Cuida tu alma, guarda tu fuerza. Cuida tu alma.
Cuida tu vida, tu inteligencia. Cuida tu vida
de los muros que caen, del alero incendiado, de la negrura,
de la piedra certera, de la daga y las zarpas.
Cuídate de lo candente, de lo filoso,
de lo cercano como tierra o como cielo,
de lo que es mudo, de lo que espera o lo que atrae,
de lo que mata: agua que en el pozo ahoga,
fuego que en la caldera quema.
Cuida tu piel, tu alma. Cuida tu vida.
En apariencia, es sólo una tarde de verano.
Sólo esta tarde amable de verano -ya vieja y conocida -
que nos visita piadosa y grácil,
no para el susto ni para murmurar sospechas o acusaciones.
Viene olorosa de guisos, con candelabros
que nos alumbrarán hasta que nos durmamos o soñemos.
En apariencia es sólo una tarde cálida, benevolente,
sólo una tarde que no nos visita para el desasosiego.
Ahora el viento nos acerca manos
y en súbito silencio una ventana lenta se abre a la oscuridad.
Dime por qué te ríes como un miedo,
por qué como una risa te congelas.
Dime por qué es aún el mundo tan estrecho,
fuegos y aguas lo circundan y acechan;
por qué tu vida, como pasmado pájaro,
está latiendo en la palma de la mano;
por qué el temblor, el vuelo estrepitoso
que busca tragaluces en un cuarto cerrado.
Cuida tu alma, tu alma fatigada.
Cuida tu vida, tu inteligencia. Cuida tu vida
Cuida tu cabellera, tu piel y tu belleza.
Cuida tu bondadoso corazón, guárdalo entre tus manos.
Traducción: Gerardo Lewin
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