SEGUNDA ENTREGA
INTRODUCCIÓN
Cantando sobre los huesos (2)
La comprensión de la naturaleza de esta Mujer Salvaje no es una religión sino una práctica. Es una psicología en su sentido más auténtico: psukhèlpsych, alma; ology o logos, conocimiento del alma. Sin ella, las mujeres carecen de oídos para entender el habla del alma o percibir el sonido de sus propios ritmos internos.
Sin ella, una oscura mano cierra los ojos interiores de las mujeres y buena parte de sus jornadas transcurre en un tedio semiparalizador o en vanas quimeras.
Sin ella, las mujeres pierden la seguridad de su equilibrio espiritual. Sin ella, olvidan por qué razón están aquí, se agarran cuando sería mejor que se soltaran.
Sin ella, toman demasiado o demasiado poco o nada en absoluto. Sin ella se quedan mudas cuando, en realidad, están ardiendo. Ella es la reguladora, el corazón espiritual, idéntico al corazón humano que regula el cuerpo físico.
Cuando perdemos el contacto con la psique instintiva, vivimos en un estado próximo a la destrucción, y las imágenes y facultades propias de lo femenino no se pueden desarrollar plenamente. Cuando una mujer se aparta de su fuente básica, queda esterilizada, pierde sus instintos y sus ciclos vitales naturales y éstos son subsumidos por la cultura o por el intelecto o el ego, ya sea el propio o el de los demás.
La Mujer Salvaje es la salud de todas las mujeres. Sin ella, la psicología femenina carece de sentido. La mujer salvaje es la mujer prototípica; cualquiera que sea la cultura, cualquiera que sea la época, cualquiera que sea la política, ella no cambia. Cambian sus ciclos, cambian sus representaciones simbólicas, pero en esencia ella no cambia. Es lo que es y ella es un todo.
Se canaliza a través de las mujeres. Si éstas están aplastadas, ella las empuja hacia arriba. Si las mujeres son libres, ella también lo es. Afortunadamente, cuantas veces la hacen retroceder, ella vuelve a saltar hacia delante. Por mucho que se la prohíba, reprima, constriña, diluya, torture, hostigue y se la tache de insegura, peligrosa, loca y otros epítetos, ella vuelve a aflorar en las mujeres, de tal manera que hasta la mujer más reposada y la más comedida guarda un lugar secreto para ella. Hasta la mujer más reprimida tiene una vida secreta con pensamientos y sentimientos secretos lujuriosos y salvajes, es decir, naturales. Hasta la mujer más cautiva conserva el lugar de su yo salvaje, pues sabe instintivamente que algún día habrá un resquicio, una abertura, una ocasión y ella la aprovechará para huir.
Creo que todas las mujeres y todos los hombres han nacido con ciertos dones. Sin embargo, poco esfuerzo se ha dedicado en realidad a describir las vidas y los hábitos psicológicos de las mujeres inteligentes, talentosas y creativas. En cambio, se ha escrito mucho acerca de las debilidades y las flaquezas de los seres humanos en general y de las mujeres en particular. Pero, en el caso de la Mujer Salvaje como arquetipo, a fin de comprenderla, captarla y aprovechar lo que ella nos ofrece, debemos interesarnos más por los pensamientos, los sentimientos y los esfuerzos que fortalecen a las mujeres y debemos tener en cuenta los factores interiores y culturales que las debilitan.
En general, si entendemos la naturaleza salvaje como un ser por derecho propio que anima y conforma la más profunda existencia de una mujer, podremos empezar a desarrollarnos de una manera que jamás se hubiera creído posible.
Una psicología que no consiga dirigirse a este ser espiritual innato que habita en el centro de la psicología femenina no les sirve para nada a las mujeres y no les servirá tampoco a sus hijas ni a las hijas de sus hijas a lo largo de muchas generaciones por línea materna.
Por consiguiente, para poder aplicar una buena medicina a las partes enfermas de la psique salvaje, para poder corregir la relación con el arquetipo de la Mujer Salvaje, hay que identificar convenientemente los trastornos de la psique.
Aunque en la profesión clínica disponemos de un buen manual estadístico diagnóstico y una considerable cantidad de diagnósticos diferenciales así como de parámetros psicoanalíticos que definen las psicopatías a través de la organización (o ausencia de ella) de la psique objetiva y del eje ego-Yo 2, hay otras conductas y otros sentimientos definitorios que, desde el marco de referencia de una mujer, describen con enorme fuerza lo que ocurre.
¿Cuáles son algunos de los síntomas emocionales de una ruptura de la relación con la fuerza salvaje de la psique? Sentir, pensar o actuar crónicamente de alguna de las maneras que a continuación se describen es haber cortado parcialmente o haber perdido por entero la relación con la psique instintiva más profunda.
