 1942 y el gobierno de Amézaga. Entretanto, la historia ha hecho también otros caminos, la conciencia de los pueblos agroexportadores y dependientes se ha agudizado y se pro-pone la liberación nacional y la industrialización. Emerge como de tinieblas un Tercer Mundo, donde se suponía un inframundo. En este conjunto de nuevas condiciones, incluido en otros sistemas de poder ¿conserva el Uruguay su vieja funcionalidad inglesa? ¿En qué sentido se ha modificado? ¿Qué nos depara?
Notas
[9] Andrés Prëdohl: “Economía Internacional” (Ed. Ateneo, Buenos Aires, 1955), pág. 254.
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