jueves

DOSSIER AUGUSTO TORRES / 3 - PATRICIA BENTANCUR



LA CONSECUENCIA EXTREMA
(extraído del catálogo de la Muestra Antológica 1936 / 1991)
  
Buscador de las cosas, no te contentes con conocerlas tal como las produce la naturaleza comúnmente, alégrate de encontrar su origen dibujado en tu espíritu.
LEONARDO DA VINCI, 1618.
  
PRIMERA ENTREGA
  
I
  
A esta frase se le intercala en enormes y toscas letras la palabra ESTRUCTURA, dibujadas en un rústico cartón, colgado con chinchetas a un viejo mueble en el taller de Augusto Torres. La frase bien podría pertenecer al Maestro Joaquín Torres García o al propio Augusto, y parecía la más indicada para encabezar este texto. Quizá como dice Elsa Andrada a cada instante, nos da la tranquilidad de que Augusto la eligió, mucho antes que nosotros.
  
El taller y vivienda de Augusto Torres es una antigua casa del año 1930, reciclada y adaptada en 1964 por el arquitecto y amigo personal de los Torres, Ernesto Leborgne (1), está situada en la ex calle Itacurubí, que extrañamente hoy lleva el nombre de otro pintor uruguayo, José Cúneo. Al regreso de uno de los tantos viajes, Elsa y Augusto compran esa casa en 1963, que pasa a ser la residencia en Uruguay que conservan hasta el día de hoy. Allí se teje parte de la historia de este pintor, nómade por excelencia que alternadamente vivió entre Europa y América y que fue seducido por el mundo oriental.
  
Con las visitas al Taller comenzó el trabajo consciente de esta muestra, en compañía de su esposa, Elsa Andrada, algunos encuentros con el hijo de ambos, Marcos Torres, y los incontables amigos de la pareja que por distintos motivos visitaban la casa. Mágico mundo de un espacio en el que se mezcla arquitectura de volúmenes puros de ladrillo visto con jardines abigarrados. Las rejas diseñadas por el Maestro, las maderas y hierros que aparecen en cada pequeño rincón, muchas de la autoría de Elsa o el propio Augusto. Los objetos de amigos también artistas como Francisco Matto, composiciones en madera de Pailós o el regalo de Eladio Dieste, una silla “mariposa” de hierro y cuero.
  
Las distintas piezas que incansablemente coleccionaron: máscaras, tapices, vasijas, indumentaria indígena, alfombras, los murales, las maderas, el arte de los indígenas norteamericanos, la cultura precolombina y africana. Rincones constructivos, muebles de madera como cuadros de Mondrian, planos de colores primarios, figura y fondo, van conformando un espacio particular, emblemático, un mundo a descubrir. En la búsqueda de un criterio curatorial, ese ámbito fue especialmente significativo. Se diseñó el carácter de la muestra, una de las tantas posibles lecturas, uno de los infinitos caminos para llegar a la esencia de la obra. El criterio adoptado no excluye un cierto orden cronológico, atendiendo la variedad estilística, temática y las diversas soluciones técnicas.
  
Las obras de Augusto Torres están básicamente dispersas por España y Estados Unidos, y muchas pertenecen a coleccionistas privados. A pesar de la poca difusión que tuvo su obra, Elsa y Augusto siempre vivieron de la pintura o en algunos períodos de la enseñanza de arte. La selección se realizó sobre cientos de obras, se revisaron trabajos de todos los períodos, desde el año 27 hasta su última etapa que concluye en 1992, año de la muerte en la ciudad de Barcelona.
  
Algunas de las fechas son hipotéticas, muchos de los cuadros no están fechados ni firmados. El trabajo colectivo y anónimo fue una de las consignas del Taller durante largo tiempo.
  
La catalogación fue realizada por Elsa Andrada de Torres, que acompañó a Augusto desde 1943 hasta 1992.
  
El proyecto de esta exposición antológica se centra entonces en una posible aproximación al mundo personal del artista. Es un trabajo de investigación, recuperación, catalogación y restauro que se resume en esta muestra, que intenta plasmar el arte de Augusto. El arte como forma de vida y a la vida como obsesión, a lo que fue esa obsesión en la pintura, su recurrencia incansable, la consecuencia extrema…
II / EL NOMADISMO
  
Augusto Torres es el segundo hijo del Maestro Joaquín Torres García  y Manolita Piña, y su vida estuvo signada desde el comienzo por el nomadismo que caracterizó a Don Joaquín.
  
