jueves

ZARPES DESDE CATALUNYA / LUIS SILVA SCHULTZE


CARTA  DE UN URUGUAYO  A  CATALUNYA  ¿INDEPENDIENTE?
    
 Te confieso Catalunya que todos los sentimientos de afecto y ternura que hoy siento por ti, se fueron moldeando muy lentamente en mi corazón. Lejos de ser un flechazo de amor, me llevó mucho tiempo llegar a sentir el orgullo de quererte. Compréndeme. Llegaba a tus tierras no por voluntad propia y sin fecha marcada de regreso. Extrañaba la tristeza, el miedo, la valentía y el arrojo de mi gente, y la imagen de mis amigos presos eran mi sombra por tus calles soleadas cuando fui pegando profesionalmente carteles en tus primeras elecciones de aquel quince de junio de 1977. Y unos días más tarde, el once de setiembre, algunas poquitas banderas uruguayas flamearon al viento en el reclamo de un estatuto de autonomía para Catalunya en la que se ha considerado una de las manifestaciones más grandes de la historia. Cuando más tarde comencé a vender libros, me costaba aceptar que no me recibieran en las casas tomando mate con pan con grasa, me frustraba que no entendieran mis disparates irónicos y sufría de una forma exagerada con las distintas maneras de ser de los dos pueblos. Pero poco a poco, paso a paso, beso a beso, fui conociendo tus pueblitos colgados de la montaña como Castellfollit de la Roca, tus vinos blancos del Penedés, tus Nurias, tus Montses, tu Virgen negra en Montserrat, tus viejos que volvían a bailar sardanas en tus plazas, y entonces el marciano comenzó a entonarse. A la par que trabajaba, comencé a estudiar en la universidad de Barcelona tu historia y tu geografía, y descubrí que tú eras un país más pequeño que el mío, que ya es decir, y no el país grande con muchas regiones donde yo creía haber llegado. Los profesores catalanes, con los que llegué a cultivar con el tiempo una gran amistad, me transmitieron, con sus conocimientos y sus corazones, el sentido de identidad catalana nacida mil años atrás. Repasemos un poco la historia para los uruguayos y para los madrileños. En el siglo IX de la Edad Media, casi todas estas tierras de la Catalunya de hoy, quedaron aisladas del resto de la Península por la invasión musulmana del año 713, que ocupó casi todo el territorio de lo que hoy es España y Portugal. Dicho aislamiento fue aprovechado por el imperio carolingio, (restauración del Imperio romano de Occidente), para establecer su frontera militar, la llamada Marca Hispánica. Cuando el imperio se desmorona en el siglo X, los condes que hasta ese momento gobernaban en nombre del monarca carolingio, se sintieron gobernadores autónomos de un solo pueblo con un territorio y un idioma propio. Nace la identidad catalana entonces, más por el abandono que la corona carolingia instalada en Aquisgrán, hoy Alemania, hace de su frontera meridional, que por un sentimiento de independencia en sí mismo de sus habitantes. Es más: aunque ya se puede hablar de una unidad histórica en ese momento, se estaba muy lejos aun que los de afuera lo percibieran como un espacio catalán, (la palabra Cataluña no aparece hasta 1114, casi dos siglos después). De todas formas, tus  poetas ya escribían en tu idioma, Las Homilies D´Organya, el texto literario catalán más antiguo que se conserva, por lo que nadie puede discutir hoy que ya estabas latiendo, Catalunya.  En el siglo XII, pasasteis a formar parte de la Corona Aragonesa por un casamiento real, quedando el catalán Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, como Príncipe absoluto de todo el reino, aunque en realidad, Catalunya y Aragón se puede decir que estuvieron unidos pero no fundidos, manteniendo cada una sus propias instituciones. Pero lejos de encerrarte Catalunya entre tus límites, (hoy son 32.000 kilómetros cuadrados que equivalen a la suma de las superficies de los departamentos de Salto, Rivera y Artigas, cuya capital fue fundada por un catalán), tu bandera amarilla con cuatros barras rojas horizontales, (el equipo de fútbol uruguayo de Progreso lleva esos gloriosos colores porque fue fundado por anarquistas catalanes), decía, tu bandera entonces comenzó a ondear por tierras valencianas y mallorquinas, por todo el Rosellón y otras comarcas francesas, donde aun hoy se sigue hablando catalán y bailando sardanas, por Sicilia, por Cerdeña, donde sus habitantes más viejos se siguen expresando en catalán y le llaman a su ciudad, l’Alguer, “Barceloneta”, y hasta estuvo flameando la bandera catalana setenta y cuatro años sobre el Partenón en la Acrópolis ateniense (1311-1385). Más que un imperio colonizador de corte imperialista, la expansión marítima catalana aragonesa se hacía para que su extraordinaria industria tuviera una salida comercial con regiones del norte de África, Asia y norte de Europa. Sin embargo, la toma de Constantinopla por los turcos y la apertura marítima que se abre con los nuevos descubrimientos por el sur de África hacia Asia, provocan