Utilizando un lenguaje exclusivamente femenino, dichos síntomas son: sentirse extremadamente seca, fatigada, frágil, deprimida, confusa, amordazada, abozalada, apática hasta el extremo. Sentirse asustada, lisiada o débil, falta de inspiración, animación, espiritualidad o significado, avergonzada, crónicamente irritada, voluble, atascada, carente de creatividad, comprimida, enloquecida.
Sentirse impotente, crónicamente dubitativa, temblorosa, bloqueada, e incapaz de seguir adelante, ceder la propia vida creativa a los demás, hacer elecciones que desgastan la vida al margen de los propios ciclos, sobreproteger el yo, sentirse inerte, insegura, vacilante e incapaz de controlar el propio ritmo o de imponerse límites.
No empeñarse en seguir el propio ritmo, sentirse cohibida, lejos del propio Dios o de los propios dioses, estar separada de la propia revivificación, arrastrada hacia la domesticidad, el intelectualismo, el trabajo o la inercia por ser éste el lugar más seguro para alguien que ha perdido sus instintos.
Temor a aventurarse en solitario o revelarse, temor a buscar un mentor, una madre o un padre, temor a presentar un trabajo hasta que no se ha conseguido la perfección absoluta, temor a emprender un viaje, temor a interesarse por otro o por otros, temor a seguir adelante, huir o venirse abajo, rebajarse ante la autoridad, perder la energía en presencia de proyectos creativos, sentir encogimiento, humillación, angustia, entumecimiento, ansiedad.
Temor a reaccionar con agresividad cuando ya no queda nada más que hacer; temer probar cosas nuevas, enfrentarse con desafíos, hablar claro, oponerse; sentir náuseas, mareos, acidez estomacal, sentirse como cortada por la mitad o asfixiada; mostrarse conciliadora o excesivamente amable, vengarse.
Temor a detenerse o a actuar, contar repetidamente hasta tres sin decidirse a empezar, tener complejo de superioridad, ambivalencia y, sin embargo, estar totalmente capacitada para obrar a pleno rendimiento. Estas rupturas no son una enfermedad de una era o un siglo sino que se convierten en una epidemia en cualquier lugar y momento en que las mujeres estén cautivas, en todas las ocasiones en que la naturaleza salvaje haya caído en una trampa.
Una mujer sana se parece mucho a una loba: robusta, colmada, tan poderosa como la fuerza vital, dadora de vida, conciente de su propio territorio, ingeniosa, leal, en constante movimiento. En cambio, la separación de la naturaleza salvaje provoca que la personalidad de una mujer adelgace, se debilite y adquiera un carácter espectral y fantasmagórico. No estamos hechas para ser unas criaturas enclenques de cabello frágil, incapaces de pegar un salto, de perseguir, dar a luz y crear una vida. Cuando las vidas de las mujeres se quedan estancadas o se llenan de aburrimiento, es hora de que emerja la mujer salvaje; es hora de que la función creadora de la psique inunde el delta.
¿Cómo influye la Mujer Salvaje en las mujeres? Teniéndola a ella por aliada, jefa, modelo -y maestra-, vemos no a través de dos ojos sino a través de los ojos de la intuición, que tiene muchos. Cuando afirmamos nuestra intuición somos como la noche estrellada: contemplamos el mundo a través de miles de ojos.
La naturaleza salvaje acarrea consigo los fardos de la curación; lleva todo lo que una mujer necesita para ser y saber. Lleva la medicina para todas las cosas. Lleva relatos y sueños, palabras, cantos, signos y símbolos. Es al mismo tiempo el vehículo y el destino.
Unirse a la naturaleza instintiva no significa deshacerse, cambiarlo todo de derecha a izquierda, del blanco al negro, trasladarse del este al oeste, comportarse como una loca o sin control. No significa perder las relaciones propias de una vida en sociedad o convertirse en un ser menos humano. Significa justo lo contrario, ya que la naturaleza salvaje posee una enorme integridad.
Significa establecer un territorio, encontrar la propia manada, estar en el propio cuerpo con certeza y orgullo, cualesquiera que sean los dones y las limitaciones físicas, hablar y actuar en nombre propio, ser conciente y estar en guardia, echar mano de las innatas facultades femeninas de la intuición y la percepción, recuperar los propios ciclos, descubrir qué lugar le corresponde a una, levantarse con dignidad y conservar la mayor conciencia posible.
