Hugo Giovanetti Viola
CARTA ABIERTA A LA PRESIDENTA DE UNA PATRIA CHICA
La Presidenta de la República Argentina viene insistiendo hace bastante tiempo con la reivindicación del Protector de los Pueblos Libres, pero esta semana lo hizo en un acto público celebrado en una escuela que trascendió con una rimbombancia desmedidamente populista.
En primer lugar, vaya nuestro agradecimiento a su preocupación por reconocer en José Gervasio Artigas a una figura angular (una verdadera roca, para hablarlo evangélicamente) del patriagrandismo latinoamericano.
Como peronista, no le corresponde otra óptica.
Nuestro ilustrísimo compatriota Alberto Methol Ferré fue quien nos enseñó que el sueño justicialista (no realizado) de construir los Estados Unidos del Sur tenía un solo antecedente similar (aunque concretamente implantado como una Purificación capaz de concretarse históricamente y no cristalizarse en un mero núcleo utópico) en el siglo XIX: La Liga Federal Artiguista.
El problema es que este último pequeño y exaltadísimo discurso proferido por la presidenta con una tonalidad magisterial aparentemente destinado a borrar la leyenda negra de algunas cabecitas indiferentes, fue difundido a nivel continental.
Y tiene errores de omisión y apreciación realmente inadmisibles.
1) La decapitación regional del Protector no se produjo durante las Instrucciones del año XIII. Sarratea fue vergonzosamente destituido por la propia Junta de Buenos Aires después que los charrúas artigueños le robaran todas las caballadas en una sola noche, obligándolo a rebajarse pidiendo disculpas con desesperación de maturrango acorralado.
2) Fue recién en el año 16, cuando Artigas ya estaba en plena construcción de su proyecto federal (calcado constitucionalmente por los propios argentinos medio siglo después) que, tras la intercepción de un correo a Manuel García en Santa Fe, se supo que la Gran Logia porteña venía gestionando por vía diplomática una invasión portuguesa a la Banda Oriental (lo que implicaba, además, un olímpico desconocimiento a lo pactado con el mismísimo San Martín, alejado en ese momento por su obsesión libertadora hacia el flanco del Pacífico). Y hubo tanto cinismo en la maniobra, que incluso cuando Lecor ya estaba en la frontera Pueryrredón todavía seguía fingiendo indignarse y le ofrecía un irrisorio apoyo logístico a los orientales.
3) Sarratea vuelve a aparecer junto con Alvear en el gobierno juntista cuatro años más tarde, y después de ser derrotado por los ex-comandantes artiguistas Ramírez y López, se las arregla para amañar una proto-federación con capital bonaerense regente, que fue lo que nuestro Jefe jamás aceptó.
Y cuando decimos nuestro queremos decir purificador sudamericano y punto.
Patriagrandista.
Artigas no se consideraba ni argentino ni uruguayo, por más cuentos y documentos que sigan desenterrándose y manoseándose a cada rato.
Pero a Cristina Fernández de Kirchner este revisionismo proferido con conmovedoras ínfulas de desfazedora de entuertos en un aula infantil le sirve para reconquistar un matiz arquetípicamente peronista por razones puramente electorales.
Sobran las pruebas de que a los uruguayos siempre nos trató con la misma soberbia del petimetre Sarratea.
Y no dudamos que en la Argentina haya legítimos patriagrandistas herederos del mejor peronismo, pero a ella solamente le interesa seguir gobernando sin chocar demasiado con la todopoderosa (y más vigente que nunca) Gran Logia servidora del FMI.
Y no sé muy bien por qué me gustaría cerrar esta nota con dos versos de la gran milonga de Pino Solanas que grabó Zitarrosa: Sigo pobre y no me vendo / ¡la puta que los parió!
























No hay comentarios:
Publicar un comentario