una gran decadencia en todos los estados mediterráneos, incluyendo a Catalunya. En 1469 se casan los Reyes Católicos y se unen los reinos de Aragón-Cataluña con Castilla que, por su extensión y peso económico, y por su vinculación directa al nuevo eje de la política mundial, el Atlántico y el continente americano, se estaba convirtiendo en una extraordinaria potencia. Durante la dinastía monárquica española de los Austria en los siglos XVI y XVII, (los primeros Carlos y Felipes para entendernos), tú Catalunya constituías un estado autonómico dentro de la monarquía hispana, un Principado. Aun conservabas cierta autonomía con tu régimen constitucional y con tu idioma aunque en los círculos de tu nobleza ya empezaron a oírse las primeras palabras del castellano en Catalunya. Pero cuando estalla la guerra de Sucesión europea, (1702-1714), donde tú integrabas el grupo de países que no aceptaban el arribo de los reyes Borbones en España, tuviste que rendirte a Felipe V, un 11 de setiembre de 1714, luego de estar 14 meses sitiada y de sufrir 4000 víctimas  de manos de los 20000 soldados borbónicos. Desde esa histórica fecha, y salvo en los dos cortos períodos republicanos de la primera mitad del siglo XX,  todos tus fueros, tus instituciones, tu cultura y tu derecho civil se perdieron en las tinieblas de los tiempos hasta el Estatuto de 1978, doscientos sesenta y siete años después. Fue cuando  te robaron el país, Catalunya, y aunque tu gente organizara luego heroicas revueltas y siguieran hablando catalán y bailando sardanas dentro de tus casas, ya pasabas a pertenecer a la Corona de  España de una forma totalmente integrada, sin ninguna autonomía y hasta reprimida.
Es justo reconocer que a partir de 1714, Catalunya tiene un renacimiento comercial y económico por la supresión de aranceles, al no haber ya fronteras en toda la península y la posibilidad que se abría con el nuevo mercado americano, lo que permitió una acumulación de capitales en la burguesía catalana que llevó luego a un gran y moderno proceso de industrialización, en contraste muy notorio, con el resto agrario peninsular aun anclado en la Edad Media. Este renacer de tus cenizas, en el siglo XIX, (período conocido como la renaixença), provoca un nuevo clamor independentista, pero en lugar de estar solamente basado románticamente en hechos históricos, el clamor es una necesidad económica para consolidar un dinámico desarrollo económico propio de un  país (al revés que en estos días). Porque lo curioso es que los catalanes de sa época no reclamaban una vuelta a los orígenes, sino que querían organizar el estado español a su imagen y semejanza. Pero la burguesía catalana no encontró aliados en otras burguesías peninsulares y el antiguo régimen resistió al liberalismo. Pero creo que es interesante remarcar que Catalunya siempre aparece, cualquiera sea el siglo y tanto en las buenas como en las malas, con un sello propio y siempre diferenciada del resto de España. Hasta Napoleón comprendió este fenómeno, cuando incorporaron el Principado de Catalunya a Francia dividiéndolo en cuatro departamentos y sometiéndole a la administración civil del Imperio, cosa que no hicieron con el resto peninsular. El mismo movimiento obrero del siglo XIX, fue durante décadas en España exclusivamente catalán y desenmascaró a la clase industrial catalana que ante su presencia, no dudó en aliarse con las fuerzas más retrógradas de España en defensa de los Borbones y la derrota entonces de una revolución burguesa en España.
Con las dictadura en España del catalán Primo de Rivera, (1923-1930), y sobre todo con la de Franco, (1939-1975) que prohibió el uso del catalán en los organismos oficiales, que prohibió bailar sardanas en las plazas públicas, que prohibió que funcionaran tus instituciones, que fusiló en 1939 a tu presidente Lluis Companys, que exportó al mundo la idea de que toda España era pandereta, toros, castañuelas y abanicos y que por ello muchos hoy de verdad no te conocen, pasasteis tus años más amargos, Catalunya. Recién en 1978, con el  Estatuto de Autonomía, con un parlamento y presidente propios, con las manos libres en sanidad, educación, asuntos sociales, turismo, vivienda, policía y con un gran respecto a tu idioma y a tu cultura, recobrasteis mucho tu identidad propia, pero no del todo. En el año 2006, como aquel estatuto resultaba ya insuficiente y necesitabas más autonomía, sobre todo financiera, hicisteis un nuevo estatuto, que lo votaron los parlamentos catalán y las Cortes Generales del estado español, lo corroboró con una amplia mayoría el pueblo catalán en las urnas, pero los seis viejos conservadores del Tribunal Constitucional lo rechazaron por anticonstitucional en su mayor parte y te empujan hoy, por la lógica frustración, junto con la terrible crisis económica, a pedir la independencia, como fue el grito de un millón de personas el último once de setiembre.
