QUINTA ENTREGA
20 / CREER
Lo primero que colgué en mi muro facebookiano maquiavélicamente sacerdotal fue una Respuesta a la alegría pirotécnica que el mundo despilfarra durante los festejos de fin de año.
La frase pertenece a la película uruguaya todavía no editada Jesús de Punta del Este, y figura en un making-off estrenado ya hace años: El consumismo salvaje es capaz de incendiarnos la fe para vender tristeza.
Entonces el escritor Abel Rosso colgó la célebre performance de What a wonderful world estrenada en el 67 por Louis Armstrong, con este comentario adjunto: Satchmo acá actuó como los profetas de hace milenios, anunciando que el reino eterno ya reina en este mundo.
Y enseguida se le tiraron arriba los sabios que no saben nada explicándole que la canción fue compuesta para tapar la vergüenza de Vietnam y que el propio Armstrong aceptó ser el King Zulu en el carnaval Krewe, transformándose en un triste payaso reivindicador del derecho al pataleo frente a las mayorías racistas.
Rosso no quiso discutir, pero les contestó que hace milenios que los pueblos paganos necesitan fingir eufóricamente que la vida termina y recomienza cada fin de año porque no pueden concebir el horror de una temporalidad infinita y vacía.
Y yo agregué que la fe loca que irradian tanto las córneas como los dientes de un Satchmo ya terminal suscribe perfectamente el poema de Rosso que le gustaba más a mi tío Jerónimo: Alcanza con creer. Con no creer no alcanza.
21 / SALOMÓN
El resultado de la punción que le hicieron a mi padre en un nódulo tiroideo folicular descartó la malignidad, como era muy previsible.
Cuentan que a mi abuelo Salomón tuvieron que operarlo de lo mismo apenas enviudó.
Según mi madre era un moishe divino, y en la celebración de mi ordenamiento todos los parientes veteranos me comentaron que el viejo se hubiese sentido orgullosísimo de tener un nieto cura.
Mi padre me comunicó los resultados de la punción por facebook y nos quedamos como una hora chateando y al final me asusté, porque sentí que estaba horriblemente triste.
Al rato me llamó mi hermana desde Viena y fue la primera vez en dos años que la escuché reconocer que si mi madre no encaraba una terapia iba a terminar mal de veras.
Una vez me contó mi madre que el viejo Salomón decía que si uno reza el De profundis como si precisase el abrigo de un pañuelo en la cara, el cielo responde siempre.
Y que mi padre pensaba que yo nací milagrosamente porque ella tuvo una terrible pérdida seismesina y que al otro día el útero se recompuso de golpe y que ni él ni el obstetra fueron capaces de encontrarle una explicación científica al fenómeno.
Pasaron muchos años antes que mi abuela contara que aquella madrugada el moishe salmista le ofreció a Dios su vida por la mía.
Y después que hablé con Poli mi padre volvió a entrar al chat para confesarme que antes de leer el resultado de la biopsia también había ofrecido su vida con tal de que mi madre no terminara loca del todo, porque ahora la amaba más que cuando vivieron juntos.
22 / CÁRCEL
Mi tío Jerónimo decía que Poeta en Nueva York jamás se hubiese escrito sin La balada de la cárcel de Reading como referente inspirador y le doy la razón, aunque yo la leí recién hace unos días porque un bibliófilo militante y exquisito la posteó en el facebook.
Y me avergonzó que un sacerdote con mi trayectoria haya demorado tantos años en conocer ese último y fulgurante desangramiento de la genialidad wildeana.
Pero el arte de los profetas demasiado indecentes siempre es mucho menos frecuentado de lo que Dios querría.
Mi madre adoraba a tío Jerónimo y nunca va a poder perdonarle su supuesto suicidio.
Y sé que todavía conserva escondida en una guitarra infantil de mi hermana Poli la última magnolia de la Más Dimensión que él le mandó desde Atlántida.
Mi madre soñó durante años con el vestidito de comunión que nunca pudo tener, porque en la casa creían en la libertad de cultos pero consideraban que un hombre es verdaderamente libre cuando no se arrodilla frente a nadie.
Mi segunda hermana murió de congestión a los ocho meses y Jerónimo supo seguir haciéndole brillar el corazón a mi madre.
Y después tuvo que irse dando la vida: el cardiólogo le había prohibido las relaciones sexuales, pero él se sintió en misión de purificar enamoradamente a una dama deshecha.
Oscar Wilde hubiese entendido perfectamente que aquella sanación no fue un suicidio.