Recorrer el entorno de su familia ayuda a comprender su personal camino en el mundo de la creación, su formación cosmopolita, su esencia de nómade, de pintor itinerante.
  
Augusto nació en Tarrasa, Barcelona, un 19 de junio de 1913, mientras su padre creaba en esa ciudad la Escuela de Decoración. Ese año, Torres García viajaba de Bilbao a Barcelona, de Barcelona a París y Bruselas, conociendo a figuras como Joan Miró, Enric Ricart, Ambrois Vollard, Roberto Payró (2), o al propio Pablo Picasso. Es también la época en que su padre crea una sociedad para fabricar juguetes  desmontables (3). En ese entorno se cierran sus primeros años de vida europea.
  
Se radican en Nueva York en 1920 y Augusto ingresa a una escuela pública neoyorquina cuando apenas balbuceaba el español y no hablaba una palabra de inglés.
  
Entre las tantas actividades que realiza Don Joaquín -conferencias, publicaciones, etc.- expone dos obras en la muestra de los “Artistas Independientes”. En el catálogo se anuncia: “Fifth Annual Exhibition of the Society of Independent Artists (No jury - No prizes) (4). Emblemáticos acontecimientos que irían definiendo y marcando el carácter y la personalidad de Augusto. Las amistades que visitaban la casa en Nueva York eran principalmente de origen español: Rafael Sala y Juan Agell, pintores, la familia Alau, Cipriano Monttoliu y entre otros el escritor catalán José Pijoan.
  
Vuelven a Europa y llegan a Génova coincidiendo con los conflictos de “los camisas negras”. Inician así nuevos traslados, esta vez a las ciudades de Pisa, Cascina y Florencia. Se instalan en Fiésole, cerca de Florencia.
  
Italia marcó profundamente la vida de Augusto, sus primeros dibujos recogen el paisaje de la Toscana, sus visitas a Florencia y las carretas tiradas por bueyes blancos.
  
Coincide en este tiempo la obstinación de Torres García en dedicarse en exclusiva a sus juguetes. “Voy a meter toda mi puntura en los juguetes, lo que hacen los niños me interesa más que nada, voy a jugar con ellos”. Es muy probable que esa prioridad de Torres García por los juguetes, en rescatar la creación en estado puro, estuviera marcada por su vida familiar. Torres García y Manolita Piña contaban ya con tres hijos pequeños, Olimpia (1911), Augusto (1913) e Ifigenia (1915).
  
En 1924 se instalan en la ciudad de Livorno, sobre el mar Tirreno, en la Ardenza del Mare y Antignano (Vía del Mare 31). En ese año nace su hermano Horacio, que compartirá con Augusto los mismos intereses en el arte y los viajes, y que fallece tempranamente en la ciudad de Nueva York en 1978.
  
En diciembre, la familia viaja a Villefranche Sur Mer, donde fijan residencia: Ville Jeanne de la Av. De la Grande Bretagne. Al poco tiempo se mudan a París y comparten la casa con el pintor Jean Helion Bichier, en la calle Marcel Sembat. París protagonizaba el enfrentamiento entre el modernismo catalán y las vanguardias europeas, el surrealismo francés al que adherían Breton, Miró, Dalí, Ernst, Magritte y Masson; y el Neue Achlich-Keit alemán con Beckmann, Grosz y Otto Dix. Allí recorre por primera vez una colección de escultura africana, un interés que mantuvo por siempre y lo animó al coleccionismo de esta y otras culturas primitivas, que marcaron posteriormente su obra.
  
Los domingos, Augusto y Helion visitaban el Mercado de las Pulgas en busca de arte primitivo. En París hace su primera adquisición, un escudo africano de cestería (5) que aun se conserva en su taller de Montevideo. El círculo de amigos de París que visitaban a los Torres lo conformaban los pintores Daura, Cochet, Puig, Gelion Bichier, Vassal y, entre otros, los marchands Bhyne y Pierre Loeb.
  
En 1928 Torres García se encuentra con Figari  en la Galería Marck, Barradas muere en Montevideo y a raíz de un nuevo Salón de Rechazados, del que participó Torres García, se habla del “universo bárbaro” en la obra del Maestro.
  