Pero Catalunya, por sobre todo, te empecé a querer cuando nos ayudasteis a denunciar la situación que se vivía en nuestro país y enviar dinero a los que allá en el paisito resistían. Jamás olvidaré a los obreros catalanes u obreros emigrantes de otras provincias, cuando ponían, luego de rascarse los bolsillos, unas monedas sobre una bandera uruguaya al final de alguna de sus asambleas. Aquello no era nacionalismo para andar por casa, sino solidaridad internacionalista, expresión más hermosa porque implicaba una generosidad infinita y una conciencia de clase que es por donde pasa la frontera real entre los hombres. Muchas veces no sabías muy bien ubicarlo en el mapa a Uruguay pero sabías muy bien lo que significaba una libertad perdida. Escribe Serrat: “Me gustaste desde el primer momento, Montevideo, pero fue más tarde cuando me enamoré de ti. Fue cuando te exiliaron y te viniste a mi casa con lo puesto. Ahí, mirada triste, sueños torcidos, carnes torturadas; ahí te conocí, Montevideo; ahí te sentí como algo mío y ahí nos juramos amor eterno.”  Serrat, María del Mar Bonet, Marina Rosell, Raimon, Pi de la Serra y tantos más, cantando por Uruguay no solo sin cobrar sino poniendo de su dinero para pagar a sus músicos, y siempre en su dulce catalán, (“un idioma cristalino, lleno de un sonido que es a la vez marino y montañoso, montaraz y poético, bellísimo...” según Juan Cruz), al igual que otros artistas como el extraordinario Tapies que una vez pintó frente a mí, en cinco minutos, en negro la U de Uruguay y rojas las gotas de sangre que emanaban de la letra, o escritores o periodistas catalanes como Vázquez Montalbán, por citar a uno entre muchos, más los miles de anónimos catalanes que levantaron escenarios, pegaron carteles, cedieron para lo que hiciera falta sus casas y sus oficinas.
Un hijo y una compañera catalana luego hicieron el resto para tener hoy un corazoncito catalán, aunque nunca me he podido integrar plenamente, aunque siempre mis primeros veintinueve años allá en el Uruguay serán mucho más en la aritmética afectiva que los cuarenta o los setenta de aquí. Pero Catalunya, ya para siempre, como antes Serrat con Montevideo, “nos juramos amor eterno”, no se lo cuentes a nadie. Por todo ello, me siento en el deber y en el derecho de escribirte hoy sobre tu independencia, o sobre la posibilidad que seas un nuevo estado en el mundo, como les gusta decir a tus políticos propulsores de la iniciativa, es decir, otra frontera más para remarcar hasta donde va lo mío que no es tuyo, y ostentar entonces la triste y desgraciada autoridad de exigir pasaportes y permisos de trabajo, es decir, tener la triste y desgraciada necesidad de construir nuevas vallas para que las intenten saltar todos aquellos desesperados que vienen de sitios con crisis aun peores por la que tú pasas hoy, Catalunya.
Considero que aunque en esta carta reivindico la nacionalidad catalana por su historia milenaria, los derechos históricos no lo son todo. Primero siempre están los pueblos, la gente, sus necesidades, sus alegrías y sus lágrimas. Y hoy al pueblo catalán no le es oportuno independizarse, porque aunque el presente es muy duro, el mañana puede ser aun peor. La frontera no solo será en los límites de Catalunya, sino que irá también por dentro por la grave fractura social que causará y esto es mortal de necesidad: no todos los que hoy piden la independencia están a la misma distancia afectiva de España ya que la gran mayoría se siente catalanes y españoles a la vez luego de trescientos años de movimiento migratorio interior, y donde solo una minoría se consideran antiespañoles, mientras que aquellos que no están de acuerdo con la separación, y que no tienen forzosamente que ser de derechas, se sentirán marginados en el nuevo país, pese haber nacido y trabajado toda su vida aquí. Pero además, seremos todos independientes pero seguiremos pendientes de un gobierno conservador de corte empresarial, autor de los primeros grandes recortes en sanidad y educación que ha habido en España, socio en el parlamento español del pérfido Madrid hasta hace pocas semanas, y donde el  partido político catalán gobernante  ha sido condenado judicialmente en varios asuntos de gravísima corrupción. Vivirán mejor, como siempre, los que más tienen, porque la política será la misma. No toda la culpa de la situación actual de desigualdad social y económica en Catalunya la tiene la racanería de Madrid, sino que mucha responsabilidad la tienen los que hasta hoy la han gobernado. Y las fundamentales razones económicas internacionales: no está nada asegurado, todo lo contrario, que Catalunya pueda seguir perteneciendo a la Comunidad Europea y que no haya