DEVOCIONES
(versión y prólogo de Alberto Girri)
CUARTA ENTREGA
V
Solust adest
Llega el médico
Así como la enfermedad es la más grande miseria, la más grande miseria de la enfermedad es la soledad; cuando lo infeccioso de la dolencia disuade de venir a los que deberían asistirnos; aun el médico rara vez se atreve a venir. La soledad es un tormento con el que ni siquiera el infierno amenaza. El mero vacío no será admitido por el agente primero, Dios, ni por el instrumento primero de Dios, la naturaleza; nada puede estar totalmente vacío, ni siquiera un grado hacia el vacío, como lo es la soledad, que es con aquél una sola cosa, es amada por ellos. Cuando estoy muerto, y mi cuerpo puede infectar, tienen un remedio, pueden enterrarme; pero cuando sólo estoy enfermo, y puedo infectar, no tienen más remedio que su ausencia, y mi soledad. Es una excusa para quienes son grandes, y aparentan serlo, y sin embargo están poco dispuestos a venir; es un impedimento para aquellos que sinceramente pudieran venir, porque podrían convertirse en instrumentos y agentes de la pestilencia, e infectar a otros por haber venido. Y es una proscripción, una excomunión para el paciente, y lo segrega de todas las funciones, no sólo de la civilidad sino también de la caridad activa. Una larga enfermedad cansará finalmente a los amigos, pero una enfermedad pestilente los apartará desde el comienzo. Dios mismo admitirá una imagen de la sociedad, pues hay en Dios una pluralidad de personas, aunque haya un solo Dios, y todos sus actos exteriores testimonian un amor de la sociedad y de la comunión. Hay en el cielo jerarquías de ángeles y ejércitos de mártires, y en esa casa, muchas moradas; en la tierra, familias, ciudades, iglesias, colegios, todas cosas plurales; y en el caso de que una u otra de estas no fuera compañía suficiente, hay una asociación de todas, una comunión de los santos que hace de la iglesia militante, y de la triunfante, una sola parroquia; de manera que Cristo no estaba fuera de su diócesis cuando se hallaba sobre la tierra, ni fuera de su templo cuando se hallaba en nuestra carne. Dios, que vio que todo lo que había hecho era bueno, no alcanzó a ver más que un efecto en alguna de sus obras cuando comprendió que no era bueno para el hombre estar solo, y en consecuencia le hizo un asistente; alguien que pudiera ayudarlo a aumentar en número, y darle la propia y más sociedad. Los ángeles, que no se propagan, ni se multiplican, fueron creados desde el principio en abundante número; y así las estrellas; pero para las cosas de este mundo su bendición fue aumentar; porque pienso, y no necesito pedir licencia para pensarlo, que el fénix no existe; no hay nada singular, nada solo; los hombres, inherentes sólo a la naturaleza, están tan lejos de pensar que hay algo singular en este mundo, como de pensar que este mundo es singular, sino que cada planeta, y cada estrella, es otro mundo como éste; hallan razón en concebir no sólo una pluralidad en cada una de las especies del mundo, sino una pluralidad de mundos; de modo que los que abominan de la soledad no están solos; Dios, y la naturaleza, y la tazón, se unen en contra de aquella. Ahora bien, un hombre puede hacer, fraudulentamente, de la peste un voto, y confundir una enfermedad con una religión; y recluirse, y separarse de todos los hombres, hasta no hacer el bien a ningún hombre, ni platicar con ningún hombre. Dios tuvo dos Testamentos, dos voluntades; pero esto es una cédula, y no de él, un codicilo, y no de él y no está en el cuerpo de sus Testamentos, sino interlineado, y escrito después por otros, que el camino hacia la comunión de los santos lo es mediante tal soledad, y conforme se excluye toda buena acción aquí en la tierra. Esta es una enfermedad de la mente; ya que el apogeo de una enfermedad infecciosa del cuerpo es la soledad, ser dejado solo; pues esto hace un lecho infeccioso, peor aun que una tumba, ya que aunque en ambos estará igualmente solo, en mi lecho lo sé, y lo siento, y no lo haré en mi tumba; y más aun, en mi lecho mi alma estará todavía en un cuerpo infectado, y en mi tumba no será así.
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