traducción de José Ferrater Mora
CUADRAGÉSIMOCUARTA ENTREGA
XV
LA VOLUNTAD AVASALLADA (3)
He aquí uno de los momentos más misteriosos de las luchas espirituales de Kierkegaard. Ya más de una vez nos hemos aproximado a él. Es absolutamente evidente que en su caso no puede tratarse de la “rebelión”, de una “negativa a obedecer”. Más que de nada en el mundo tenía necesidad de creer en un Dios capaz de realizar lo que, según la razón humana, está fuera del alcance de lo posible. Continuamente declaraba: “Si hubiese poseído la fe, no me habría visto obligado a abandonar a Regina.” Pero con la misma frecuencia repetía: “No he podido realizar el movimiento de la fe.” ¿Por qué? ¿A causa de su “negativa a obedecer”? ¿Por orgullo? Tal vez por orgullo. Pero entonces se trata de esa “soberbia diabólica” que hemos descubierto en el humilde Epicteto y en el más sabio de los hombres, Sócrates, y que, como vamos a ver, no tiene nada que ver con el orgullo tal como ordinariamente nos lo representamos. El propio Kierkegaard nos dice: “¿Quién vacilaría en elegir la confianza de Dios? Pero mi elección no es libre. Apenas me doy cuenta de mi libertad, pues estoy bajo el imperio de la Necesidad. No elijo el camino que conduce a Dios, pues no puedo escoger.” (1) En su breve artículo La astilla en la carne, Kierkegaard expresa todavía con mayor energía ese pavoroso sentimiento de angustia que va unido en él a la imposibilidad en que se halla el hombre de elegir su camino. Me limitaré a citar un pasaje en alemán para no debilitar por medio de una segunda traducción el original, sin duda ya algo debilitado por la primera traducción.
“Wenn man geängstigt ist, geht die Zeit langsam, und wenn man viel geängstigt ist, da ist selbst ein Angenblick langsam worden; und wenn man zu Tode geängstigt wird, da steht die Zeit zuletzt stille. Laufen wollen schneller als je -und nicht einen Fuss rüchen zu können; den Augenblick kaufen wollen mit Aufopferung alles andern, und da zu lernen dass er nicht feil ist, weil es nicht liegt an jemands Wollen oder Laufen, sondern an Gottes Erbarem.”(2)
Quiere a Dios con toda su alma y del hecho de que lo encuentre o no depende su destino, el destino de la humanidad, el destino del universo. Pero no puede realizar el “movimiento de la fe”, no consigue mover ni un solo miembro: se diría que ha sido hechizado, que su voluntad está paralizada o, como suele indicar, que se ha esfumado. Y se da perfectamente cuenta de ello, siente que se halla en poder de la Necesidad monstruosa, malévola, infinitamente destestada, pero que no tiene fuerza para vencerla. ¿Puede ser aquí cuestión de una rebelión, de una “revuelta” o de una “negativa a obedecer” a Dios? Desafiar el escándalo hubiese sido para él la salvación. Creer que para Dios todo es posible sería la salvación para todos los hombres. Pero ni él ni nadie realizan este movimiento de la fe: la Necesidad ha hechizado a todos, y el propio Kierkegaard se informa acerca de la “verdad” de labios de su médico y no se atreve a dirigir sus ojos hacia la promesa: “nada os será imposible”.
Notas
1) IV, 319; cfr, con III, 48: “Me es absolutamente imposible, trátese o no de un deber, realizar el último movimiento de la fe; y, sin embargo, lo realizaría más que de buena gana.”
2) “Cuando se está angustiado, el tiempo transcurre lentamente; y cuando se está muy angustiado aun el mismo instante se hace lento; y cuando se está mortalmente angustiado, el tiempo acaba por detenerse. Querer correr más de prisa que nunca, y no poder mover ni un pie; querer comprar el instante mediante el sacrificio de todo lo demás y saber entonces que no se halla en venta, pues esto no depende la voluntad o del movimiento del individuo, sino de la misericordia divina.”
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