que inventar otra moneda para sustituir al euro. Además los principales bancos catalanes y la gran mayoría de empresas tienen su negocio en un 80% con el resto de España y si es una ruptura y no un acuerdo, todo se perdería. En un mundo cada vez más globalizado, donde el mercado y los grandes capitales son los amos del cotarro, donde hasta las grandes potencias tienen cada vez más tendencia a agruparse, aislarse no tiene ningún sentido. Últimamente hemos visto gobiernos nacionales que pierden soberanía por culpa de sus deudas y deben aceptar lo que mandan sus acreedores. No es seguro ni el reconocimiento de las Naciones Unidas que solo admite nuevas independencias para cuando se salen de situaciones de coloniaje. El actual presidente catalán y convertido súbitamente en líder de la revuelta, admite que “entramos en un terreno desconocido”, algo no muy conveniente cuando Catalunya tiene 2.200.000 pobres según encuesta de la Diputación de Barcelona, (29,5% de la población), 22 % de la población activa desocupada,  tiene una soberana deuda que va a más y ninguna moneda en caja: imposible salir de aventuras muy enfermo salvo que sea para suicidarse. No son extrapolables, por múltiples razones, otros casos de independencia que se están planteando en el mundo estos años, porque no hay dos casos iguales, cada país tiene sus particularidades y sus historias, pero además, si se buscan argumentos para apoyar la tesitura independentista en otras latitudes, sería el cuento de nunca acabar, porque  podríamos llegar hasta la Isla de Pascua, la isla de las extraordinarias estatuas moáisis, donde los polinesios rapanui, los primeros aborígenes, quieren echar hoy a los chilenos que desde 1888 colonizan la isla que está a 3000 kilómetros de Chile.
Para España sería una catástrofe sumida como está en una gran recesión, con cinco millones de desocupados, sin crecimiento, con una deuda cada día más grande y con ocho millones de personas comiendo todos los días de caridad. Catalunya es su líder industrial desde el siglo XIX, y representa el 20% de su PIB, más el peligro latente de otras rupturas en el futuro. Pero en lugar de que todos los partidos y todas las comunidades autonómicas se sienten a negociar una nueva constitución de una verdadera España plural, y además establecer un nuevo reparto económico más equitativo junto con otro sistema político como por ejemplo puede ser un federalismo, solo existen hoy las amenazas del gobierno de España de reprimir con otro Felipe V, que lejos de asustar, avivan aun más las llamas prendidas hace mil años. Sin diálogo, sin reflexión, y sin la necesaria comprensión del sentir de los otros, es seguro que todos perderemos. Además el gobierno español debería permitir un referéndum y no acallar el clamor de un pueblo como el catalán, porque la Constitución no lo permita: primero la voz del pueblo en democracia y previamente cambiar lo que se tenga que cambiar para escucharla. Otro cantar es que los partidarios de evitar la ruptura convenzan a la población con un discurso racional, sereno y frío, argumentando las enormes desventajas que ocurrirían con el cambio y que exijan que los líderes independentistas expliquen claramente, como no lo han hecho hasta ahora, cómo sería su proyecto económico, si es que lo tienen. En definitiva, intentar que luego los electores no se dejen llevar solo por la pasión de los sentimientos. No olvidemos que para ser nacionalista no se necesita leer ni un solo libro.
Terminando mi carta, Catalunya, te cuento que me gustaría escucharte a ti en este tema tan polémico, en la voz de Serrat, que creo aun no ha hablado, y donde seguramente se aburrirá cuando su Barcelona juegue todos los domingos contra el otro equipo de la ciudad, el Español, que probablemente deberá cambiar el nombre. Me gustaría escucharte en la voz de mis antiguos profesores y oír a todos los que en su momento ayudaron a mi pueblo. Ya no podemos escucharte con Margarita Xirgú, la creadora del teatro montevideano, ni con Enriqueta Compte i Riqué, la primera maestra del Uruguay y la primera en crear una escuela para niños pequeños en Sudamérica,  ni a Rosell i Figueras, que fundó hace decenas de años en el Uruguay el partido político independentista catalán Avant y su revista Nueva Cataluña, pero como catalanes universales que ellos fueron, podríamos hacer el bello ejercicio de ponernos en su lugar y pensar qué harían ellos. Seguro, que por lo menos, ellos no caerían hoy en la facilona demagogia de agitar los queridos y sagrados símbolos nacionales como lo hace un bebé catalán con su sonajero.
Te deseo lo mejor para ti, Catalunya, y muchos besos.

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