Mientras tanto, se inaugura la exposición de arte precolombino “Les Arts Anciens de L’Amérique”. Augusto tenía apenas quince años cuando es contratado por el Museo Trocadero (5), para documentar con dibujos e inventariar la colección de Arte Precolombino. Fácilmente accede a la vastísima colección de arte primitivo con que contaba el Museo y afirma su pasión por la cultura de los indios, particularmente de las praderas norteamericanas. Comienza los estudios de la historia, el arte, las costumbres y la metafísica de los indígenas. De esta época también datan los primeros obsesivos dibujos de caballos, cientos de diseños de caballos parisinos, que volverán a surgir transformados en sus obras posteriores.
  
También es el año en que conocen a Theo Van Doesburg, protagonista junto a Mondrian del neoplasticismo holandés. Con Van Doesburg, su padre estrecha una profunda amistad asentada en principios comunes (6), comenzando un nuevo período en su obra, la búsqueda de una nueva sintaxis constructiva, mientras Vantogerloo (7), también del grupo neoplasticista, “realiza la teoría en escultura, acercándose más a la arquitectura”. (8)
  
La primera exposición de Augusto fue organizada por su padre. El 7 de marzo de 1930 en la “Galería 23” de París, Torres García monta una muestra con dibujos y pinturas de sus hijos Olimpia, Ifigenia y Augusto. En el mismo año comienza a tomar clases de Herrería con el escultor español Julio González. Trabajan juntos en una réplica en bronce de “Hommage a Apollinaire” de Pablo Picasso, con quien coinciden frecuentemente en el taller. El círculo de amigos de la familia lo comprenden en ese entonces Van Doesburg, Delaunay, el escultor Lipshitz, el compositor Varese, Calder, Arpe, Severini, Xeron, Mondrian, Julio González, Engel Rosier y el poeta chileno Vicente Huidobro.
  
En 1932 Augusto y su hermana Olimpia comienzan a estudiar con el pintor Amédée Ozenfant, vinculado estrechamente a Le Corbusier (9). Torres García conoce en el mismo año a Tristan Tzara, ideólogo del Dadaísmo y escribe “Del Esoterismo en el Arte”, un manuscrito de 70 páginas con dibujos a pluma.
  
El 27 de junio, en la Galería Zak, se inaugura una muestra colectiva en que la que intervienen 27 artistas; además de Torres García participan Augusto y Horacio. En diciembre de ese mismo año se trasladan a Madrid, donde permanecerán hasta 1934, año que marca el retorno a Montevideo.
  
En Madrid conocen al escultor Díaz Yepes, que luego se casará con la hermana de Augusto, Olimpia, y frecuentan al músico Antonio Ribera y a Eduardo Marquina.
  
En la etapa madrileña, entre innumerables conferencias y exposiciones, Torres García comienza a dictar un curso en su propio taller que denomina “Arte Constructivo” y también termina dos nuevos libros: “El Mito del Hombre Abstracto” (10) y “Arte Constructivo” (11). Mientras tanto, Augusto comienza a estudiar en la Escuela de Cerámica de Madrid al tiempo que inicia formalmente los estudios con su padre. En el trabajo con su padre alterna el constructivismo abstracto, los principios de la teoría del color, el plano y la línea, el vocabulario pictográfico con los estudios tradicionales del dibujo y la perspectiva; entre el constructivismo riguroso, que tiene por base la estructura ortogonal basada en la medida de la sección áurea y los modos naturalistas, de los que no se alejó en ningún período.
  
Por primera vez visita el Museo del Prado donde comienza a estudiar principalmente las obras de Goya, El greco y Velázquez. La paleta baja de grises coloreados, y la línea principalmente de Velázquez, son quizás la influencia española más sostenida en la obra de Augusto.
  
A partir de 1933, las presiones políticas en Europa, antesala de la Segunda Guerra Mundial, obligaron a importantes artistas e intelectuales a emigrar a América: Walter Gropius, creador de la Bauhaus, Mies Van der Rohe, entre tantos otros. Torres García, apoyado en su decisión por el poeta Armando Vasseur y el escritor Eduardo Dieste, decide volver a Uruguay después de 43 años de ausencia.
  
Notas
  
1) Ernesto Leborgne, arquitecto, vinculado al T.T.G. (1906-1985)
2) Escritor argentino radicado en Bruselas.
3) Exposición Galería Dalmau, Barcelona (1918).
4) “V Exhibición Anual de la Sociedad de Artistas Independientes”. (No jurado - No precios)
5) Actual Museo del Hombre de París.
6) En 1929 Van Doesnurg escribe un texto titulado “El Planismo de Torres García”, inédito hasta 1947.
7) Escultor belga, colaborador de “De Stijl” hacia 1917.

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