lunes

CUATRO POEMAS DE LUCÍA DELBENE




Lucía Delbene (Uruguay, 1974) es poeta y docente. En 2002 ganó el concurso de cuentos organizado por la revista Cantá odiosa con el texto Homicida de las flores. Ha publicado los poemarios Garza en garza (2009) y Taurolabia (2012), obteniendo con este último el Primer Premio del concurso de poesía “REVISTA LO QUE VENDRÁ”. Los cuatro textos que publicamos pertenecen a esta obra.


I / Última isla - Gavdós: Ogigia –


Las peñas desnudan solas figuras del sufrimiento
que el viento esculpirá en el desgaste de los siglos
si primero la carne fue argamasa de dioses
concedida al tiempo como un racimo en el precipicio.

Toma la forma de los hombres poco a poco
tal vez no desaparezca lo que permanece en una talla
por la erosión de la ola y su penacho altivo.

Aquí la arena es parda como arcilla derramada
entre los pétalos hercúleos de la mar
que giran en una rosa obtenida en los azules
y trazan un designio exigido por la Osa Mayor.

Cuadrilátero imponente nacido del horizonte
en las antípodas de Orión y su cintura de luces
como simetría refleja de constelaciones
una cartografía que indicara uno y lo mismo.

En el acantilado de la isla asaltan a la forma
con una feroz libertad inmóvil
en el promontorio avanzan las cadenas de Prometeo
atado a su violación.

Y entonces despliegan un grito rocoso
que vence a los años titanes del acantilado
para ver en su eclosión el signo del movimiento
y el aliento del cosmos en el fuelle del agua.

Mientras los marinos desgarramos con las proas
la turquesa radiante de la diosa abandonada
que ha encarnado sola a la luz de los enigmas
y trenzado el rizo de los astros a sus cabellos.

Y este andamiaje de huesos
bailando en su miriñaque
ya derrama la noche
en la cruz de su hueco.


II / Sola se sabe


¡oh! Bendita rabia de orden, pálido Ramón
La rabia del poeta por ordenar palabras del mar
Palabras de los portales fragantes, con estrellas bajas,
Y de nosotros y de nuestros orígenes,
Entre demarcaciones fantasmagóricas, sonidos incisivos.

W. Stevens


La verdad de la mar es inescrutable
sin embargo
escuchamos el murmullo entre las hebras del viento
trazar un alfabeto de espumas en la orilla.

Y a látigos de agua montamos la gran nave
que horada la mar a su cuerpo de espejuelos
mina derretida desde el centro de los vidrios.

Y oscila en la luz derramada en goteadura
antes del valor antes del atrevimiento
saberse sola y cuerpo de todo hermoso navegante.

Cóncava sirena
como la cavidad de la ostra
un refugio certero ante la devoción del mito
donde la oscuridad misma lauda el soplo de lo sacro
uniendo sus escalas a los brincos del viento
que unge su bramido en las piedras del encierro.

La mar se sabe sola y en su angustia se debate
carne como roca.

Amorosa canción toda llena de furia
moldea la rosa como tótem a su grey
a su forma inmensa de combate intacto
con su centro de ojo y agujero de disolución
mientras las islas pacen
en jardín de peces.


III / Canto de Ogigia


Con tu puñal, viajero
y espalda adusta de brazos ceñidos al cobre
abierta la grieta
mana en la isla antigua balada marina
salada pena.

Vi a la madre, hervía en la arena
sangraba en su plato hondo
fui una en Ella
bálsamo amante su voz pátina de hueco
donde ruge el cielo un exorcismo.

Despliegue del abismo en rémora de preguntas
fuimos arrancados
y vamos vagabundas algas otra vez a mineralizar el rostro
en máscaras del extravío
remo y timonel cortan el follaje del agua.

Mi pez es un cuchillo
que tú me diste para cortar esta amarra
cuando anuncia el viento
y está lista la mar
agua en esperanza de la huella.

Cruje el aparejo y el velamen
mariposa rauda
anuncia el nacimiento de la isla
cuenco de esplendor unge las heridas
y llamea el perdón.

Ruego a la tormenta
suelto al deseo, desgarra
hunde su zarpa entre los surcos variables
se van estas gotas en lluvia
del día seco en la montaña.

Todo tu pétreo pecho
me quiso más que tú.

Terrible el amor.
Terrible el dolor.
Terrible el odio.

Estigmas para que ruede la primavera
de exuberantes lenguas pecioladas
exceda en las copas del brindis de los amantes
derrame el canto
hasta la memoria guardada en la gruta de Ogigia
 que escucho y comprendo en un mensaje sin nombre.


IV


después

que la carne hubo probado el lamido del hacha
y la sal del Egeo limado las crestas salvajes
torneado sus perpetuos muslos
enrojando sus senos
abriéndose a la mar en terrible gloria de dioses,

después 

que el sol hubo caído en el esplendor seco del verano
en oro de tiempo y escama de peces profundos
abriendo el azul apretado de la rosa

después

hube de mirar el enigma hecho belleza
el ardor del odio con todas sus armas brillando
su luna de dos cuchillos
que viste los perfiles
en bajorrelieve de sombra.

hube de mirar la soledad
como un blasón conquistado en la contienda
y el tormento del camino

después,

arranqué una verdad en la cripta de Helena
una verdad con voz de viento y trazo de labios
senderos de mar
serpientes tachonadas en los dragones cornalinas
mapa de este prodigio
en su profundo reposo
la perla.

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