Pero la mujer de mi padre terminó por petrificarse en la cárcel de la locura y cada día cree menos en la resurrección.
23 / PECHOS
Un guitarrista colombiano que se recibió de Magister en Viena junto con mi hermana Poli forma parte del Frente Libertario Ateísta y se divierte colgando basura anticatólica que a veces hasta me hace reír.
Pero a veces se pasa.
Y lo peor es que cuando pierdo el control y le retruco algo terrible él pone que le gusta, lo que me provoca escalofríos de compasión culposa.
Mi seudónimo facebookero es Detective de almas y siento que si ese puer aeternus tan anal viniera a confesarse a mi parroquia me enfervorizaría por resolver su caso con la misma pasión ajedrecística del Padre Brown.
El colombiano usaba la imagen de una gárgola en su perfil y el otro día Abel Rosso le descerrajó el célebre soplamoco de Bertolt Brecht: Colgada en mi pared tengo una talla japonesa / máscara de un demonio maligno, / pintada de oro. / Compasivamente / miro las abultadas venas de la frente, que revelan / el esfuerzo que cuesta ser malo.
Y ya muy pasada la Navidad el puer aeternus posteó una imagen de Jesús con dos tetas semicubiertas por los pompones que se usan en los strips y contrataqué con Gelman: ¿y acaso Dios no sale de los hospedajes con una mirada triste en la / boca? alguno dijo / ¿y si Dios fuera una mujer? / ¡tetas de Dios! ¡blancos muslos de Dios! ¡lechosos! dijo /¡leche de Dios! gritaba por los techos de todas la ciudad.
Entonces la respuesta del ateísta libertario fue sustituir la gárgola por su propio rostro cabizbajo en el perfil del muro y me di cuenta que era un buen muchacho.
24 / SEXO
Supe que iba a ser cura a los diecisiete años, mientras recorríamos la Punta de Valizas con mi padre y vi salir del agua a una monumental muchacha rapada y en topless que me clavó unos ojos tan fosforecentes como sus pezones.
Era de tardecita.
Después ella se bajó un momento el bikini para sacudirse la arena y al ver su vellón azul sentí que me tenía que casar con la divinidad.
Entre los quince y los dieciséis años tuve dos novias pero no pude penetrar a ninguna: la primera no pasó de oralizarme en la Plaza Virgilio y la segunda se cubría el sexo con las manos trenzadas mientras yo machacaba tanto contra su horror que al final se me produjo una lesión en el glande.
Y después que Abel Rosso me contó que Augusto Torres se había hecho un tocado de plumas al estilo sioux para sentirse un pájaro salvaje, me di cuenta que nunca iba a poder enamorar a nadie si no lograba que me contemplaran como una garza de plumerío blanquísimo.
Tengo esa complexión y nací para desplegar ese incanjeable vuelo de empoderamiento.
Y puedo asegurar que tanto en la parroquia como en el facebook ellas no me ven sino que me adivinan así, y que lo que necesitan sus Ledas interiores es que una vez en la vida las viole secretamente el Espíritu Santo.
También tuve novias platónicas y dos veces me confundí y soñé con colgar los hábitos para emparejarme carnalmente, pero esas son debilidades que al final se superan.
25 / SALINGER
Finalmente mi amiga facebookera que usa el seudónimo de Franny Glass no le pudo perdonar a J.D. Salinger que encabezara su saga relatando el suicidio del personaje central, y terminó por hacer un intento.
Lo asombroso es que me lo haya contado sin saber que yo fui nada menos que su catequista.
Entonces se me ocurrió comentarle que mi madre era actriz y que una vez que un escritor amigo le prestó Franny y Zooey, no pudo devolvérselo.
Porque ella logra respirar la mismísima PAX-LUX crística cuando navega por esas historias, pero después no tiene fuerza para dejar de sentirse expulsada del paraíso.
Y lo que sigue haciendo es releer el primer díptico de la familia Glass por lo menos una vez al año, como si necesitara hacer un crucero por los mares de Dios para después sobrevivir llorando.
También le comenté a la Franny facebookera que Abel Rosso le escuchó decir una vez a Onetti que él no le veía salida a Salinger, aunque sin fundamentar la opinión.
Pero es obvio que los santos enfermos terminan por ser hombres muertos caminando entre la incomprensión satánica que reina en cualquier parte y época del mundo.
Entonces la muchacha pudo asumir que cuando Salinger dejó de publicar en el 65, no hizo otra cosa que trasmutarse en su personaje central y se suicidó profesionalmente aunque con la tranquilidad de haber escrito libros-cruceros como los que le abrigan el horror a mi madre.
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