viernes

SALINGER - FRANNY Y ZOOEY


(Traducción de Isabel de Juan)

DECIMOSÉPTIMA ENTREGA


ZOOEY (11)

Franny, todavía guiñando los ojos, le miró.

-¿Por qué me has despertado? -preguntó. Aun estaba demasiado adormilada para que su voz sonase malhumorada, pero era evidente que le parecía que había alguna injusticia en el aire.

-Bueno…, verás. Al hermano Anselmo y a mí nos han ofrecido una nueva parroquia. En Labrador ¿sabes? Y nos preguntábamos si querrías darnos tu bendición antes de que…

-¡Uf! -dijo Franny otra vez, y se puso una mano encima de la cabeza. Su pelo corto, como estaba de moda, había sobrevivido muy mal al sueño. Lo llevaba (por suerte para el espectador) con raya al medio-. He tenido un sueño verdaderamente horrible -dijo. Se incorporó un poco y, con una mano, se cerró las solapas de la bata, que era de corte masculino en seda beige con un bonito estampado de minúsculas tazas de té.

-Cuéntamelo -dijo Zooey, chupando su puro-. Yo te lo interpretaré.

Ella se estremeció.

-Era sencillamente horrible. Tan lleno de arañas. Nunca había tenido una pesadilla con tantas arañas en toda mi vida.

-Arañas, ¿eh? Es muy interesante. Muy significativo. Tuve un caso muy interesante en Zurich, hace unos años, una joven muy parecida a ti, en realidad…

-Cállate un segundo, o se me olvidará -dijo Franny.

Miraba ávidamente ante sí, como hacen las personas que intentan recordar una pesadilla. Tenía ojeras y otros signos más sutiles que revelan a una muchacha intensamente angustiada, pero, a pesar de ello, a nadie le habría pasado desapercibido que era una belleza de primera clase. Tenía un cutis precioso y unos rasgos delicados y bien definidos. Sus ojos eran casi del mismo asombroso tono azul de los de Zooey, pero más separados, como sin duda deben ser los ojos de una hermana, y no requerían, por así decirlo, el trabajo de un día para comprenderlos, como ocurría con los de Zooey. Unos cuatro años antes, el día de su graduación en el internado, su hermano Buddy le había profetizado morbosamente, mientras ella le sonreía desde el estrado, que con toda probabilidad algún día se casaría con un hombre que tuviese una tos seca. Así que también eso se leía en su cara.

-¡Oh, Dios, ahora lo recuerdo! -exclamó ella-. Era algo espantoso. Yo estaba en una piscina, y había un montón de gente que me obligaba a sumergirme una y otra vez para coger una lata de café Medaglia d’Oro que estaba en el fondo. Cada vez que yo salía me hacían bajar de nuevo. Yo lloraba y les decía a todos: “Vosotros estáis en el bañador. ¿Por qué no buceáis un poco?, pero ellos se reían y hacían unos comentarios terriblemente sarcásticos, y yo tenía que volver a sumergirme -se estremeció nuevamente-. Había dos chicas de mi residencia, Stephanie Logan y otra a la que apenas conozco, alguien que, en realidad, siempre me ha dado mucha pena porque tiene un nombre espantoso, Sharmon Sherman. Las dos tenían un remo muy grande, y cada vez que yo subía a la superficie, trataban de golpearme con él -Franny se tapó los ojos con las manos por un momento-. ¡Uff! -meneó la cabeza y reflexionó-. La única persona que tenía sentido en el sueño era el profesor Tupper. Quiero decir que era el único de los que estaban allí que sé que realmente me detesta.

-Con que te detesta, ¿eh? Muy interesante -dijo Zooey. Tenía el puro en la boca y le daba vueltas lentamente entre sus dedos, como un intérprete de sueños a quien no le proporcionan todos los datos pertinentes. Parecía muy satisfecho-. ¿Por qué te detesta? -preguntó-. Sin una franqueza absoluta, como comprenderás, mis manos están…

-Me detesta porque estoy en ese ridículo seminario de religión que él dirige y no soy capaz de devolverle la sonrisa cuando se muestra encantador y oxfordiano. Ha venido de Oxford en préstamo y arriendo o cosa así, y no es más que un viejo farsante terriblemente triste y satisfecho de sí mismo, con el pelo blanco rizado y revuelto. Creo que entra en el lavabo de caballeros y se despeina antes de venir a clase, palabra. No siente el menor entusiasmo por su asignatura. Ego, sí. Entusiasmo, no. Lo cual no estaría mal, quiero decir que no sería nada particularmente extraño, pero es que no para de dejar caer insinuaciones idiotas dando a entender que él es un Hombre Realizado y nosotros deberíamos estar felices por tenerlo en este país -Franny hizo una mueca-. Lo único que hace con cierta energía cuando no está alardeando es corregir a quien diga que algo es sánscrito cuando realmente es pali. ¡Sabe que no lo soporto! Si vieras las caras que le pongo cuando no me mira.

-¿Qué hacía en la piscina?

-¡Esa es la cosa! ¡Nada! ¡Absolutamente nada! Estaba allí de pie, sonriendo y observando. Era el peor de todos.

Zooey, mirándola a través del humo de su cigarro, dijo desapasionadamente:

-Tienes muy, muy mala cara. ¿Lo sabías?

Franny le miró fijamente.

-Podías haberte pasado la mañana ahí sentado sin decir eso -dijo, y añadió con intención-: No empieces a meterte conmigo otra vez, a estas horas de la mañana, Zooey, por favor. Te lo digo en serio.

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