viernes

JOSÉ MARTÍ - VERSOS SENCILLOS (III)



TERCERA ENTREGA
XXIII


Yo quiero salir del mundo
Por la puerta natural:
En un carro de hojas verdes
A morir me han de llevar.
No me pongan en lo oscuro
A morir como un traidor;
Yo soy bueno, y como bueno
Moriré de cara al Sol!
XXIV


Sé de un pintor atrevido
Que sale a pintar contento
Sobre la tela del viento
Y la espuma del olvido.
Yo sé de un pintor gigante,
El de divinos colores,
Puesto a pintarle las flores
A una corbeta mercante.
Yo sé de un pobre pintor
Que mira el agua al pintar,
-El agua ronca del mar,-
Con un entrañable amor.
XXV


¡Yo pienso cuando me alegro
Como un escolar sencillo,
En el canario amarillo,
Que tiene el ojo tan negro!
¡Yo quiero, cuando me muera
Sin patria, pero sin amo,
Tener en mi losa un ramo
De flores, y una bandera!
XXVI


Yo que vivo, aunque me he muerto,
Soy un gran descubridor,
Porque anoche he descubierto
La medicina de amor.
Cuando al peso de la cruz
El hombre morir resuelve,
Sale a hacer bien, lo hace, y vuelve
Como de un baño de luz.
XXVII


El enemigo brutal
Nos pone fuego a la casa;
El sable la calle arrasa,
A la luna tropical.
Pocos salieron ilesos
Del sable del español;
La calle, al salir el sol,
Era un reguero de sesos.
Pasa, entre balas, un coche:
Entran, llorando, a una muerta;
Llama una mano a la puerta
En lo negro de la noche.
No hay bala que no taladre
El portón; y la mujer
Que llama, me ha dado el ser;
Me viene a buscar mi madre.
A la boca de la muerte,
Los valientes habaneros
Se quitaron los sombreros
Ante la matrona fuerte.
Y después que nos besamos
Como dos locos, me dijo:
“Vamos pronto, vamos, hijo;
La luna está sola: vamos.”
XXVIII
Por la tumba del cortijo
Donde está el padre enterrado,
Pasa el hijo, de soldado
Del invasor; pasa el hijo.
El padre, un bravo en la guerra,
Envuelto en su pabellón
Alzase; y de un bofetón
lo tiende, muerto, por tierra.
El rayo reluce; zumba
El viento por el cortijo;
El padre recoge al hijo,
Y se lo lleva a la tumba.
XXIX
La imagen del rey, por ley
Lleva el papel del Estado;
El niño fue fusilado
Por los fusiles del rey.
Festejar el santo es ley
Del rey; en la fiesta santa
¡La hermana del niño canta
Ante la imagen del rey!
XXX
El rayo surca, sangriento,
El lóbrego nubarrón:
Echa el barco, ciento a ciento,
Los negros por el portón.
El viento, fiero, quebraba
Los almácigos copudos;
Andaba la hilera, andaba,
De los esclavos desnudos.
El temporal sacudía
Los barracones henchidos;
Una madre con su cría
Pasaba dando alaridos.
Rojo, como en el desierto,
salió el sol al horizonte;
Y alumbró a un esclavo muerto,
Colgado a un seibo del monte.
Un niño lo vio: tembló
De pasión por los que gimen;
Y, al pie del muerto, juró
Lavar con su sangre el crimen!
XXXI
Para modelo de un dios
El pintor lo envió a pedir:
¡Para eso no! ¡para ir,
Patria, a servirse los dos!
Bien estará en la pintura
El hijo que amo y bendigo:
¡Mejor en la ceja oscura,
Cara a cara al enemigo!
Es rubio, es fuerte, es garzón
De nobleza natural:
¡Hijo, por la luz natal!
¡Hijo, por el pabellón!
Vamos, pues, hijo viril;
Vamos los dos; si yo muero,
Me besas: si tú... ¡prefiero
Verte muerto a verte vil!
XXXI


En el negro callejón
Donde en tinieblas paseo,
Alzo los ojos, y veo
La iglesia, erguida, a un rincón.
¿Será misterio?
¿Será Revelación y poder?
¿Será, rodilla, el deber
De postrarse? ¿Qué será?
Tiembla la noche: en la parra
Muerde el gusano el retoño;
Grazna, llamando al otoño
La hueca y hosca cigarra.
Graznan dos: atento al dúo
Alzo los ojos y veo
Que la iglesia del paseo
Tiene la forma de un búho.
XXXIII


De mi desdicha espantosa
Siento, ¡oh estrellas!, que muero;
Yo quiero vivir, yo quiero
Ver a una mujer hermosa.
El cabello, como un casco,
Le corona el rostro bello:
Brilla su negro cabello
Como un sable de Damasco.
¿Aquélla? ... Pues pon la hiel
Del mundo entero en un haz,
Y tállala en cuerpo, y haz,
Un alma entera de hiel!
¿Esta?... Pues ésta infeliz
Lleva escarpines rosados,
Y los labios colorados,
Y la cara de barniz.
El alma lúgubre grita:
"¡Mujer, maldita mujer!"
¡No sé yo quién pueda ser
Entre las dos la maldita!
XXXIV


¡Penas! ¿Quién osa decir
Que tengo yo penas?
Luego,
Después del rayo, y del fuego,
Tendré tiempo de sufrir.
Yo sé de un pesar profundo
Entre las penas sin nombres:
¡La esclavitud de los hombres
Es la gran pena del mundo!
Hay montes, y hay que subir
Los montes altos; ¡después
Veremos, alma, quién es
Quien te me ha puesto al morir!

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+