El arquetipo de la Mujer Salvaje y todo lo que ésta representa es la patrona de todos los Pintores, escritores, escultores, bailarines, pensadores, inventores de plegarias, buscadores, descubridores, pues todos ellos se dedican a la tarea de la invención y ésta es la principal ocupación de la naturaleza instintiva. Como todo arte, reside en las entrañas, no en la cabeza. Puede rastrear y correr, convocar y repeler. Puede percibir, camuflarse y amar profundamente. Es intuitiva, típica y respetuosa con las normas. Es absolutamente esencial para la salud mental y espiritual de las mujeres.
Por consiguiente, ¿qué es la Mujer Salvaje? Desde el punto de vista de la psicología arquetípica y también de las antiguas tradiciones, ella es el alma femenina. Pero es algo más; es el origen de lo femenino. Es todo lo que pertenece al instinto, a los mundos visibles y ocultos... es la base. Todas recibimos de ella una resplandeciente célula que contiene todos los instintos y los saberes necesarios para nuestras vidas.
"...Es la fuerza Vida / Muerte / Vida, es la incubadora. Es la intuición, es la visionaria, la que sabe escuchar, es el corazón leal. Anima a los seres humanos a ser multilingües; a hablar con fluidez los idiomas de los sueños, la pasión y la poesía. Habla en susurros desde los sueños nocturnos, deja en el territorio del alma de una mujer un áspero pelaje y unas huellas llenas de barro. Y ello hace que las mujeres ansíen encontrarla, liberarla y amarla.
"Es todo un conjunto de ideas, sentimientos, impulsos y recuerdos. Ha estado perdida y medio olvidada durante muchísimo tiempo. Es la fuente, la luz, la noche, la oscuridad, el amanecer. Es el olor del buen barro y la pata trasera de la raposa. Los pájaros que nos cuentan los secretos le pertenecen. Es la voz que dice: "Por aquí, por aquí."
"Es la que protesta a voces contra la injusticia. Es la que gira como una inmensa rueda. Es la hacedora de ciclos. Es aquella por cuya búsqueda dejamos nuestro hogar. Es el hogar al que regresamos. Es la lodosa raíz de todas las mujeres. Es todas las cosas que nos inducen a seguir adelante cuando pensamos que estamos acabadas. Es la incubadora de las pequeñas ideas sin pulir y de los pactos. Es la mente que nos piensa; nosotras somos los pensamientos que ella piensa.
"¿Dónde está? ¿Dónde la sientes, dónde la encuentras? Camina por los desiertos, los bosques, los océanos, las ciudades, los barrios y los castillos. Vive entre las reinas y las campesinas, en la habitación de la casa de huéspedes, en la fábrica, en la cárcel, en las montañas de la soledad. Vive en el gueto, en la universidad y en las calles. Nos deja sus huellas para que pongamos los pies en ellas. Deja huellas dondequiera que haya una mujer que es tierra fértil.
"¿Dónde vive? En el fondo del pozo, en las fuentes, en el éter anterior al tiempo. Vive en la lágrima y en el océano, en la savia de los árboles. Pertenece al futuro y al principio del tiempo. Vive en el pasado y nosotras la llamamos. Está en el presente y se sienta a nuestra mesa, está detrás de nosotras cuando hacemos cola y conduce por delante de nosotras en la carretera. Está en el futuro y retrocede en el tiempo para encontrarnos.
"Vive en el verdor que asoma a través de la nieve, vive en los crujientes tallos del moribundo maíz de otoño, vive donde vienen los muertos a por un beso y en el lugar al que los vivos envían sus oraciones. Vive en donde se crea el lenguaje. Vive en la poesía, la percusión y el canto. Vive en las negras y en las apoyaturas y también en una cantata, en una sextina y en el blues. Es el momento que precede al estallido de la inspiración. Vive en un lejano lugar que se abre paso hasta nuestro mundo.
"La gente podría pedir una demostración o una prueba de su existencia. Pero lo que pide esencialmente es una prueba de la existencia de la psique. Y, puesto que nosotras somos la psique, también somos la prueba. Todas y cada una de nosotras somos la prueba no sólo de la existencia de la Mujer Salvaje sino también de su condición en la comunidad. Nosotras somos la prueba de este inefable numen femenino. Nuestra existencia es paralela a la suya.
"Las experiencias que nosotras tenernos de ella, dentro y fuera, son las pruebas. Nuestros miles de millones de encuentros intrapsíquicos con ella a través de nuestros sueños nocturnos y nuestros pensamientos diurnos, a través de nuestros anhelos y nuestras inspiraciones, nos lo demuestran. El hecho de que nos sintamos desoladas en su ausencia y que la echemos de menos y anhelemos su presencia cuando estamos separadas de ella es una manifestación de que ella ha pasado por aquí..." (3)
Notas
3. "Para la Mujer Grande, the Great Woman", © 1971, C. P. Estés, de Rowing Songs for the Night Sea Journey: Contemporary Chants (publicado por el mismo autor).
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